Entre la impunidad y la venganza
Entre ambos concpetos est¨¢ la justicia. Y despu¨¦s de la justicia, la posibilidad de los indultos, momento en que la pol¨ªtica deber¨¢ recuperar el protagonismo que Rajoy cedi¨® casi por entero a los jueces
La exconsejera y ahora candidata de la Crida per Catalunya, Laura Borr¨¤s, ha situado en su punto la cuesti¨®n que se dirime en estas elecciones. ¡°Quien busca problemas los encuentra¡±. Se refer¨ªa a la virulenta acogida dispensada por un grupo de independentistas a los estudiantes de Societat Civil Catalana en la Universidad Auton¨°ma de Barcelona el 9 de abril. Hay territorios donde el independentismo manda y no permite que nadie intente hollarlos sin permiso, como han podido comprobar candidatos de Ciudadanos, del PP e incluso socialistas.
La condena de la violencia y la coacci¨®n, cuando la hay, cosa que no siempre sucede, suele ser formal, para que no se diga. La dura y amarga verdad la ha enunciado Borr¨¤s, aunque tenga el inconveniente de que es reversible como un calcet¨ªn. Cayetana ?lvarez de Toledo o In¨¦s Arrimadas esgrimen un argumento semejante dirigido a los pol¨ªticos presos ¡ªhan buscado problemas y vaya si los han encontrado¡ª, aunque fundamentan su cruel consideraci¨®n en legalidad y no la mera coacci¨®n sobre un territorio controlado por los CDR.
No es un problema de independencia sino de convivencia, como repite Pedro S¨¢nchez. Y m¨¢s: de convivencia democr¨¢tica. Una parte de la sociedad catalana no quiere convivir con el resto de la sociedad espa?ola y est¨¢ dispuesta a expulsar de su comunidad nacional a los catalanes que no se sienten identificados con ella. La reacci¨®n de una parte importante de la sociedad espa?ola ante esta actitud excluyente ha sido igualmente excluyente en direcci¨®n contraria: quien no se adhiera a su renacida idea de comunidad nacional homog¨¦nea deber¨¢ conformarse con la exclusi¨®n y con el pataleo.
La democracia se ha quedado sin sus dos guardabarreras m¨¢s importantes que son la tolerancia y la contenci¨®n, conceptos que Steven Levinski y Daniel Ziblatt explican en C¨®mo mueren las democracias (Ariel). Estos polit¨®logos consideran que no basta un buen sistema constitucional, sino que son imprescindibles reglas no escritas, que obligan, primero, a reconocer al adversario como un sujeto respetable y digno, y luego, a contenerse en el uso de los instrumentos del poder, sobre todo cuando se dispone de ellos desde el gobierno.
Entre los gobiernos de Madrid y Barcelona se han cargado las guardabarreras. No hay reconocimiento del otro, como demuestra la frase de Borr¨¤s; y no hay contenci¨®n democr¨¢tica, como han demostrado los partidos de gobierno, en Madrid y en Barcelona ¡ªaunque con especial regodeo los de Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra¡ª en el uso y abuso de las instituciones. En el caso de Puigdemont, hasta el punto de intentar un cambio de r¨¦gimen desde las instituciones, primero con la insumisi¨®n parlamentaria al Tribunal Constitucional, luego con un refer¨¦ndum ilegal y finalmente con una proclamaci¨®n de la rep¨²blica afortunadamente inconsecuente.
Sin guardabarreras, que ya hab¨ªan saltado antes de los hechos de octubre, las instituciones constitucionales quedan a la intemperie, disponibles para el asalto. Quienes lo han intentado reivindican su derecho a perpetrarlo. M¨¢s en nombre de la autodeterminaci¨®n de los pueblos que de la democracia derivada del derecho a decidir, por cuanto no contaban ni siquiera con la mayor¨ªa social asimilable al resultado positivo en un refer¨¦ndum. Con esta idea reclaman la impunidad ante la ley y la inocencia de los pol¨ªticos presos ante el Supremo: no puede ser delito intentar la liberaci¨®n nacional del pa¨ªs al que se pertenece. Este argumento genera el contrario: todo el peso de la ley, sin piedad alguna, debe caer sobre quienes quieren destruir el sistema constitucional.
Lo extra?o no es que una divisi¨®n de tal calibre, reflejo de una quiebra profunda de la convivencia, produzca una distinta percepci¨®n en el conjunto de Espa?a, donde un 64% de ciudadanos rechaza el indulto a los pol¨ªticos presos, mientras que dentro de Catalu?a lo rechaza un 33%. Lo extra?o es que alguien se extra?e tras siete a?os de persistentes pol¨ªticas divisivas que han impregnado la vida catalana hasta l¨ªmites inimaginables hace bien poco, desde los conceptos pol¨ªticos (ese unionismo de tan reciente invenci¨®n) hasta los s¨ªmbolos )las estelades, los lazos amarillos), pasando por la machacona instrumentalizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos.
Entre la impunidad y la venganza est¨¢ la justicia. Y despu¨¦s de la justicia, la posibilidad de los indultos, momento en que la pol¨ªtica deber¨¢ recuperar el protagonismo que Rajoy cedi¨® casi por entero a los jueces. No quieren hablar de indultos ni los que quieren impunidad ni los que quieren venganza. En campa?a electoral lo tienen prohibido unos y otros. Para recuperar la convivencia democr¨¢tica, es decir, las guardabarreras del sistema constitucional y con ellas el sistema constitucional entero, hay que regresar a la tolerancia y a la contenci¨®n. Que quien busque problemas encuentre un debate respetuoso y unos argumentos para llegar a resolverlos en vez de m¨¢s problemas de orden coactivo aplaudidos por los energ¨²menos que quieren destruir toda convivencia y desposeernos de toda democracia. El indulto ser¨¢ entonces el primer signo del regreso al reconocimiento mutuo y a la autolimitaci¨®n que todos debemos imponernos.
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