Tsugite
Ensamblar una cr¨®nica es como la t¨¦cnica de los viejos maestros japoneses que levantan estructuras sin clavos
¡°Esto no se le hace a un viejito¡±, dijo ya en su ¨²ltima soledad Garc¨ªa M¨¢rquez tras acabar La fiesta del chivo de quien fuera su gran amigo Vargas Llosa. Orilla la an¨¦cdota en la memoria a los 22 minutos de acabado el Bar?a-Celta, cuando la cr¨®nica de Ramon Besa sale gr¨¢cil y s¨®lida de su port¨¢til rumbo a la redacci¨®n y a la red. En la nueva entrega del deshojar el Leviat¨¢n hobbesiano (la vida es solitaria, pobre, desagradable, salvaje y corta; sin distingo entre justicia e injusticia, la guerra de todos contra todos), durante este peregrinaje de ronin del periodismo, se cruza la idea de la cr¨®nica de la cr¨®nica, a ver si los dioses, v¨ªa osmosis, extrav¨ªan alguna chispa del fuego sagrado.
En la desierta redacci¨®n de las 9 de la ma?ana, 12 horas antes, ha empezado el ritual. Lectura. Primero, la prensa deportiva; luego, la generalista; siempre el mismo orden de las cabeceras. ¡°Mi alfabetizaci¨®n ha pasado por los diarios¡±, admite quien se crio en un pueblo de 400 habitantes, limpiando conejeras y corral antes de ir a escuela, esperando la prensa que tra¨ªa el autob¨²s de l¨ªnea, desconocedor del mar hasta los 18 a?os, las visitas espor¨¢dicas a Barcelona como quien vislumbra Nueva York.
Manos y cabeza van raudas, entrenadas de casi 30 a?os, ante una mesa cargada, cartesiana: la carpeta que forma la doble p¨¢gina de los lunes con las estad¨ªsticas de La Liga acoge ya un folio con ideas sobre el partido recogidas durante la semana, liofilizaci¨®n de un doble proceso que empieza en una peque?a Moleskine de tapa dura, como los apuntes del natural de Josep Pla cuando, como ejercicio de estilo, describ¨ªa el batir del oleaje. De ah¨ª, algunas pasar¨¢n, ya a pluma, a una de mediana, donde mutan casi en aforismos profesionales. La carpeta se engrosar¨¢ con cifras e informaciones de la lectura matinal, mientras brotan dos montoncitos de recortes: deportivos y de informaci¨®n general. Los primeros ser¨¢n le¨ªdos antes del mediod¨ªa. Un repaso a la prensa digital gallega cierra el proceso.
Con los dedos manchados de tinta de peri¨®dico, toca balance: cierto enfado por un reportaje previsto sobre hockey patines y enviar tuits a Valverde e Iniesta para comentar la actualidad cul¨¦. ¡°Siempre cojo los diarios con miedo: me molesta el menosprecio por lo que hace la competencia que se ha instalado en el oficio¡±, dice como m¨¢s aligerado que hace hora y media: ¡°Yo he de visualizar el partido, igual que un entrenador o un jugador¡±. Ya ha olido algo. ¡°Para ir con las manos en los bolsillos hay que ser muy bueno; yo necesito la seguridad de tener una idea en la cabeza y luego ver si el partido la confirma o no¡±. El portero tiene miedo al penalti; el periodista, a la p¨¢gina (o a la mente) en blanco. ¡°Hay dos tipos de cr¨®nicas: unas, las descriptivas, y para esas has de ser un Pla, un Julio Camba, un Joaqu¨ªn Vidal, que me gustaban mucho, pero no todos los somos; luego est¨¢n las conceptuales y para estas te has de saber el partido¡±.
Suele ir en metro al estadio, hora y media antes del encuentro, para ver el ambiente, que ratifica tomando algo en Travessera de les Corts. La liturgia conlleva una indumentaria (¡°no se puede escribir teniendo fr¨ªo o calor: entonces s¨®lo piensas en eso¡±), saludos a empleados del club (¡°cuesta gan¨¢rtelos, pero aportan detalles valiosos si no traicionas; la directiva lo sabe y los hace rotar para evitar confianzas¡±) y una cervecita sin alcohol en la tribuna de prensa, ya ante ordenador y apuntes. ¡°Nos tiene aterrorizados: empieza a sacar papeles y a anotar cosas¡¡±, comenta Rafael Tapounet, brillante senior de la informaci¨®n pol¨ªtica y cultural en El Peri¨®dico, ahora sufrido rookie en la deportiva: periodismo flexible, lo llaman.
Me siento entre ambos para doblar probabilidades de chispazos. Llevan un pinganillo para la radio (en partidos tipo Bar?a-Madrid, Besa se pone m¨²sica cl¨¢sica para aislarse) y a 20 minutos para empezar, ya toman notas: el rookie, en Word; el veterano, en papel cuadriculado (no sirve otro), dos columnas: una reza ¡°concepto¡±; otra, ¡°ocasiones¡±. ¡°?T¨² no haces nada para el d¨ªa?¡±, lanza Tapounet; le responde mi sudorosa palidez: a¨²n hoy empapo el pijama con las pesadillas de mis sufridas cr¨®nicas del Europa o del Handbol Gr¨¤cia para la revista del barrio¡ que era quincenal. ¡°Lo mortal es la Champions, con cierres del diario en papel que s¨®lo te dejan 15 minutos para enviar la cr¨®nica¡±, me dice ley¨¦ndome los temores.
