Vidas paralelas
La convocatoria de huelga general que pretend¨ªa ser un paro de pa¨ªs se convirti¨® en el deseo y la frustraci¨®n de unos y la sorpresa y la anormalidad de otros
La pol¨ªtica act¨²a como la bolsa cuando, llegado el d¨ªa anunciado para la debacle, se espera el desplome de las cotizaciones y ¨¦stas apenas se alteran, la explicaci¨®n t¨¦cnica que nos sueltan es que los mercados ya lo hab¨ªan descontado. Al trabajar con previsi¨®n convirtiendo sus reacciones en premoniciones de cat¨¢strofes peores, se curan en salud. Y al vacunarse, evitan epidemias de dimensiones incalculables. Por quedar, solo queda el titular a partir del cual los periodistas insistimos en la proeza o la hecatombe. Y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria.
Cuando el President Torra reprende a sus se?or¨ªas de la oposici¨®n por no haberse desplazado a Madrid para apoyar a sus colegas de hemiciclo que est¨¢n siendo juzgados por los hechos de octubre de 2.017, ¨¦stos ni siquiera se inmutan. O porque saben que la solidaridad bien entendida ¡ªcomo la caridad¡ª, empieza por uno mismo y no necesita de ostentaciones p¨²blicas o porque no han tenido necesidad de semejante gesto de compa?erismo. Su vida y sus sentimientos son otros. En cualquier caso, este tipo de requerimientos parlamentarios, en tanto que pautados, tambi¨¦n est¨¢n asumidos. Y cuando se han alterado alguna vez, como hizo Albert Rivera en el Congreso, se arma la de Dios es Cristo para que no vuelva a suceder. Como si todo fuera tan inalterable para la vida p¨²blica espa?ola como la Sant¨ªsima Trinidad lo es para el esp¨ªritu religioso cat¨®lico.
Bloquear carreteras y alterar el transporte p¨²blico ha pasado a ser un asunto descontado de tanto como se practica
Cosa distinta es cuando el mismo President Torra intenta evitar al rey Felipe VI y ¨¦ste le paga con la misma moneda al negarse ambos a visitar los stands de Espa?a y Catalu?a respectivamente por un qu¨ªtame de ah¨ª este Mobile. No en el mal llamado ¡°besamanos¡± que ha recuperado para la jerga civil la alcaldesa Colau. Este acto protocolario apenas se organiza ni estaba previsto para la ocasi¨®n. Era el jefe del Estado quien deb¨ªa ser recibido por las autoridades y no al rev¨¦s. Pero eso queda en an¨¦cdota. La frialdad institucional entre los dos representantes del estado y el juego del gato y el rat¨®n de buscarse y evitarse a la vez es la muestra evidente de que se tratan pero no se hablan, que la disparidad de posiciones ya va m¨¢s all¨¢ de la obviedad y de que los actos p¨²blicos dibujan los puentes rotos que describi¨® Manolo Mili¨¢n. Ante la dificultad de la convivencia s¨®lo les queda la posibilidad de la conllevancia.
Algo parecido a lo sucedido a mayor escala el d¨ªa de la proclamada huelga general que ni siquiera fue. La convocatoria que pretend¨ªa ser un paro de pa¨ªs se convirti¨® en el deseo y la frustraci¨®n de unos y la sorpresa y la anormalidad de otros. Al tener el apoyo institucional, la protesta pas¨® a estar m¨¢s cerca de un cierre patronal que de una reivindicaci¨®n laboral. Por eso, quienes lo siguieron lo hicieron m¨¢s por sus respetables posiciones pol¨ªticas que por las necesarias exigencias sociales. Lo delataron abiertamente las razones esgrimidas por quienes instaban a sus colegas a sumarse a la protesta antes de tildarles de esquiroles como pas¨® aquella ma?ana en Girona. La prueba del algod¨®n de que por ah¨ª iban los tiros es que se dio la casualidad que fueron casi los mismos quienes dejaron de trabajar por la ma?ana que los que se manifestaron por la tarde, si no m¨¢s los segundos, porque una cosa es predicar y otra dar trigo. El resto, ni siquiera pasaba por all¨ª. Simplemente hizo su vida al margen de las alteraciones como los piquetes hicieron su trabajo al margen del clamor a la no violencia. Tambi¨¦n, como en la bolsa, bloquear carreteras y alterar el ritmo del transporte p¨²blico ha pasado a ser un asunto descontado de tanto como se est¨¢ practicando. Y acudir a frecuentes concentraciones de repulsa algo tan habitual como seguir con la normalidad anterior sentado en la terraza de un bar una calle m¨¢s all¨¢ de donde de proclaman las consignas.
Hace dos mil a?os, Plutarco empez¨® a escribir sus c¨¦lebres vidas paralelas. Pretend¨ªa buscar puntos de coincidencia entre personalidades de la entonces corta historia de las civilizaciones griega y latina. Referentes de las dos grandes culturas que ni se conocieron ni coincidieron pero que, a modo de ver del historiador, tuvieron algo en com¨²n. Aunque s¨®lo fueran detalles personales. Y como sea que esta consideraci¨®n se alejaba de los c¨¢nones cl¨¢sicos que enaltec¨ªan la ¨¦pica, la reprimenda que recibi¨® Plutarco fue considerable. Entonces, justific¨¢ndose, advirti¨® que a veces una broma, una an¨¦cdota, un momento insignificante, nos pinta mejor a un hombre ilustre que las mayores proezas o las batallas m¨¢s sangrientas. La literatura tom¨® buena nota. Y desde Shakespeare a Stefan Zweig lo tuvieron en cuenta para sus dramas y sus biograf¨ªas.
Por cierto, que tambi¨¦n Plutarco sentenci¨® que para saber hablar es preciso saber escuchar.
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