Jugar al escondite en el Supremo
El derrumbe del independentismo se va a llevar por delante muchas cosas que son intereses de la sociedad catalana
La arboladura del independentismo va a decaer tanto en las salas del Tribunal Supremo que ser¨¢ una referencia aciaga en la historia de la Catalu?a moderna, como un choque determinante entre la realidad y la ficci¨®n pol¨ªtica, por no hablar de impostura. Dicho de otra manera, constituye un fracaso que afectar¨¢ a la ciudadan¨ªa de Catalu?a, tanto si es partidaria o no de la secesi¨®n. Hoy por hoy, el da?o institucional es incalculable. Escas¨ªsimas instituciones de la Catalu?a estatutaria se salvan del desprestigio, mientras que TV3 y Catalunya R¨¤dio reiteran todos los d¨ªas la escaleta del sectarismo.
En el banquillo, los actores del independentismo ¡ªcompenetrados con el proc¨¦s de forma inusitadamente primaria¡ª han intentado negar dosis tan aparatosas de evidencia que se podr¨ªa sospechar un desconocimiento del modus operandi de una instituci¨®n como el Tribunal Supremo. La impresi¨®n es que los abogados defensores de m¨¢s calibre han tirado la toalla. Pretender jugar al escondite con la justicia ha sido una torpeza inenarrable y a la vez un mayor deterioro, m¨¢s intenso, de las instituciones catalanas en las que los encausados operaban crey¨¦ndose que la ley era una entelequia y sin pensar en los cientos de miles de ciudadanos que hab¨ªan confiado en las opciones redentoristas del proc¨¦s.
El recurso a una Europa solidaria con los ensue?os arcaicos de Carles Puigdemont y Quim Torra hace tiempo que cay¨® por los suelos, aunque algunos senadores de la dulce Francia practiquen el funambulismo pirenaico. No hace mucho todav¨ªa se negaba que, rompiendo con Espa?a, Catalu?a iba a quedar fuera de la Uni¨®n Europea. La precariedad intelectual del independentismo sosten¨ªa que Angela Merkel no iba a consentir que Catalu?a dejase de ser parte de una Uni¨®n Europea, en la que est¨¢ integrada por ser parte de Espa?a. ?Fue mala fe o una improvisaci¨®n de casino federalista-republicano?
Ya hay compa?eros de viaje que saltan del tren en marcha. Figurantes semi-intelectuales del proc¨¦s ensayan matices despu¨¦s de a?os de sapiencia monol¨ªtica y alegre animadversi¨®n a los hechos y a las din¨¢micas sociales, hist¨®ricas y econ¨®micas. Tanto Puigdemont como Torra, aniquiladores del microsistema de partidos independentistas, han llegado a extremos de puerilidad y perturbaci¨®n pol¨ªtica que asombran. Por el momento, los portavoces medi¨¢ticos reaccionan con un gran nerviosismo o bien pulen el primer cap¨ªtulo de un ensayo en el que argumentar¨¢n que ellos ya hab¨ªan avisado: el ¡°proc¨¦s¡± descarrilaba.
Ese es un problema menor si lo comparamos con la magnitud de una construcci¨®n en el vac¨ªo a partir de la tergiversaci¨®n de 1714 o de la idea de que hay buenos y malos catalanes seg¨²n su grado de nacionalismo. Cientos de miles quedaron seducidos por algo que era virtual y fueron a votar en un refer¨¦ndum ilegal cuyos promotores han ido diciendo en el Tribunal Supremo que solo se trataba de un amago, un ensue?o inofensivo, un gesto inconsecuente. Una travesura. Indujeron a la ciudadan¨ªa a creer en una aberraci¨®n sem¨¢ntica llamada derecho a decidir y a suponer que la democracia est¨¢ por encima del Derecho. Se proclam¨® que la inmensa mayor¨ªa estaba por la secesi¨®n y luego result¨® que el partido m¨¢s votado fue Ciutadans.
?En qu¨¦ puede uno confiar cuando la trama il¨ªcita de simulaci¨®n se extralimita de modo tan extremo? Lo que queda del independentismo no tendr¨¢ capacidad estrat¨¦gica para evitar las circunstancias de un naufragio. La ANC se reafirma como gestora del disturbio callejero y queda ratificado que ?mnium Cultural no tiene nada que ver con la cultura. Son entes sin valor representativo de la sociedad, agentes de movilizaci¨®n. Sus creyentes m¨¢s denodados, ?optar¨¢n por asumir la realidad o se replegar¨¢n a zonas m¨¢s radicales? La malversaci¨®n de energ¨ªa pol¨ªtica e institucional se ver¨¢ cada vez m¨¢s dram¨¢tica. Un error categ¨®rico fue asumir que todo se trataba de un choque de trenes, pero ya hemos constatado en las sesiones del Tribunal Supremo que un Estado act¨²a con un sistema ferroviario en el que las colisiones est¨¢n reguladas por la ley o no por la mitificaci¨®n hist¨®rica.
El derrumbe ¡ªlento o acelerado¡ª del independentismo se va a llevar por delante muchas cosas que son intereses de la sociedad catalana. ?Qu¨¦ impacto van a tener las sentencias del Tribunal Supremo? Tampoco sabemos en qu¨¦ medida la autodestrucci¨®n soberanista har¨¢ efecto significativo en la inminente secuencia electoral. M¨¢s que nunca, la sociedad catalana se desconoce a s¨ª misma.
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