Pedro Guerra contagia optimismo en el Palau de la M¨²sica
El cantautor regresa a Barcelona tras una d¨¦cada ausente
En el ya lejano 1995 un jovencito de apariencia t¨ªmida y asustadiza se presentaba en la peque?a sala Los Tarantos, que por aquel entonces compaginaba el flamenco con otras actividades menos tur¨ªsticas, y consegu¨ªa despertar la curiosidad de los pocos aficionados que se hab¨ªa acercado hasta la plaza Reial. El eco de aquella actuaci¨®n, y del disco que la acompa?aba, se expandi¨® cual mancha de aceite hasta convertir al cantautor canario en un verdadero referente. El pasado viernes, tras m¨¢s de una d¨¦cada sin pasar por la ciudad, Pedro Guerra volvi¨® a Barcelona y convirti¨® el Palau de la M¨²sica en un lugar tan ¨ªntimo y cercano como en su momento fue Los Tarantos del 95.
Parece ser que ¨²ltimamente se necesitan excusas para montar giras de actuaciones y la de Guerra en esta ocasi¨®n ha sido recuperar aquel pl¨¢stico que le trajo por primera vez a Barcelona: Golosinas. Dado que veinticuatro a?os no parecen una cifra redonda a conmemorar, el propio cantautor dej¨® muy claras sus motivaciones nada m¨¢s comenzar el concierto: ¡°Porque me da la gana¡±. Una franqueza que descoloca pero encaja a la perfecci¨®n con la sinceridad que emanan la mayor¨ªa de sus canciones y, sobre todo, la forma en que consigue transmitirlas.
Como muestra de esa sinceridad y cercan¨ªa Pedro Guerra comenz¨® su actuaci¨®n en solitario. Discretamente vestido de negro y guitarra en mano abri¨®, precisamente, con Golosinas. Si la ovaci¨®n que le hab¨ªa recibido ya presagiaba que no iba a ser un concierto normal, el eco que le acompa?¨® cada vez que pronunciaba el ¡°Todos tenemos algo escondido y yo, como todos, tengo lo m¨ªo¡± ya dej¨® claro que no exist¨ªa separaci¨®n entre el escenario y las filas de butacas ocupadas, en su mayor¨ªa, por gente de su propia generaci¨®n, cincuentones necesitados de una buena dosis de optimismo. Y Guerra se la trajo en la intimidad del Palau. Todas las canciones del disco recordado fueron desfilando, Guerra las cantaba y desde la platea le devolv¨ªan el eco de sus palabras y en algunos momentos las cantaban por ¨¦l, discretamente, nada que ver con los coros hist¨¦ricos de muchos conciertos de quincea?eros.
Guerra habl¨® de sentirse emocionado por el recibimiento y su p¨²blico, porque era suyo y muy suyo, tambi¨¦n lo estaba. Una sensaci¨®n m¨¢gica inundaba el recinto pero tras nueve canciones, entre las que no faltaron Las gafas de Lenon, Peter Pan o El marido de la peluquera, algo del hechizo se rompi¨® cuando entraron en escena un bajista y un bater¨ªa. Aparentemente el sonido eras m¨¢s bonito, m¨¢s redondo pero la magia se diluy¨® y todo baj¨® bruscamente de las nubes para convertirse en un simple concierto. A pesar de ello, Rap a duras penas o Contam¨ªname levantaron al personal.
Acabadas las canciones de Golosinas Guerra sigui¨® con algunos de su ¨¦xitos m¨¢s notables apoyando el feminismo, la inmigraci¨®n, la memoria hist¨®rica, la paternidad y huyendo de la nostalgia: ¡°en el 95 cre¨ªamos que hacer un mundo mejor solo estaba en nuestras manos, hoy, con lo que se nos viene encima, lo sigo creyendo, nadie va a hacerlo por nosotros¡±. El nuevo concierto de Pedro Guerra en el Palau no cambiar¨¢ el mundo pero sin duda los asistentes se fueron a sus casas pensado que ese mundo pod¨ªa ser mejor y pod¨ªan conseguirlo.
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