El otro Orfe¨® Catal¨¤ lucha por mantener viva su voz en M¨¦xico
La instituci¨®n celebra el 80? aniversario de la llegada de exiliados republicanos en medio de una ca¨ªda de socios
El se?or Rivera, impecable de traje y corbata, ha llegado puntual para recibir la ofrenda floral con los colores de la senyera. A su alrededor, unos operarios extienden una alfombra roja y hacen pruebas de sonido. La rotonda del ?ngel de la Independencia, emblema de Ciudad de M¨¦xico, se acicala para el homenaje del Orfe¨® Catal¨¤ de M¨¦xico con motivo de la llegada de los primeros exiliados republicanos en el barco Sinaia. Todo est¨¢ listo para celebrar los 80 a?os de aquel acontecimiento; todo excepto el himno catal¨¢n. ¡°No lo han previsto. Se han olvidado el cable auxiliar¡±, dice una encargada. Peque?o revuelo hasta que a alguien se le ocurre un apa?o: acercar el m¨®vil al micr¨®fono. Y as¨ª, entre los pitidos y los frenazos de un tr¨¢fico que no se detiene, resuena entrecortada una grabaci¨®n de Els Segadors.
Como cada a?o, el Orfe¨® Catal¨¤ de M¨¦xico, fundado en 1906 por un grupo de emigrados, recuerda su raz¨®n de ser: la promoci¨®n de una cultura y un idioma que est¨¢n un oc¨¦ano m¨¢s all¨¢. ¡°Una instituci¨®n luchadora¡±, la describe Josep Rivera, expresidente de la entidad y ferviente independentista, pese a la distancia. ¡°De todo lo que se quiere hacer, no se consiguen la mayor¨ªa de cosas. Como Catalu?a, que no consigue su libertad¡±. Frente a la sala de juntas, cuelga el retrato del titular de la Generalitat. O los titulares, porque el actual Quim Torra comparte pared con Carles Puigdemont, fugado a B¨¦lgica. ¡°A¨²n no hemos aclarado qui¨¦n es el president, as¨ª que concluimos que son los dos¡±, explica.
Aunque los socios siguen con atenci¨®n las luchas pol¨ªticas de la metr¨®poli, la instituci¨®n libra otra batalla m¨¢s urgente y cercana: la de su supervivencia. La mansi¨®n burguesa que ocupa, de fachada rosada e interiores que huelen a libro antiguo, se le queda grande. El n¨²mero de socios ha ca¨ªdo, el coro ha menguado y la comunidad de descendientes de exiliados, columna vertebral de la instituci¨®n, se ha ido disolviendo. Vienen tiempos dif¨ªciles, admite Rivera.
No siempre fue as¨ª. Este ingeniero qu¨ªmico de 86 a?os lleg¨® a M¨¦xico un tiempo despu¨¦s de su padre, un pol¨ªtico catalanista de Terrassa que huy¨® de la Espa?a franquista y desembarc¨® en el pa¨ªs latinoamericano en 1939. El Orfe¨® fue una segunda casa para Rivera y las familias de exiliados. ?l participaba en el grupo de baile folcl¨®rico y su voz de tenor ¡ªahora de bar¨ªtono, dice¡ª resonaba en la coral. Mientras, Josep Tarradellas era nombrado presidente de la Generalitat en la Embajada de la Rep¨²blica en M¨¦xico y el Orfe¨® acog¨ªa a personalidades como el m¨²sico Pau Casals y organizaba Juegos Florales en el Palacio de Bellas Artes, la instituci¨®n cultural faro del pa¨ªs. Fueron los a?os dorados.
¡°Herv¨ªa de gente y hab¨ªa mucha actividad¡±, recuerda su actual presidente, Rafael Vidal, 69 a?os de edad, 66 de ellos en M¨¦xico. En 1974, poco antes de la muerte de Franco, la instituci¨®n quiso tener m¨¢s espacio. Se organiz¨® una colecta entre los socios y con el dinero reunido compraron la casa de la Colonia Ju¨¢rez, una zona burguesa de finales del siglo XIX que hoy en d¨ªa es el centro de la escena LGBT de la capital. Adem¨¢s, se construy¨® una nueva ala anexa al edificio capaz de albergar los conciertos de una coral que sumaba m¨¢s de 50 voces.
