Retrato de un nacionalista
Xabier Arzalluz fue realmente un prototipo de nacionalista. M¨¢s que pol¨ªtico en el sentido usual, se considera siempre el guardi¨¢n de su naci¨®n, ¨¦l y solo ¨¦l conoce sus fundamentos y su urdimbre
Hacia tiempo que no se ten¨ªan noticias de Arzalluz, uno de los protagonistas de la Transici¨®n y antiguo l¨ªder m¨¢ximo del PNV, fallecido hace unos d¨ªas a los 86 a?os. Fue realmente un prototipo de nacionalista en unos tiempos que en Europa, por lo menos hasta ahora, se piensa m¨¢s en la uni¨®n. Dif¨ªcil papel el suyo.
Arzalluz lleg¨® a la pol¨ªtica en edad ya madura, a mitad de su vida. Al igual que su partido, no pod¨ªa alardear de un amplio curr¨ªculum como luchador antifranquista. Nacido en una familia carlista, fue primero jesuita durante bastantes a?os y quiz¨¢s por esto fue un portentoso orador: dominaba el tono de voz, la mirada, los gestos de su rostro y, por supuesto, la palabra. Manten¨ªa el vigor del orador sacro de otros tiempos.
Por otro lado, ten¨ªa un gran sentido del poder, del poder en su sentido m¨¢s real y menos aparente: desde?aba los cargos p¨²blicos pero quer¨ªa ser influyente, m¨¢s a¨²n, detentar una influencia decisiva en su pa¨ªs. Lo consigui¨®. Nunca fue lehendakari, ni quiso serlo: le bastaba con el control supremo del gobierno vasco y de las poderosas diputaciones provinciales ¡ªlas grandes recaudadoras¡ª a trav¨¦s del partido, del PNV, cuya bandera es la oficial de Euskadi y con esto est¨¢ dicho todo sobre la funci¨®n que este partido all¨ª desempe?a.
Tras unos a?os ejerciendo de jesuita en Alemania y, despu¨¦s, ya secularizado, como profesor de derecho en Deusto, se lanz¨® a la actividad pol¨ªtica, a la postre su verdadero destino. En este campo, su actuaci¨®n tiene dos etapas sucesivas, las propias de un nacionalista de aquellos tiempos, y en eso se parece a Jordi Pujol: primero adobar el terreno, despu¨¦s recoger lo cosechado. ¡°Hoy paciencia, ma?ana independencia¡±, coreaban los pujolistas.
La lealtad de un nacionalista es s¨®lo con su naci¨®n, la que ellos han ideado, dise?ado y moldeado, determinado su esencia y marcado sus l¨ªmites. A partir de ah¨ª, m¨¢s que pol¨ªtico en el sentido usual, el l¨ªder nacionalista se considera siempre el guardi¨¢n de su naci¨®n, ¨¦l y solo ¨¦l conoce sus fundamentos y su urdimbre, hacia d¨®nde debe dirigirse. As¨ª impone su autoridad.
En esto, ciertamente, son poco o nada dem¨®cratas, no creen en el pluralismo, ni en la autonom¨ªa individual de las personas, ni en que el voto debe determinar la pol¨ªtica de un pa¨ªs. Lo importante para ellos no son los derechos de las personas sino la fortaleza de una uni¨®n sin discrepancias, creen en una naci¨®n lejana en el pasado y tambi¨¦n hacia el futuro. Los vascos son vascos no por las leyes aprobadas por los hombres sino por los derechos que la historia les otorga, los famosos derechos hist¨®ricos: un saco de contenido misterioso del que se pueda extraer lo que se quiera. El carlismo y las monarqu¨ªas absolutas pensaban lo mismo, al fin y al cabo el carlismo es una derivada de ¨¦stas, nace por su rechazo al liberalismo. S¨®lo desde ah¨ª pueden comprenderse Batasuna y ETA, siendo el PNV su ala moderada y conservadora.
Todo esto lo ten¨ªa claro Arzalluz, estaba en la base de su pensamiento. Pero al iniciar su actividad pol¨ªtica deb¨ªa disimularlo: los espa?oles quer¨ªan una democracia y la Transici¨®n no fue otra cosa que el acceso a esta forma de Estado: derechos fundamentales, soberan¨ªa nacional, sistema parlamentario, pluralismo pol¨ªtico. Por ello hasta primeros a?os noventa se mostr¨® como paciente autonomista: quienes agitaban las ramas eran los terroristas, ¨¦l esperaba recoger las nueces. Pero lleg¨® el momento de quitarse la careta. Fue con la Declaraci¨®n de Barcelona ¡ªjunto con CiU y los nacionalistas gallegos¡ª y poco despu¨¦s con el Pacto de Lizarra: los vascos ¡ªes decir, los nacionalistas vascos¡ª no quer¨ªan la Constituci¨®n espa?ola, quer¨ªan ser ¨¦tnicamente vascos y desactivar¨ªan a ETA si incorporaban sus premisas b¨¢sicas. De ah¨ª el Plan Ibarretxe, el gran fracaso final de Arzalluz, como la reforma del Estatuto catal¨¢n constituy¨® el fracaso de Pujol, que le ha sobrevivido y debe contemplar con melancol¨ªa el actual panorama.
En la Uni¨®n Europea el nacionalismo tiene sus l¨ªmites, si desborda una autonom¨ªa federal y quiere alcanzar la independencia, de facto (Euskadi) o jur¨ªdica (Catalu?a), fracasa porque est¨¢ fuera de su tiempo, como el carlismo lo estaba en la ¨¦poca liberal. Quiz¨¢s esto lo pens¨® Arzalluz en sus a?os de retiro, seguramente lo piensa hoy Urkullu al contemplar el desastre catal¨¢n.
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