El vagabundo y la princesa
Un libro y un nuevo volumen de cartas reviven la rom¨¢ntica historia de amor de Patrick Leigh Fermor con la arist¨®crata moldava Balasha Cantacuceno
Mis prop¨®sitos para este a?o incluyen secuestrar a un general alem¨¢n en Creta y enamorarme de una princesa centroeuropea. Lo primero me pilla un poco tarde porque, claro, ya no hay generales alemanes en Creta, afortunadamente. En cuanto a lo segundo, tambi¨¦n es dif¨ªcil porque las princesas, las centroeuropeas y las otras, me temo, suelen estar todas prometidas, cuando no definitivamente pilladas.
Son prop¨®sitos ambos estos del 2019 que resultan, claro, de haber pasado las navidades con el escritor y h¨¦roe de guerra Patrick Leigh Fermor, no directamente pues el querido Paddy muri¨® en 2011, sino a trav¨¦s de los libros, que es la ¨²nica manera en que, desgraciadamente, puedo ya relacionarme con algunos amigos. Aparte de la relectura de sus maravillosas obras, especialmente la trilog¨ªa compuesta por El tiempo de los regalos, Entre los bosques y el agua y la inconclusa parte final, El ¨²ltimo tramo ¨C?qu¨¦ incre¨ªblemente hermosa es su escritura!-, he disfrutado estos d¨ªas con dos novedades. Una es la segunda entrega de las cartas de Paddy que ha seleccionado, como la primera, Adam Sisman (More dashing, further letters of Patrick Leigh Fermor, Bloomsbury, 2018) y entre las que hay algunas misivas sensacionales, como la que escribi¨® en Creta en 1944, la de la India en pos de Kim o en las que habla sobre sus visitas a Barcelona (incluyendo copas en casa de Xavier Corber¨® , una misa en catal¨¢n en la Sagrada Familia y una ri?a en un bar de las Ramblas). La otra novedad es la deliciosa The vagabond and the princess, Paddy Leigh Fermor in Romania, de Alan Ogden (Nine Elm Books, 2018) que trata, como cualquier fan de Paddy habr¨¢ adivinado por el t¨ªtulo, de la rom¨¢ntica relaci¨®n entre el escritor y su primer gran amor, la princesa Marie-Blanche Cantacuceno (en rumano Cantacuzino), Balasha, brote de una de las grandes dinast¨ªas nobiliarias de Europa Oriental, voivodas de Moldavia y Valaquia y con incluso un emperador de Bizancio en su genealog¨ªa, que ya es pariente.
Arrebujado ante la chimenea mientras la pronta oscuridad del invierno all¨¢ afuera se ense?oreaba de los bosques y las monta?as, acallando los ¨²ltimos trinos de los p¨¢jaros y empezando a revestir de destellante hielo los prados, me he sumergido, manejando a la vez el libro de Ogden, las cartas, la espl¨¦ndida biograf¨ªa de Artemis Cooper (Patrick Leigh Fermor, una aventura, RBA, 2013) y mis propios recuerdos ¨CPaddy mismo me dej¨® entrever algunas partes de ese episodio sentimental-, en el romance de Leigh Fermor y Balasha, una de las aventuras m¨¢s bellas y, finalmente, tristes que vivi¨® nuestro viejo h¨¦roe y, sin duda, una de las grandes historias de amor del siglo XX.
Patrick Leigh Fermor no encontr¨® a Balasha en su famoso viaje de un a?o a pie por Europa contado en su trilog¨ªa, sino despu¨¦s de acabar ese extraordinario deambular que le llev¨® desde Holanda a ¡°Constantinopla¡±, como llamaba a Estambul, adonde lleg¨® el 31 de diciembre de 1934, y que fue el germen de su obra se?era. Se conocieron en Atenas en el verano de 1935 y se enamoraron como locos. Ella, sofisticada, guapa, elegante, 16 a?os mayor que Paddy (que, galantemente siempre reduc¨ªa la cifra a 12), entonces un joven de 20, era la mujer del diplom¨¢tico espa?ol Francisco de Amat y Torres. El matrimonio se hab¨ªa disuelto tras el adulterio de ¨¦l con la esposa de otro diplom¨¢tico, Billy Cavendish, luego noveno duque de Portland. Paddy y Balasha, que compart¨ªan la pasi¨®n por la cultura (?y que viva la cultura!) se convirtieron en amantes (¡°terrific pals¡±, dir¨ªa ¨¦l) y se buscaron un nido de amor en un viejo molino en Lemonodassos, con vistas a la isla de Poros, donde pasaron una temporada felices como solo lo puedes ser cuando descubres un cuerpo nuevo, nadas desnudo a su lado y lees juntos los cl¨¢sicos.
