La brigada desconocida
La presencia de soldados marroqu¨ªes y de las mujeres, nuevos flancos de estudio sobre las Brigadas Internacionales, a los 80 a?os de su desfile de despedida en Barcelona
Parapetados tras sus boinas y sus cazadoras con cuello de franela, no hay pr¨¢cticamente ni uno que sonr¨ªa. Y eso que, en principio, dejaban la guerra y se iban a casa. Es una imagen del 25 de octubre de 1938 tomada en Les Masies, antiguo balneario entre el monasterio de Poblet y Espluga de Francol¨ª, del homenaje que el Ej¨¦rcito del Ebro brinda a los miembros de las Brigadas Internacionales que, en n¨²mero de 35.000 a 40.000 y de m¨¢s de medio centenar de nacionalidades, participaron altruistamente (unos 10.000 no pudieron dar m¨¢s: lo pagaron con su vida) en la Guerra Civil espa?ola. Hac¨ªa apenas cinco semanas, el 18 de septiembre, que la Sociedad de Naciones hab¨ªa adoptado una resoluci¨®n por la que se ordenaba su retirada¡ Tampoco hay sonrisas abiertas en las j¨®venes que portan flores para lanz¨¢rselas a esos brigadistas tres d¨ªas despu¨¦s, el 28 de octubre, en el desfile que unos miles de ellos, representantes de todas las unidades y pa¨ªses, realizaron por la Avenida 14 de abril, la actual Diagonal. La tristeza m¨¢s contenida es la de una de esas j¨®venes, la de m¨¢s a la izquierda, seguramente pensado en lo que esa marcha comportar¨ªa para el futuro de la ni?a con un lazo en la cabeza que lleva en brazos.
Las im¨¢genes las tom¨® el ingl¨¦s Henry Buckley, que cubr¨ªa la guerra para The Daily Telegraph. Depositadas en el Archivo Comarcal del Alt Pened¨¨s (Buckley acab¨® cas¨¢ndose con una catalana, Maria Planas, y siendo corresponsal de la agencia Reuters para Espa?a), forman parte de una serie mayormente in¨¦dita que ahora puede observarse en una sucinta y modesta exposici¨®n del Memorial Democr¨¤tic en los jardines del Palau Robert de Barcelona a los 80 a?os de ese desfile. Son apenas 10 instant¨¢neas que merecer¨ªan mejor suerte, si bien emocionan por s¨ª solas. Especialmente la ¨²ltima: Buckley capta la cola del desfile, los brigadistas ya un poco alejados, casi en un contrapicado que permite ver a barceloneses en los balcones lanzado papelitos que caen al suelo donde, ya pisoteadas, quedan atr¨¢s tambi¨¦n ramilletes de flores. Imposible mejor reflejo de la emotividad del momento y del estado de ¨¢nimo del propio Buckley, cat¨®lico devoto, pero que sent¨ªa una profunda admiraci¨®n y solidaridad con los episodios de factor humano que ve¨ªa en el bando republicano.
Las cr¨®nicas hablan de una eclosi¨®n de gratitud popular que habr¨ªa llevado a casi medio mill¨®n de barceloneses a la calle, si bien, por temor a los bombardeos, no se habr¨ªa comunicado p¨²blicamente la realizaci¨®n del desfile hasta pocas horas antes del mismo. Quiz¨¢ no fue exactamente as¨ª y es otro de los mitos que envuelven a las Brigadas Internacionales. Y es que queda mucho por narrar y desvelar sobre ellas, como se demostr¨® el pasado viernes en el seminario internacional Historia y memoria de las Brigadas Internacionales. Una mirada este-oeste, que organiz¨® la Universidad de Barcelona a trav¨¦s de su Observatorio Europeo de Memorias y el CRAI Biblioteca del Pabell¨®n de la Rep¨²blica. Por ejemplo, la presencia de brigadistas ¨¢rabes y, en especial de marroqu¨ªes, que el imaginario colectivo (de la ¨¦poca y a¨²n hoy) identifica con las brutales tropas que alimentaron el ej¨¦rcito rebelde de Franco.
Se calcula que brigadistas ¨¢rabes fueron un millar, que pagaron un alto precio: la mitad fallecieron. Mayormente, eran de origen magreb¨ª. Los m¨¢s, argelinos, ¡°unos 500, por la influencia de los comunistas franceses y una mayor base obrera¡±, contextualiza Roc¨ªo Velasco de Castro, de la Universidad de Extremadura. Los marroqu¨ªes fueron dos centenares, pero tambi¨¦n se han encontrado saud¨ªes (cuatro), sirios (11), egipcios (cinco) y hasta un liban¨¦s. Los palestinos conformaron el segundo mayor contingente ¨¢rabe, con 226 (¡°muchos eran jud¨ªos¡±).
