Desafiar el miedo
La capitana del barco de la ONG Sea Watch ha decidido atracar en un puerto de Lampedusa con 42 inmigrantes rescatados del mar, plenamente consciente de la prohibici¨®n
Oscar Alberto Ram¨ªrez, salvadore?o, 26 a?os y su hija, Valeria, 23 meses, tumbados inertes sobre las aguas del r¨ªo Bravo, una imagen de una quietud desoladora que, sobre la aparente naturalidad de la muerte, lleva incorporado el testimonio de una enorme tragedia cotidiana, que nos revuelve cada vez que una fotograf¨ªa se convierte en ic¨®nica por la capacidad de propagaci¨®n de los medios. Son los destellos visibles de un drama permanente: la desesperada lucha de los que tiene el coraje para salir de situaciones imposibles y buscar una vida mejor en otros lugares. Y que chocan con el rechazo de unos Estados que les utilizan como chivos expiatorios del malestar social y de las profundas fracturas interiores. Y no se vislumbran v¨ªas de soluci¨®n de una crisis que tiene demasiados mu?idores pol¨ªticos.
Justo bajo el impacto de esta imagen, nos llega otra noticia m¨¢s cercana. Esta vez del lado de los que, desafiando a la arrogancia del poder, intentan todav¨ªa cumplir con los elementales deberes de asistencia que la condici¨®n humana deber¨ªa reconocer por m¨¢s que quienes mandan los nieguen. Una joven alemana, Carlota Rackete, capitana del barco de la ONG Sea Watch ha puesto en evidencia a las autoridades europeas desafiando al ministro del Interior italiano Salvini. Carlota Rackete ha decidido atracar en un puerto de Lampedusa con 42 inmigrantes rescatados del mar, plenamente consciente de la prohibici¨®n y de sus posibles consecuencias. La fanfarroner¨ªa y la displicencia de Salvini no se han hecho esperar: saltarse un sem¨¢foro rojo es cometer una ilegalidad. En respuesta, Open Arms, por su parte, ha decidido reemprender los rescates. En una Europa en estado de aturdimiento, viendo como el mundo se le escapa, es imperativo recordar lo que es evidente, por mucho que nuestros gobiernos miren a otra parte.
En primer lugar, que es un deber universalmente reconocido, inscrito en el derecho del mar, la asistencia a cualquier persona que se encuentre en una situaci¨®n extrema. Y por eso es una infamia pretender acusar de complicidad con el tr¨¢fico de inmigrantes aquellos que cumplen con la humana obligaci¨®n de salvar vidas. Que legislaciones democr¨¢ticas permitan la aberraci¨®n de convertir en delito la ayuda a personas que luchan desesperadamente en el agua o en la tierra da la medida del estado de salud de nuestras sociedades y de nuestras instituciones.
En segundo lugar, que es inadmisible que gobiernos democr¨¢ticos alejen el problema de sus fronteras transfiri¨¦ndolo a reg¨ªmenes como el libio que no est¨¢n en condiciones de garantizar los derechos y las condiciones b¨¢sicas para acoger a estas personas. Los gobiernos europeos les dejan a su suerte desentendi¨¦ndose por completo de lo que ocurre al otro lado del mar.
En tercer lugar, que es una verg¨¹enza que tanto las autoridades de la Uni¨®n Europea como los gobiernos de los diferentes pa¨ªses hayan consentido que Salvini ejerza el papel de l¨ªder medi¨¢tico de la pol¨ªtica de inmigraci¨®n europea. Una claudicaci¨®n inexcusable, fruto de la fractura de las clases medias con la crisis de 2008 y las pol¨ªticas de austeridad y de la capitalizaci¨®n que la extrema derecha ha hecho de ello. Ni las nuevas caras que, conforme al modelo Macron, se han construido con la pretensi¨®n de juntar liberalismo de derechas y liberalismo de izquierdas, ni la descolocada izquierda, que lentamente empieza a dar alguna se?al de reconstrucci¨®n, osan desafiar la lluvia oscura que con la xenofobia, con la aporofobia y con la conversi¨®n del emigrante en culpable de los males propios, est¨¢ enfangando el continente.
Y, en cuarto lugar, que no se puede seguir mirando a otra parte ante la alarmante tendencia a utilizar las legislaciones nacionales y los pactos intergubernamentales para limitar derechos b¨¢sicos y restringir libertades a la que est¨¢ abocada Europa, con la inmigraci¨®n como miserable coartada. Como dice un Manifiesto publicado ayer en Le Monde: ¡°Es hora de invertir una destrucci¨®n del derecho y de la humanidad que nos concierne a todos¡±.
De alg¨²n modo, la determinaci¨®n de Rackete puede entenderse tambi¨¦n como una apelaci¨®n al nuevo parlamento europeo, donde el cambio de relaciones de fuerzas y una progresi¨®n de la extrema derecha menor de lo que se tem¨ªa, deber¨ªan permitir una reconstrucci¨®n del gastado tejido pol¨ªtico, cultural e incluso moral. Verdes, liberales y socialdem¨®cratas tienen la palabra. Lo que no tengo tan claro es que tengan el coraje de desafiar al miedo.
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