Para disimular, me dispongo a tomar notas y me descubro como en los ex¨¢menes de Matem¨¢ticas de BUP: mano tapando la boca y oteando como quien no quiere por encima del hombro. Miro y me fijo mucho, pero, como los b¨²hos, no veo ni se me ocurre nada: ?servir¨ªa que hay un anuncio luminoso que vende, s¨®lo hoy, camisetas de la quinta bota de oro de Messi, ¨²nico del calentamiento que ha metido los dos chuts entre los tres palos a Ter Stegen? ¡°Uno de los problemas persistentes del periodista deportivo es encontrar un punto de vista nuevo¡±, alertaba el gran George Plimpton, que se met¨ªa de portero de hockey sobre hielo o bajo las gradas de una prueba ol¨ªmpica de nataci¨®n.
Mientras sopeso si con todo eso podr¨ªa arrancar mi cr¨®nica, el partido hace cuatro minutos que ha empezado y Besa ya rellena el casillero conceptos. Parece que Rakitic y Arturo Vidal han intercambiado posiciones (yo sigo en modo b¨²ho) y, cinco despu¨¦s, ya describe en word el gol de Demb¨¦l¨¦ tras la en¨¦sima asociaci¨®n Messi-Alba. Aprovecha todos los tiempos muertos (saques de esquina, fueras de banda, lesiones¡) para aporrear teclas, consultar papeles o tomar notas; no mira el partido y, en cambio, no pierde ripio. ¡°Tampoco est¨¢ pasando nada; adem¨¢s, el bullicio del estadio me avisa: es la ventaja de no hacer la cr¨®nica desde la tele de la redacci¨®n, ahora tan de moda, donde ves lo que quiere el realizador: aqu¨ª escoges t¨² qu¨¦ o a qui¨¦n ver¡±.
Cuando el aceite del bar anuncia, sobre el minuto 36, los preparativos para paliar la hambruna de la media parte, Besa ya tiene algo m¨¢s de un tercio de cr¨®nica, arranque incluido: en realidad, son p¨¢rrafos sueltos que, milagrosamente (un cambio en el inicio; una referencia en el medio; una idea que sube o baja¡), van ensambl¨¢ndose, como si se pasara a c¨¢mara r¨¢pida la labor de un gusano de seda hilando el capullo, un patchword virtuoso; las puntadas se hacen con los hilos de las columnas conceptos y ocasiones, tachados a medida que se usan. Parece sencillo, aunque el baile de la pierna derecha y el frotar de manos delaten tensi¨®n interior.
Todo fluye hasta el minuto 12 de la segunda parte: el cursor vuela al inicio y este muda radicalmente: ¡°Al Bar?a se le ha puesto cara de l¨ªder. No es un campeonato po¨¦tico¡±. Cuatro minutos despu¨¦s, ya es otro: ¡°El fen¨®meno del Bar?a se llama hoy Jordi Alba¡¡±. ?De d¨®nde salen esas ideas? ?por qu¨¦, de pronto, se cambia? Cuando el pitido final, apenas quedan 20 l¨ªneas. Escribe Besa ya sobre la maqueta digital de la p¨¢gina. Acaricia los p¨¢rrafos para ara?ar un espacio que permita redondear el inicio y remachar un final, santo y se?a de todo texto period¨ªstico que se precie, que incorporar¨¢ otro de los conceptos matinales: el debate del uso de la cantera. El p¨¢rrafo del campeonato sin poes¨ªa va cayendo, hasta desaparecer.
Enviada la cr¨®nica, un retoque de urgencia para el arranque: ¡°No encuentran ant¨ªdoto para un futbolista curiosamente tan previsible y soso como el propio Barcelona. Un excelente jugador de equipo convertido en el h¨¦roe de un desfigurado Bar?a¡±. En cuatro l¨ªneas, un partido. Y en global, ejercicio de puro Tsugite, t¨¦cnica de viejos maestros carpinteros japoneses, que levantan estructuras sin clavo alguno, solo a partir de delicados ensamblajes. ¡°He intentado vestir una cr¨®nica circular alrededor de Alba¡±, simplificar¨¢ luego, antes de que uno pueda arrancarle cuatro consejos: ¡°Hazte primero con un deporte minoritario, que te ense?ar¨¢ a hacer una agenda, entablar contactos y dominar un lenguaje que te permitir¨¢ abordar luego una disciplina m¨¢s grande; entr¨¦nate describiendo una jugada o una acci¨®n en solo tres p¨¢rrafos; intenta construir una historia circular y lee mucho para coger vocabulario: los deportes permiten ir m¨¢s all¨¢ en el lenguaje que la econom¨ªa o la pol¨ªtica¡±.
Tras 12 horas a la sombra de uno de los ¨²ltimos grandes cronistas deportivos temo convertirme en personaje conradiano, n¨¢ufrago en cultura ignota y recrimin¨¢ndome falta de coraje. Dicen que no existen malos temas ni tiempo insuficiente sino malos periodistas. Pero hay cosas que no deber¨ªan hacerse a los viejitos¡
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