Orgasmos de ¨¦poca con final feliz
Gran elenco y fina direcci¨®n de Julio Manrique en la comedia de Sarah Ruhl
Julio Manrique dirige en La Villarroel L?habitaci¨® del costat, la original pieza de la dramaturga estadounidense Sarah Ruhl ambientada a finales del siglo XIX en las afueras de Nueva York, en la consulta de un doctor especialista en ¡°histeria femenina¡± que experimenta con el uso del vibrador el¨¦ctrico. La terapia provoca unos orgasmos descomunales, entre temores, gemidos y gritos, en una comedia que no es tan ligera como parece. Con la moral estricta de la sociedad victoriana como tel¨®n de fondo, Ruhl nos habla de la sexualidad reprimida y el amor rom¨¢ntico, del deseo y el miedo al placer, tambi¨¦n de racismo y prejuicios. Las actrices marcan el ritmo de un magn¨ªfico elenco dirigido con finura por Manrique.
Tan importante es el texto como lo que el espectador ve y escucha cuando el doctor Givings ¡ªIvan Benet acierta en la sobriedad y el tono del personaje ¡ªaplica la terapia del vibrador en la habitaci¨®n, al lado del sal¨®n, donde su esposa siente curiosidad y agitaci¨®n ante las maravillas que su marido provoca en el cuerpo de otras mujeres. Carlota Olcina transmite esa ebullici¨®n de sentimientos, rabia y deseos en una notable caracterizaci¨®n de Catherine Givings, personaje de excitantes capas.
El subt¨ªtulo de la pieza es La obra del vibrador, instrumento que en sus inicios se asemejaba a un secador de pelo y que el doctor usa con mano certera en sus pacientes, ante el asombro apenas disimulado de la comadrona que le ayuda en su liberadora tarea. Hay que quitarse el sombrero ante el maravilloso trabajo de Alba Florejachs en este papel: el despliegue de miradas, silencios y gestos son mucho m¨¢s elocuentes que el poco texto que le reserva la pieza.
No son los orgasmos t¨®picos del cine porno los que se escuchan en este ¡°extra?o cuento de hadas victoriano¡±¡ª as¨ª lo define Manrique, con gran acierto¡ª, con aires de vodevil, que combina golpes de humor con po¨¦ticos sentimientos de tristeza y desencanto y que concluye con un final feliz quiz¨¢ demasiado edulcorado. A¨²n faltaban muchos a?os para que las mujeres, ya due?as del control de su cuerpo, descubrieran el uso del vibrador como instrumento er¨®tico. Lo que muestra Ruhl, entre miedos y asombros placenteros, es el descubrimiento de un buen orgasmo.
Para encontrar el tono justo, la autora indica a las actrices c¨®mo deben interpretarse esos orgasmos, en un viaje desde el silencio y el temor al liberador final feliz. Mireia Aixal¨¤ recrea con brillantez la aventura interior que experimenta Sabrina Daldry, la primera paciente, en sus memorables sesiones. Por su parte, Pol L¨®pez perfila con sorna el papel de pintor bohemio, primer paciente masculino en probar los efectos del vibrador Chattanooga.
Completan el reparto Xavi Ricart, eficaz en el papel de marido de Sabrina Daldry, y Adelina Flaun, una actriz negra que interpreta, con buenos momentos, el papel de una nodriza negra, como pide el texto. Conviene se?alarlo tras la pol¨¦mica del Lliure en el montaje de ?ngels a Am¨¨rica en el que actores negros protestaron p¨²blicamente porque un actor blanco (pidieron disculpas con un cartel) encarnase a un personaje negro. Y destacar que la productora de L?habitaci¨® del costat es La Brutal, que dirige David Selvas, director precisamente de la obra maestra ?ngels a Am¨¨rica, de Tony Kushner, que se ha podido ver en el Lliure hasta primeros de este mes.
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