El prudencial arraigo de la Constituci¨®n
Como formas de arraigo, la Constituci¨®n y la monarqu¨ªa parlamentaria est¨¢n imponi¨¦ndose al unilateralismo

Si Carles Puigdemont y Quim Torra siguen empe?ados en lograr la aplicaci¨®n del 155, conseguir¨¢n demostrar de nuevo la vigencia operativa de la Constituci¨®n. Una constituci¨®n refunda el pacto de confianza entre pasado, presente y futuro de un pa¨ªs. Entre otras cosas porque se fundamenta en un contrato moral, de valores inclusivos, que explicita los l¨ªmites al poder. Hace unos d¨ªas, The Washington Postpublic¨® un extracto de un libro p¨®stumo del columnista Charles Krauthammer. Recuerda como en 1981, al ser asesinado Anwar Sadat, un programa de televisi¨®n inform¨® de que, seg¨²n los expertos consultados, en la constituci¨®n egipcia constaba que en aquellas circunstancias el sucesor era el presidente del parlamento. Con escepticismo, un analista de la tumultuosa vida del Oriente Medio sostuvo que en Egipto nadie se hab¨ªa le¨ªdo la Constituci¨®n en treinta a?os. En realidad, la constituci¨®n no parec¨ªa existir, ni a nadie le importaba. Pregunt¨®: ¡°?Qui¨¦n es el l¨ªder de los militares? ?Hosni Mubarak? Pues ese ser¨¢ el pr¨®ximo presidente¡±. 1978 sirvi¨® para todo lo contrario.
Cuando hay quien se queja tanto de la Constituci¨®n de 1978 como si fuera un parque jur¨¢sico, ser¨ªa saludable preguntarse qu¨¦ ha pasado. ?Ha sido un deterioro de la voluntad colectiva que conform¨® aquel delta hist¨®rico o ha cundido una amnesia, de una parte inconsciente y por otra deliberada, que hace irreconocible el s¨®lido encanto de la Constituci¨®n cuarenta a?os despu¨¦s? Hay quien busca arrimarse a alguna forma de constituci¨®n bolivariana; otros desacatan la ley para fundar una rep¨²blica catalana independiente. Para hacerse una idea de lo que significa 1978 basta con preguntarse si ahora ser¨ªa posible redactar una carta magna tan convincente y amplia. Al contrario del mantra pro-reforma de la Constituci¨®n para adaptarla a los nuevos tiempos, parece evidente que ahora no ser¨ªa factible un consenso de magnitudes equiparables a las de entonces, una constataci¨®n que por sentido com¨²n debiera reconfortarnos por tener un cauce constitucional en el que los pleitos de Espa?a hab¨ªan desembocado en una sabia arquitectura constituyente. Sin embargo, se sigue diciendo que urge la adaptaci¨®n constitucional. Pero uno no cambia una constituci¨®n porque la sociedad haya pasado de la minifalda al pantal¨®n vaquero rasgado, ni por la existencia de la familia monoparental o porque reaparezcan los mitos de la Catalu?a mir¨ªfica.
¡°Las zonas sociales de desapego constitucional se encoger¨¢n, de modo que la razonabilidad de la ley siga por encima de altibajos de ruptura y sedici¨®n¡±
Si en pol¨ªtica las soluciones son impuras, una buena Constituci¨®n contribuye a filtrar impurezas. As¨ª Espa?a entr¨® de lleno en la integraci¨®n europea, en la Alianza Atl¨¢ntica y en la globalizaci¨®n. Dio forma al estado auton¨®mico, super¨® la intentona de Tejero, pas¨® por la experiencia pol¨ªtica de la alternancia en el poder y ha vencido a ETA. ?Son precedentes que legitimen la falta de confianza en un futuro que discurre por la senda constitucional? Si acaso, los s¨ªntomas de malestar p¨²blico se deben a una extra?a p¨¦rdida de autoestima generada por las pol¨ªticas de lo imposible. Alg¨²n efecto corresponde a un cese de la transmisi¨®n de valores y experiencias que constituye el eje de un sistema educativo y que da consistencia a los trasvases entre escuela y familia. ?C¨®mo se explica la Constituci¨®n en las aulas y de qu¨¦ manera se cuenta la historia de una transici¨®n sin buenos ni malos?
Krauthammer alude a la sabidur¨ªa de los padres de la Constituci¨®n americana y a la reverencia que le guardan la mayor¨ªa de los ciudadanos estadounidenses, a pesar de todo, a pesar de cambios sociales profundos. La transici¨®n democr¨¢tica en Espa?a se hizo con un baj¨ªsimo coste, como comprendieron los ciudadanos de Catalu?a al votarla masivamente. Con el marem¨¢gnum secesionista, el resultado no hubiese sido el mismo pero tambi¨¦n es cierto que, en el momento de la desafecci¨®n de parte de Catalu?a, un partido como C¡¯s ha sido el m¨¢s votado. La mayor¨ªa secesionista indestructible no exist¨ªa. Ante el espect¨¢culo de la descomposici¨®n intensa de las alianzas independentistas, el desconcierto de sus votantes y los graves riesgos de inestabilidad y de incertidumbre jur¨ªdica no benefician a los imitadores de la intentona secesionista de octubre de 1934. Como formas de arraigo, la Constituci¨®n y la monarqu¨ªa parlamentaria est¨¢n imponi¨¦ndose al unilateralismo. Aunque sea una recomposici¨®n lenta, al menos a medio plazo el fervor de secesi¨®n se retrae. Escampa la niebla y se constatan los costes del desatino. Las zonas sociales de desapego constitucional ir¨¢n encogi¨¦ndose, de modo que la razonabilidad de la ley siga por encima de altibajos de ruptura y sedici¨®n.
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