Malos tiempos para el cosmopolita catal¨¢n
Hace unos a?os nos hubi¨¦ramos limitado a llorar y recordar a Caball¨¦. El idioma de la homil¨ªa nos habr¨ªa dado igual
Muri¨® hace unos d¨ªas una de las mejores voces del mundo, adorada por los amantes de la l¨ªrica y de las artes en general. Montserrat Caball¨¦, nacida en Barcelona, se fue dej¨¢ndonos en la memoria, en grabaciones que muchos conservamos como si fueran joyas, sus irrepetibles pian¨ªsimos y ese timbre brillante, limpio, que solo tienen las grandes sopranos del bel canto. Y resulta que, en su funeral, lo ¨²nico que algunos echaron a faltar fue ¡°un poco m¨¢s de catal¨¢n¡±. Lo dijo en voz alta su amigo el tenor Josep Carreras. Luego, manifest¨® su respeto ante la decisi¨®n de la familia, pero ah¨ª qued¨® eso, escrito en los peri¨®dicos. Otros no fueron tan respetuosos y lo escribieron en tweets, mostrando su extra?eza y disgusto. Montserrat, cre¨ªan, tambi¨¦n era suya. Como Catalu?a.
Pero esas voces ¨²nicas, como los buenos libros, las grandes sinfon¨ªas, las piezas de teatro que te dejan pegado al asiento o las obras de arte que sobreviven a los siglos son de la humanidad. El arte, el talento excelente, es internacional; no tiene nacionalidad o tiene muchas, la de todos los que desean disfrutar de ¨¦l. La Caball¨¦, esa catalana universal, fue todo en la ¨®pera (Ana Bolena, Lucrecia Borgia, Norma¡), y nunca escondi¨® su gusto por la Zarzuela, un g¨¦nero al que tantos compositores, como Alb¨¦niz, Penella o Chap¨ª, aportaron arias inolvidables. Durante una entrega de premios en el Liceu, que se alarg¨® innecesariamente, aprovech¨¦ para preguntarle cu¨¢les hab¨ªan sido sus mejores momentos en los escenarios. Me mir¨® seria, cansada, y me espet¨®: ¡°Este no es uno de ellos¡±. La Caball¨¦ ten¨ªa un sentido del humor que pod¨ªa acerarse cuando se hartaba o se aburr¨ªa. Y ah¨ª segu¨ªamos, esperando, cuando volvi¨® a girarse hacia m¨ª y, sonriendo, dijo: ¡°Uno de los m¨¢s divertidos fue cuando cant¨¦ El Gato Mont¨¦s con Pl¨¢cido Domingo¡±. Hacer de gitanilla, ponerse en la piel de Sole¨¢, hab¨ªa sido uno de sus grandes momentos.
¡°El arte, el talento excelente, es internacional; no tiene nacionalidad o tiene muchas, la de todos los que desean disfrutar de ¨¦l¡±
La gran diva, tan catalana, nunca dej¨® de ser espa?ola, y as¨ª se lo dec¨ªa, claramente, a todo el que la quisiera escuchar. Ella, al margen de su lugar de nacimiento, es ya parte de nuestra historia. Porque la cultura ha sido una mezcla de mezclas y or¨ªgenes, antes y despu¨¦s de 1714. Hace unos a?os, en su funeral, nos hubi¨¦ramos limitado a llorarla y recordarla. Y el idioma utilizado en las homil¨ªas nos hubiera dado igual. Sin embargo, nuestra tranquila vida de seres orgullosamente biling¨¹es se acab¨® con esa sentencia del Tribunal Constitucional que tumb¨® el nuevo Estatut y dio alas a un Proc¨¦s de nunca acabar. Son tantos los s¨ªmbolos que un catal¨¢n de verdad tiene que asumir, lucir y colgar en su balc¨®n que no da tiempo pol¨ªtico para nada m¨¢s. Y as¨ª estamos, con el Parlament a medio gas, y utilizo ese prudente t¨¦rmino para no ser tildada de exagerada por quienes se dedican a inventar complicadas t¨¢cticas que solo buscan votos a la desesperada.
Muchos de los catalanes-espa?oles, no solo llegados a Catalu?a en las olas de inmigraci¨®n de los a?os cincuenta y sesenta, siguen encerrados en el armario. Les cuesta decir ¡ªy es bien raro teniendo en cuenta que llevamos siglos hablando m¨¢s de una lengua¡ª que la cultura en castellano tambi¨¦n es la suya. Y de tantas familias catalanistas como la m¨ªa. Lo dijo Sergio Vila-Sanju¨¢n, en la presentaci¨®n de Otra Catalu?a, su ¨²ltimo libro: ¡°La cultura catalana no se puede entender sin la tradici¨®n en castellano¡±.
Echo de menos esos tiempos en los que independentistas (entonces solo lo eran de verdad los de ERC), socialdem¨®cratas, comunistas y democristianos debat¨ªan en cualquier idioma, sin exigir el certificado de pata negra nacional. Pero hasta los insultos han cambiado. Hoy, si eres patriota has de demostrarlo, y si no lo eres has de pedir perd¨®n por casi todo. Por creer que al arte no hay quien le ponga fronteras ¡ª¡°menudo tonto cosmopolita est¨¢s hecho¡±¡ª, por considerar innecesario salir con una estelada al cuello el 11 de septiembre ¡ª¡°otro izquierdista de sal¨®n¡±¡ª o por rechazar cobijarte en una rojigualda el D¨ªa de la Hispanidad ¡ª¡°a por ellos, o¨¦¡±¡ª.
Mientras unos y otros (seres sin dudas ni contradicciones) siguen complicando la pol¨ªtica hasta l¨ªmites absurdos, el Parlament se ha convertido en un reality show, provocando que los ultras de cada extremo crezcan y el debate desaparezca. ?Cu¨¢ndo se aprob¨® por ¨²ltima vez en el Parlament o en el Ayuntamiento de Barcelona algo destinado a mejorar de verdad la vida de los ciudadanos? Mientras sigamos midiendo los funerales por el idioma utilizado (recu¨¦rdese el aniversario del atentado terrorista), Catalu?a seguir¨¢ enferma, y no de cosmopolitismo.
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