Disentir no es traicionar
Como en privado disienten muchos, seguimos a la espera del primero que lo haga en p¨²blico y no tema que le llamen traidor. ?Qui¨¦n emular¨¢ a Henry Fonda en ¡®Doce hombres sin piedad¡¯?
Dicen quienes lo han observado, que en los estantes de la casa que ocupa Carles Puigdemont en Waterloo hay una copia de Doce hombres sin piedad. El cl¨¢sico de Sidney Lumet describe las discusiones de un jurado que delibera si un joven es culpable de haber matado a su padre. Y aunque al final de la vista las pruebas parecen concluyentes, en la primera votaci¨®n el personaje que interpreta Henry Fonda disiente del resto. A partir de ese momento, la condici¨®n humana se muestra en toda su crudeza. Las interpelaciones entre quienes se impacientan porque quieren superar el tr¨¢mite lo antes posible y regresar a casa y quienes acceden a revisar los datos para no cargar en su conciencia con un error letal marcan un ritmo creciente que atrapa al espectador con la misma intensidad que aumenta la duda. Hasta hacer bascular las razones.
No es balad¨ª que el expresident tenga en su exilio este DVD. Que la capacidad de convicci¨®n de una sola persona consiga cambiar el rumbo marcado por el resto no es com¨²n. Y cuando lo ha sido, la historia demuestra o que el dominio ha acabado en tragedia o que el largo proceso de turbulentas aventuras apenas ha permitido sobrevivir a quienes las secundaron. A d¨ªa de hoy, la leg¨ªtima reclamaci¨®n de una Catalu?a independiente a¨²n no tiene quien le augure cu¨¢l de las dos posibilidades aguarda en el horizonte.
Los hist¨®ricos y sensatos independentistas no pueden aceptar los dislates del Govern sin pesta?ear
Mientras, lo habitual del comportamiento colectivo es que la mayor¨ªa se instale en la comodidad del seguidismo m¨¢s que en defender a ultranza sus propias ideas. No har¨¦ juicio de intenciones acerca del motivo por el que quien lider¨® el proc¨¦s en sus err¨¢ticos momentos de hace un a?o guarde esta pel¨ªcula referencial. Las interpretaciones son libres. S¨ª que sirve de ejemplo para analizar por qu¨¦ una parte importante de catalanes agrupados en torno al anhelo secesionista ha abandonado la autocr¨ªtica, ha negado la discrepancia y no contempla la disensi¨®n por mucho que sus l¨ªderes se empe?en en empeque?ecer su aspiraci¨®n a fuerza de errores may¨²sculos, equivocaciones constantes, enga?os encubiertos y medias verdades empaquetadas con un perspicaz juego dial¨¦ctico consistente en cambiar el significado real de las palabras para empa?ar su valor. Y confundir.
Desde los experimentos psicol¨®gicos en los Estados Unidos a inicios de los cincuenta del siglo pasado, todas las investigaciones han concluido que la mayor¨ªa, cualquiera, por el mero hecho de serlo influye en nuestras decisiones. Y que un tercio de los participantes prefiere sumarse a esta tendencia aunque la intuya err¨®nea. Las razones tienen que ver con una am¨ªgdala relacionada con las emociones y que hace temer por el miedo a la exclusi¨®n, al rid¨ªculo o a la indiferencia. Y al instinto de conservaci¨®n. Uno tiende a sentirse m¨¢s c¨®modo y seguro en un grupo a sabiendas de que puede estar equivocado que a solas defendiendo su verdad. Es m¨¢s duro.
Lo habitual es que la mayor¨ªa se instale en la comodidad del seguidismo m¨¢s que en defender sus propias ideas
Lo sucedido estos ¨²ltimos d¨ªas en Catalu?a lo pone de manifiesto. El silencio de los respetables independentistas convencidos ante el dislate del Govern es la muestra evidente de la pertinacia en el error. Como si no se aceptara que el principio de racionalidad est¨¢ en el desacuerdo. Callando no se resuelven los problemas por mucho que se distraigan las intenciones y se se?ale al ojo del contrario como el culpable de nuestras miop¨ªas. La maldita adversativa que sigue ineludiblemente a cualquier excusa de un traspi¨¦ ha llevado a algunos ciudadanos a considerar que el objetivo lo conseguir¨¢ el pueblo al margen de sus pol¨ªticos. Son los que han empezado a tomarse la libertad por su cuenta y que, por si fuera poco, reciben el aliento de un president que ya no se sabe si le confunden los dem¨¢s o vive confundido en s¨ª mismo.
La v¨ªa eslovena descontextualizada, la sorprendente cr¨ªtica p¨²blica a los Mossos ¡ªdespu¨¦s aparcada¡ª por una violencia de la que fueron v¨ªctimas principales, la simpat¨ªa por los escraches ajenos y el corte de autopistas perturbando el orden p¨²blico, el ayuno solidario a cuenta de ejemplos manipulados al que se desplazan en coche oficial son algunos ejemplos de los muchos, demasiados, acumulados en horas. Y a la espera de lo previsto para la pr¨®xima semana en protesta por el consejo de ministros que se quiere celebrar en Barcelona y que la consejera Artadi ve como ¡°un punto de provocaci¨®n¡±.
O la sociolog¨ªa del pa¨ªs ha cambiado radicalmente o los hist¨®ricos y sensatos independentistas no pueden aceptar tama?o dislate sin pesta?ear. Ya no por lo del rid¨ªculo que hubieran recomendado evitar Tarradellas o Pla, sino por el da?o p¨²blico que se hace a la imagen de un proceso que sus convencidos no merecen. Como en privado disienten muchos, seguimos a la espera del primero que lo haga en p¨²blico y no tema que le llamen traidor. ?Qui¨¦n emular¨¢ a Henry Fonda?
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