Esas voces se han ido apagando. Las familias que pagan su abono han pasado de m¨¢s de 200 a unas 80, a medida que las nuevas generaciones se han integrado a la sociedad mexicana. Mientras, los nuevos migrantes catalanes no acaban de llamar a la puerta. ¡°Saben de nosotros, pero no se integran; su intenci¨®n no es quedarse en M¨¦xico¡±, reconoce Vidal. ¡°Ahora es m¨¢s f¨¢cil ir y venir¡±. La aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 por parte del Gobierno de Mariano Rajoy en octubre de 2017 fue otro golpe y se tradujo, asegura, en una reducci¨®n de subvenciones de la Generalitat.
La dif¨ªcil situaci¨®n financiera ha llevado a la junta directiva a plantearse la venta del palacete de 1.400 metros cuadrados, escalera se?orial y l¨¢mparas de ara?a, y mudarse a otro lugar m¨¢s peque?o. ¡°Con 400 tenemos suficiente, pero no es f¨¢cil: hay que comunicarlo y convencer a los otros socios¡±, dice. Rivera, por ejemplo, se opone y apuesta por alargar la estancia el mayor tiempo posible.
Por ahora, la instituci¨®n se mantiene a flote gracias, en parte, a las clases de catal¨¢n y al coro. Aunque el n¨²mero de cantantes tambi¨¦n ha ca¨ªdo, la coral se ha reestructurado y ahora cuenta con miembros estables. ¡°Esos graves¡±, apunta Rebeca Mendoza al piano, en pleno ejercicio de vocalizaci¨®n. Como la mayor¨ªa de los presentes, esta licenciada en canto y su marido no son catalanes ni tampoco descendientes. Pero hace unos a?os visitaron Barcelona y se quedaron prendados. Cuando se les pregunta sobre el Palau de la M¨²sica, domicilio del Orfe¨® original, levantan la mirada como quien no tiene palabras.
El director Paul Aguilar ha ampliado el repertorio m¨¢s all¨¢ de cl¨¢sicos y ahora se canta de todo; desde Els Segadors hasta Boig per Tu y el musical de La Bella y la Bestia, en catal¨¢n o en castellano. A Aguilar le gustar¨ªa que el coro estrechara lazos con su hermano mayor. Hace dos a?os se reuni¨® con miembros de la directiva del Orfe¨® de Barcelona y se habl¨® de una gira conjunta que todav¨ªa no se ha materializado. ¡°Les dije que exist¨ªa otro Orfe¨®¡±, recuerda. ¡°Necesitamos recibir m¨¢s apoyo para que esta casa se pueda levantar¡±.
Mientras suena el piano, en la clase de idioma los alumnos aprenden a decir pebrot. Un sonido muy catal¨¢n para el fruto mexicano por excelencia. El se?or Rivera tambi¨¦n asiste de ¡°esp¨ªa¡± y a veces no puede evitar intervenir. Una de las estudiantes, Dulce Mendoza, mexicana de 26 a?os, ha vuelto a su pa¨ªs despu¨¦s de unos estudios de m¨¢ster en Barcelona. En Netflix sigue la serie Merl¨ª en catal¨¢n y se ha apuntado a clases para reforzar su nivel. Adem¨¢s, el olor, la gente, la simbolog¨ªa del lugar le recuerdan a Catalu?a. ¡°Entrar a esta casa es como si regresara¡±, explica. Un sentimiento que comparte Rivera, guardi¨¢n de ese endeble puente transoce¨¢nico que todav¨ªa resiste. ¡°Si las pr¨®ximas generaciones tienen una propiedad que cuidar, la querr¨¢n¡±, reflexiona. ¡°De aqu¨ª a 30 a?os, quiero que digan ¡®mi abuelo era catal¨¢n¡±.
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