Esterilizadores de animales
Hoy predomina la idea de que el mejor perro es el que est¨¢ capado, y no te dan uno entero aunque ofrezcas garant¨ªas razonables de que no montar¨¢s ninguna granja de cr¨ªa
A una, hace muchos a?os, la saqu¨¦ de la calle, pero nunca he acogido (¡°adoptado¡± escriben, dulzones, los m¨¢s) a ninguna perra de perrera. Y es que no me agradan los animales esterilizados por obligaci¨®n, capricho o moda cultural. Hoy predomina la idea de que el mejor perro es el que est¨¢ capado y no te dan uno entero aunque ofrezcas garant¨ªas razonables de que no vas a montar una granja de cr¨ªa o a dejarlo suelto. Pero no est¨¢ bien: los perros pierden car¨¢cter y engordan (los ves, atados y ap¨¢ticos, paseados por las calles de Barcelona, cuando se cruzan con mi perro, un intacto teckel de pelo duro, y al instante entiendes qu¨¦ les hicieron). La mayor parte de los defensores de animales sostienen que porque estos son seres sentientes hay que protegerlos de la barbarie humana. S¨ª, claro, pero entonces ?por qu¨¦ urgen la esterilizaci¨®n masiva de los animales dom¨¦sticos?
La pol¨ªtica de esterilizaci¨®n sistem¨¢tica de mascotas en h¨¢bitats urbanos es ya universal e indiscutida. Bueno, hasta hoy: ahora mismo estoy escribiendo en contra de esta pr¨¢ctica, aplicada compulsivamente a perros y gatos que han tenido la suerte p¨¦sima de haber sido abandonados por sus desconsiderados amos, de haberse perdido, o de haber nacido en la calle. Puedo comprender que el ayuntamiento patrocine alimentar las palomas callejeras con un pienso saturado de nicarbazina (un antiparasitario con propiedades anticonceptivas, se les da tambi¨¦n a los pollos de carne, en las granjas), pero que al final de todo esto yo haya de irme al campo para ver perros enteros me parece una calamidad, alguien hab¨ªa de dejarlo escrito alguna vez: en la ciudad, al menos, habr¨¢n de quedar algunos reductos de integridad f¨ªsica animal, real y respetada, si realmente hemos de creernos que hasta los animales tienen derecho a ser protegidos de los dogmas de sus autoproclamados defensores.
Los partidarios de la esterilizaci¨®n masiva y obligatoria dicen que los humanos no podemos extrapolar nuestra sensibilidad sexual a otras especies, al menos, fuera de los hom¨ªnidos y algunos cet¨¢ceos. O que mejora la salud de los afectados, alarga su vida y reduce las pulsiones a portarse mal causadas por la testosterona en los machos y elimina el (molesto, suponen) celo de las hembras. Inquietante, lo siento: ha de poder ser debatido. Esta buena gente no posee la raz¨®n.
En la ciudad, al menos, habr¨¢n de quedar algunos reductos de integridad f¨ªsica animal, real y respetada, si realmente hemos de creernos que hasta los animales tienen derecho a ser protegidos de los dogmas de sus autoproclamados defensores
Recientemente, el art¨ªculo 11.2 de la Ley 6/2018, de 26 de noviembre, de protecci¨®n de los animales en la Comunidad Aut¨®noma de La Rioja, ha dado un paso m¨¢s (?hacia d¨®nde?) cuando ha establecido que ¡°los perros, gatos y hurones que sean objeto de comercializaci¨®n o cesi¨®n deber¨¢n ser esterilizados previamente¡±. Temo, acaso con alg¨²n fundamento, que esta disposici¨®n no haya sido, a su vez, esterilizada, y que se reproduzca en Barcelona, si no es que lo hace en toda Catalu?a, aunque quiero creer que el sentido com¨²n subsistir¨¢ a ratos en el celo electoral que se avecina.
Lo m¨¢s grave de todo esto es el dogma en acci¨®n, la apoteosis del prejuicio en algunos defensores de animales que se arrogan el doble derecho de redactar y aplicar ellos solos el cat¨¢logo de las reglas de la correcci¨®n animal. Bastar¨ªa con su afirmaci¨®n de que alguien habr¨ªa violado un precepto del c¨®digo para que su palabra fuera a un tiempo denuncia, acusaci¨®n, prueba, juicio y condena. En esto, la exaltaci¨®n de algunos grupos animalistas no es m¨¢s que el s¨ªntoma de una patolog¨ªa social y jur¨ªdica generalizada en esta sociedad crecientemente iliberal: una mera denuncia es suficiente para que cientos o miles de personas salgan a manifestarse proclamando que creen en su verdad, o para que quien ose negarla ¨Co tan siquiera pida la suspensi¨®n del juicio hasta que los hechos denunciados se prueben¨C sea inmediatamente cubierto de oprobio.
Pero no tienen raz¨®n. Y no la tienen, primero, porque la denuncia de una violaci¨®n de tal o cual c¨®digo jam¨¢s deber¨ªa equivaler al juicio imparcial al que todos tenemos derecho. Y, segundo, porque el c¨®digo mismo puede estar plagado de preceptos discutibles, opinables, o simplemente est¨²pidos, es decir, y como muestra el ejemplo pol¨¦mico de la castraci¨®n forzosa de perros y gatos, la posesi¨®n de la verdad no es casi nunca la consecuencia inevitable de la fe en la bondad de la norma que se dice infringida. Si usted cree que no puede tener una perra pastora si antes no la ha sometido a una ovariectom¨ªa, pi¨¦nselo dos veces antes de adquirirla. No ser¨¢ una reflexi¨®n est¨¦ril.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra.
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