Qu¨¦ Lavapi¨¦s ni qu¨¦ Lavapi¨¦s, ?M¨®stoles!
Llama la atenci¨®n que la diversidad se considere exclusiva de la capital o que ah¨ª se alabe y en otros sitios se ignore o incluso se desprecie
A mucha gente le gusta ir a Lavapi¨¦s, el barrio m¨¢s cool del mundo, por su ambiente internacional. All¨ª, pueden tomarse un t¨¦ marroqu¨ª, comer un thiebuyenne senegal¨¦s, comprarse un sari indio, productos para el pelo afro o llamar desde el locutorio a Rusia por solo tres c¨¦ntimos. Y todo en la misma calle. Me encanta. Lo que me va menos es la visita que hacen algunas personas, como si de un parque tem¨¢tico se tratara: observan a unos y a otras pero no interact¨²an m¨¢s all¨¢ del "me cobras" o del "cu¨¢nto vale" de rigor.
Sin embargo, lo que me llama la atenci¨®n no es que est¨¦ considerado un lugar interesante puesto que, con m¨¢s de 80 nacionalidades concentradas, lo es, sino que la diversidad se considere exclusiva de la capital o que ah¨ª se alabe y en otros sitios se ignore, se desconozca y hasta se desprecie.
En ese sentido, debo decir que, M¨®stoles y Fuenlabrada (con permiso de Torrej¨®n de Ardoz o de Parla) son un fil¨®n. En algunos de sus bares se puede desayunar pepesup (sopa picante con carne o pescado t¨ªpica de Guinea Ecuatorial) o comer alitas especiadas capaces de transportarte a Bata (ciudad m¨¢s importante de la zona continental del pa¨ªs), tras pasar la noche en discotecas en las que suenan canciones de Nigeria, Ghana y del centro de ?frica. All¨ª, la gente no va a menearse un poco ni a mover la cabeza o a tocar la guitarra o la bater¨ªa invisible (?c¨®mo si eso fuera un paso de baile!), no, en esos locales se consumen las horas con coreograf¨ªas y toques propios o extra¨ªdos de los videoclips de moda, que se ponen en pr¨¢ctica delante de los espejos que forran las paredes. Literal. Es imposible no verse todo el rato reflejada. Al principio, puede resultar turbador, luego hasta se mueve la boca con actitud famosil haciendo playback del tema que suena en ese momento.
Lo maravilloso del sur de Madrid es que para nosotras y nosotros todo esto no nos resulta nuevo. En los 70 y los 80, al barrio mostole?o de Villafontana los propios guineoecuatorianos que lo habitaban lo llamaban "Malabo 2". Lo m¨¢s probable es que fueran pocos, ahora bien, suficientes en una ¨¦poca en la que en las noticias no usaban a diario la palabra inmigraci¨®n (ni mucho menos con las connotaciones negativas de ahora).
Actualmente, a partir de mayo y ya por la ma?ana, los bautizos y comuniones tambi¨¦n tienen su peso. Recuerdo vivir muchos banquetes en restaurantes chinos y en salas alquiladas con familiares y amistades. Es m¨¢s barato, pero no solo se hace por eso sino porque es la manera de trasladarnos al origen sin movernos del extrarradio. Ah¨ª es posible llevar comida en ollas gigantes, con productos como la modica, la yuca o la ocra que, hasta hace poco, era imposible encontrar en cualquier mercado y bailar Mael¨¦ , Upumita, Desmali o Mastho Ribocho, como si estuvi¨¦ramos en casa, en nuestra otra casa.
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