Destaca la investigadora de entre esos ¨²ltimos a Muhammad Najati Sidqui, por su curioso papel: am¨¦n de ser uno de los pocos que dej¨® unas memorias (in¨¦ditas en castellano), fue el responsable de la propaganda republicana encargada de dirigirse a sus compatriotas marroqu¨ªes fascistas para que cambiaran de bando. Iba, al parecer, intent¨¢ndolo con un meg¨¢fono por las trincheras del frente de C¨®rdoba. No tuvo demasiado ¨¦xito; pero tanto o m¨¢s le cost¨® convencer a los suyos de hacer esa labor m¨¢s cerca del punto mismo de reclutamiento fascista, en Marruecos, a trav¨¦s de una emisora de radio en Argelia. Las autoridades francesas denegaron el permiso.
La jornada permiti¨® constatar, entre otras aportaciones, que hay cinco monumentos en EEUU a los brigadistas, pero que ¡°lo que pas¨® en Espa?a se ignora, no forma parte de la historia consensuada contra el fascismo, que para los estadounidenses arranc¨® cuando Pearl Harbour¡±, recuerda el historiador norteamericano Robert Coale, que deja constancia de que ¡°algunos nost¨¢lgicos del Mccarthismo, desde radios derechistas, echan hoy pestes por comunistas a los que formaron la Brigada Lincoln¡±. En la antigua Yugoslavia, ¡°hoy el revisionismo conservador elimina placas o monumentos de Los Spanci, como se conoce a los que fueron a luchar a Espa?a, unos 1.900, mayormente de Croacia y Eslovenia¡±, constata el profesor de la Universidad de Rijeka (Croacia), Vjeran Pavlakovic.
Entre lo poco estudiado, tambi¨¦n la presencia femenina. ¡°No aceptamos mujeres; si lo hacemos se descompone la brigada por razones obvias¡±, respondi¨® por escrito uno de los m¨¢ximos dirigentes de las Brigadas Internacionales, el italiano Luigi Longo, a una mujer de Estrasburgo que ped¨ªa alistarse en diciembre de 1936. Lo record¨® la estudiosa holandesa Yvonne Scholten, que ha detectado 25 mujeres (casi todas, comunistas) entre los 700 combatientes holandeses que fueron a Espa?a. Apartadas del frente y destinadas mayormente a labores sanitarias, destac¨® el destino de Adriana Schrijver (comunista, claro): estuvo en Espa?a entre septiembre de 1936 hasta agosto de 1938, cuando el PCE logr¨® que su hom¨®logo holand¨¦s la expulsar¨¢ por ¡°mantener relaciones con gente del POUM¡±. De regreso a su pa¨ªs, perdi¨® como casi todos los combatientes su nacionalidad y fue interrogada por la polic¨ªa, que la incluy¨® en una lista de subversivas. El fichero fue a parar a manos de la Gestapo cuando la invasi¨®n alemana. Torturada por los nazis, se acab¨® suicidando en su celda. Ten¨ªa 35 a?os.
23.700 combatientes ya tienen su historia
Tambi¨¦n son voluntarios y conforman una heterog¨¦nea brigada: de archiveros, bibliotecarios e historiadores. En n¨²mero fijo de seis y colaboradores flotantes. Son el personal del CRAI Biblioteca del Pabell¨®n de la Rep¨²blica que est¨¢ llevando a cabo, desde hace ocho a?os, el SIDBRINT (Sistema de Informaci¨®n Digital sobre las Brigadas Internacionales), un portal sobre las m¨ªticas tropas. ¡°No es una historia de las brigadas, sino de los brigadistas¡±, fija Lourdes Prades Artigas, alma mater de proyecto, nacido de sus tesis doctoral y que re¨²ne la friolera de 23.700 brigadistas documentados, entresacados de 1.700 fuentes distintas, una de ellas tan descomunal como el Archivo Sovi¨¦tico. De cada uno se sabe el pa¨ªs de procedencia, su profesi¨®n, sus al¨ªas (¡°algunos llegaron a tener hasta 10¡±), la militancia pol¨ªtica, d¨®nde aparecen documentalmente y qu¨¦ les paso tras la Guerra Civil, lo que sit¨²a el SIDBRINT como una de las fuentes m¨¢s completas y de referencia del mundo sobre el tema.
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