El ¡®Alcorcon¨®filo¡¯
Joaqu¨ªn Parejo, alcorconero de adopci¨®n y amante de la ciudad en la que creci¨®, alberga una serie de objetos de coleccionista que tienen relaci¨®n con la "tierra soleada" en la que se siente como en casa
Joaqu¨ªn Parejo, de peque?o, ca¨ªa enfermo cada dos por tres, raz¨®n por la cual el m¨¦dico les recomend¨® a sus padres que se fueran a vivir a alguna parte de Madrid en la que le diera el sol. Dejaron el Marqu¨¦s de Vadillo de hace cuatro d¨¦cadas y se vinieron a un Alcorc¨®n en el que hab¨ªa mucho m¨¢s campo, parques y descampados en los que empaparse de vitamina D. Lo reconoce, no es del barrio de siempre, ¡°pero los alcorconeros somos como los de Bilbao, nacemos donde nos da la gana¡±, dice entre risas.
Se define como emprendedor y ¡°alcorcon¨®filo¡±, t¨¦rmino que no puede ser m¨¢s acertado. Realmente, ama la localidad que le ha visto crecer, tanto es as¨ª, que me recibi¨® detr¨¢s de una mesa cubierta de peri¨®dicos, libros de cronistas del municipio dedicados, fotos y hasta un tebeo que lleva por t¨ªtulo Los se?ores de Alcorc¨®n y el holgaz¨¢n de Pep¨®n. Casi todo son antig¨¹edades que ha ido recopilando en portales de coleccionistas y que tienen relaci¨®n con la ¡°tierra soleada¡± en la que se ha sentido en casa.
Todo comenz¨® el d¨ªa en el que su padre le regal¨® una obra publicada en 1976, Alcorc¨®n: Historia, literatura, leyenda, de Faustino Moreno Villalba. En ella, hablaban de un pueblo agr¨ªcola y alfarero, que pas¨® de tener 2.114 habitantes en 1960, a 46.000 solo diez a?os despu¨¦s. En 1995, momento en el que Joaqu¨ªn lo ley¨®, la cifra se hab¨ªa multiplicado casi por cuatro. ?l necesitaba entender qu¨¦ hab¨ªa pasado para que aquella aldea se convirtiera en una ciudad, as¨ª que comenz¨® a investigar y encontr¨® aut¨¦nticas joyas.
Hace unos cuatro a?os, Parejo consider¨® que ten¨ªa que compartir todo lo que sab¨ªa y registrar con su c¨¢mara los retazos del pasado que a¨²n sobreviven
Me habla de Viva Alcorc¨®n, que es mi pueblo, una obra de teatro de 1930, que se estren¨® en la Zarzuela de Madrid, pero que se represent¨® en toda Espa?a. Adem¨¢s, tiene recuerdos que conectan con mucha gente que vive todav¨ªa, como los billetes de una l¨ªnea de tren que ya no existe y que llevaba a Almorox, en Toledo, o los de la blasa, el autob¨²s sure?o, cuando ten¨ªa asientos marrones duros y el cobrador se pon¨ªa atr¨¢s. Tiene hasta posavasos de pubs y bares de toda la vida y entradas para el cine Valderas, un hist¨®rico que cerr¨® tiempo atr¨¢s.
Quiz¨¢, lo que m¨¢s me ha sorprendido de sus posesiones prodigiosas sea un cart¨®n con la forma del escudo de Alcorc¨®n, sin la corona, que conserva dentro de un pl¨¢stico. Me explica que es un diezmo de 1951 y, que en una ¨¦poca de carest¨ªa absoluta, se us¨® como moneda para comprar productos a nivel local. A ¨¦l, lo que m¨¢s le ha llamado la atenci¨®n de su pesquisa es la historia de una familia que, cuando las tropas nacionales entraron en Alcorc¨®n durante la Guerra Civil y todo el mundo huy¨®, se escondieron en un pozo, hasta que comprobaron que las aguas hab¨ªan vuelto a su cauce y decidieron salir. De algo antes tiene recortes de peri¨®dicos en los que sale la alcaldesa (en femenino, s¨ª), que en tiempos de la Rep¨²blica tuvo Alcorc¨®n.
Hace unos cuatro a?os consider¨® que ten¨ªa que compartir todo lo que sab¨ªa, registrar con su c¨¢mara los retazos del pasado que a¨²n sobreviven y buscar nuevas fuentes para continuar aprendiendo. Es un grande. La pr¨®xima semana, les cuento m¨¢s.
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