Al llegar el oto?o, Balasha le propuso instalarse en la residencia de su familia en Moldavia, la famosa (para los que somos lectores de Paddy) y m¨¢gica mansi¨®n o conac, que es como denominan en rumano a una manor house, de Baleni, un lugar id¨ªlico en el que fueron a¨²n incluso m¨¢s felices los dos enamorados. La decadente casa solariega de los Cantacuceno, llena de cornamentas (de ciervos), pieles de oso, una biblioteca nutrida y selecta, m¨²sica de piano y c¨ªtara y sirvientes tan entra?ables como el cochero polaco Pan, el mayordomo ucraniano Ilfin, el turco Mustaf¨¢ y la criada Niculina, la llevaban la hermana de Balasha, Pomma, y su marido Constantin (que se hab¨ªa batido varias veces en duelo), padres de la joven Ina, cuya belleza prerrafaelita comparaba Paddy con la Ofelia de Millais. En The vagabond and the princess, Ogden describe pormenorizadamente ese mundo crepuscular en el que la pareja vivi¨® su amor. Bosques de robles en los que brillaban las doradas orop¨¦ndolas, campos llenos de abubillas y cielos anchos en los que se engastaba la pintada belleza de los abejarucos. A Balasha los campesinos le besaban la mano de rodillas. Paddy pas¨® cuatro a?os en Baleni ¨Ccon un interludio en Londres en 1937- que ni les cuento, como si se hubiera metido en un relato de Tolst¨®i o Ch¨¦jov. Si eres un mit¨®mano de lo a?ejo centroeuropeo, los h¨²sares, los arist¨®cratas, la equitaci¨®n, los z¨ªngaros y las grullas, deb¨ªas vivir en la Moldvia de los treintas como en un sue?o, viendo como la noche se llenaba del canto de los ruise?ores y el sol sal¨ªa por Besarabia. Todo acab¨® con un repentino despertar de ca?onazos en 1939.
Se buscaron un nido de amor en un viejo molino entre limoneros en Lemonodassos, con vistas la isla de Poros, donde pasaron una temporada felices como solo lo puedes ser cuando descubres un cuerpo nuevo, nadas desnudo a su lado y lees juntos los cl¨¢sicos.
Al estallar la guerra, Paddy parti¨® para Gran Breta?a para alistarse y acab¨® en las fuerzas especiales, infiltrado en la Creta ocupada por los nazis. ¡°Desde un mundo triste que se hunde en un vac¨ªo absoluto¡±, ella le escrib¨ªa cartas sin saber d¨®nde ¨¦l estaba mientras Centroeuropa se precipitaba en el abismo y Paddy combat¨ªa y deven¨ªa un h¨¦roe. No volvieron a verse hasta 1965, 26 a?os despu¨¦s de su despedida. En el ¨ªnterin, los rusos hab¨ªan llegado a Baleni. Balasha y su hermana, despojadas de todo por los comunistas ¨Cles dieron 15 minutos para abandonar la finca, requisada- malviv¨ªan en un pisito en Pucioasa ganando apenas para comer impartiendo clases particulares de franc¨¦s. Leigh Fermor consigui¨® atravesar el Tel¨®n de Acero con un visado de 48 horas y encontrar a su princesa, pero de aquella mujer que am¨® apenas quedaba nada. Con 66 a?os, tras sufrir prisi¨®n, humillaciones, miseria y penalidades sin cuento y haber visto el fin de su mundo, era ¡°una ruina ambulante¡±; incluso hab¨ªa perdido buena parte del legendario cabello, y la dentadura. A Paddy, camino de convertirse en un escritor de fama, acostumbrado a la alta sociedad, a los grandes viajes y la buena vida, y emparejado ya con la que ser¨ªa el otro gran amor de su vida, la hermosa, mundana, rica (lo manten¨ªa a ¨¦l) Joan Rainer, hija del vizconde Monsell, tan solar y rubia como la princesa rumana era morena y lunar, le impresion¨® lo que vio. Balasha sab¨ªa que no pod¨ªa hacerse ilusiones. Pero no ces¨® de escribirle a Paddy, y tambi¨¦n luego a Joan, hasta su muerte en marzo de 1976 de un c¨¢ncer de pecho del que no pudo tratarse. Est¨¢ enterrada en la cripta familiar en Baleni. Cuando unos amigos llevaron all¨ª el ata¨²d atado en el techo de un coche los campesinos se alinearon en el camino de la vieja finca con sus ropas de domingo para rendir un ¨²ltimo tributo a la princesa.
Paddy, hombre de grandes dones pero tambi¨¦n con muchas sombras (Sommerset Maugham lo describi¨® con muy mala leche como ¡°ese tipo de clase media que hace de gigol¨® de mujeres de clase alta¡±), no volvi¨® a ver a Balasha. Las cartas que le escrib¨ªa a ella se fueron volviendo m¨¢s distantes y fr¨ªas. Pero conserv¨® el recuerdo de aquel amor, de Moldavia y de Baleni, como una peque?a brasa que se resist¨ªa a morir en su coraz¨®n, en lo mejor de su coraz¨®n. En su casa en Kardamyli, en Grecia, recre¨® la chimenea de Baleni, una hermosa met¨¢fora. ¡°T¨² eres parte de Baleni, Paddy¡±, le escribi¨® Balasha una vez que pudo visitar su vieja mansi¨®n moldava devastada, convertida en una ¡°casa para almas rotas¡± y que albergaba ¡°toda la tristeza del mundo¡±. Todos pertenecemos a casas y personas perdidas.
En 2001, Patrick Leigh Fermor me llev¨®, despu¨¦s de comer, a una librer¨ªa en Chelsea, John Sandoe Books. Lo hizo para regalarme una fant¨¢stica primera edici¨®n de Ill Met by Moonlight, el relato de Billy Moss de la operaci¨®n de ambos para secuestrar al general Kreipe en Creta. Pero mientras pase¨¢bamos hablando de guerrilleros y aventuras me explic¨® que en esa librer¨ªa hab¨ªa mantenido a?os, desde 1965, abierta una cuenta para que Balasha pudiera pedir todos los libros que quisiera y se los enviaran a Ruman¨ªa. La vida sin amor no vale mucho, pero sin amor y sin libros... Alz¨® Paddy los ojos h¨²medos al cielo de oto?o y en su mirada hab¨ªa todo el pesar del recuerdo, la a?oranza y el remordimiento del joven vagabundo que un d¨ªa dej¨® para siempre a su princesa.
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