Padres y madres postizos
Recuerdo a muchos progenitores de mi infancia turn¨¢ndose para hacerse cargo de m¨ª y mis amigas, sin quejarse ni criticar nuestros cambiantes gustos musicales
Te recoger¨¢ la madre de Esther o la de Virginia. Con esa frase se desped¨ªa mi madre de m¨ª muchas tardes en la puerta de la escuela de m¨²sica. Otras veces se encargaba ella de mis dos compa?eras y de m¨ª. Se turnaban, depend¨ªan del l¨ªo que ten¨ªan. Hasta que lleg¨® un momento en el que ya no hizo falta que fueran a buscarnos porque nos hicimos mayores. El tiempo ha pasado, sin embargo, todav¨ªa tengo muy presentes a Isabel, a Emilia y al resto de las madres y padres de mis amigas. Hoy, les toca a ellos.
No s¨¦ cu¨¢ndo ni d¨®nde tuvo lugar el primer concierto al que asist¨ª, pero s¨ª el nombre del grupo: La D¨¦cada Prodigiosa, en la primera versi¨®n de la banda. Por aquel entonces, me pareci¨® una maravilla. Jam¨¢s podr¨¦ olvidar los nervios que ten¨ªa antes de ir, c¨®mo lo cont¨¦ los d¨ªas posteriores en el colegio y qui¨¦n nos llev¨®: Macario, el padre de Mar¨ªa. ?l no fue el ¨²nico progenitor al que recuerdo sufriendo o ri¨¦ndose con su hija y conmigo. A Luis, el padre de otra Mar¨ªa, le ha tocado soportar la m¨²sica que nos ha gustado en cada etapa de nuestra vida, ya fuera Alejandro Sanz, Los Fresones Rebeldes o Extremoduro. Sin preguntar, sin quejarse, sin criticarlo siquiera, iba. En caso de que le superara o tuviera alguna obligaci¨®n, se ausentaba durante el concierto y nos esperaba fuera, puntual, tan pronto como conclu¨ªa.
Los padres y las madres eran la leche, estaban siempre. Cuando me toc¨® hacer de bruja de Blancanieves, en segundo de EGB, no me acord¨¦ de llevar la manzana roja, y a escasos minutos de que me tocara salir a escena, la madre de uno de mis compa?eros, que viv¨ªa cerca, apareci¨® con una para que todo quedara perfecto.
Con Bea ten¨ªa un ritual fijo en verano: al regresar de la piscina, como ¨¦ramos vecinas, nos duch¨¢bamos y la que acababa antes iba a casa de la otra a buscarla. Si Conchi, que era como se llamaba su madre, hac¨ªa tortilla, la mejor del universo, me avisaba para que yo no cogiera bocata y as¨ª poder disfrutar de aquel manjar.
Cuando Susana y yo nos cre¨ªmos mayores y modernas, pero no ten¨ªamos ni edad ni permiso ni dinero como para ir a Madrid, mi madre nos llevaba al centro comercial Loranca, en Fuenlabrada, para poder comprar ropa que, por aquel entonces, nos parec¨ªa guay y diferente. En realidad, ¨ªbamos igual que el resto, no obstante, nadie nos lo dec¨ªa para no romper nuestra alegr¨ªa. Cuando Mar¨ªa (la de Alejandro Sanz) y yo nos cre¨ªmos a¨²n m¨¢s mayores y m¨¢s conscientes, su padre nos llev¨® a nuestro primer mitin pol¨ªtico. Y luego estaba el hit veraniego, el momento en el que me llevaban al pueblo o se ven¨ªan al m¨ªo y, directamente, nos convert¨ªamos en hijas postizas.
El barrio, la localidad, el municipio, la aldea, la cercan¨ªa, la infancia y la juventud hac¨ªan que la amistad se viviera en familia. Los a?os provocan que dure. Un saludo a todos los m¨ªos.
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