Cuando pierdes el b¨²ho
Una vez perd¨ª lo perd¨ª y fue as¨ª como descubr¨ª la rotonda en la que inventaron el viento y el fr¨ªo
A fin de no idealizar espacios que no solo no son perfectos sino que, adem¨¢s, en algunos casos, padecen los efectos del ostracismo institucional o, sin ir tan lejos, de la distancia., hoy, hablar¨¦ de uno de los problemas que entra?a vivir a varios kil¨®metros de la almendra central. La an¨¦cdota no es mentira ni verdad.
Una vez perd¨ª el b¨²ho y fue as¨ª como descubr¨ª la rotonda en la que inventaron el viento y el fr¨ªo. La gente de Alcorc¨®n, M¨®stoles y Villaviciosa de Od¨®n sabe que ese lugar se llama: Pr¨ªncipe P¨ªo. En los compases iniciales solo sent¨ª cansancio, porque tuve que correr los ¨²ltimos metros para intentar cogerlo. Se trataba de la primera carrera que me pegaba en meses, puede que incluso, desde el test de Cooper del instituto y mi cuerpo sufri¨®. Me puse las manos sobre las rodillas, dobl¨¦ el tronco y tos¨ª hasta que se me cayeron los pulmones. Con algo de dificultad, me los puse dentro del cuerpo de nuevo para tratar de recuperar el aliento. Cuando empezaba a encontrarme mejor, not¨¦ c¨®mo se me hel¨® primero la punta de la nariz y luego los dedos de los pies. Al cabo de un rato, tuve que darme golpes en los brazos para no morir congelada.
Pero adem¨¢s del fr¨ªo, me embarg¨® otro sentimiento: la ira. Hab¨ªa sido testigo de c¨®mo el autob¨²s se iba pl¨¢cidamente delante de m¨ª. Incluso, me dio tiempo a ver los rostros sonrientes de los viajeros afortunados que s¨ª hab¨ªan logrado subirse. A algunos los conoc¨ªa y me saludaban y yo, en ese momento, simplemente les odiaba.
S¨ª, amigos, cuando te sucede algo as¨ª, se te pasa la vida por delante y entonces, presa de la desesperaci¨®n, te planteas pagar un taxi. Sin embargo, tras haber cenado y tomado algo, no ten¨ªa claro que me apeteciera (o pudiera) sumarle a la cuenta de la velada nocturna, entre veinte y treinta euros.
Los minutos siguientes fueron decisivos. Una gota de sudor se resbalaba por mi frente. Pensaba ¡°cable rojo o cable azul, ?me los gasto o no?¡± Y yo misma me respond¨ªa, ¡°venga no, aguanto, total, ?qu¨¦ es una horita de nada?¡±. El diminutivo era cosa m¨ªa, para insuflarme ¨¢nimos. Minutos despu¨¦s, aterida, me desdije y empec¨¦ a buscar un cajero. Por la Glorieta de San Vicente, a aquella altura de la noche, no pasaba nadie. Y s¨ª, estar sola, de noche, daba y da miedo. Fue justo en esos instantes cuando flaque¨® mi voluntad, estaba levantando la mano con la esperanza de que me viera alg¨²n taxi cuando, de repente, empec¨¦ a vislumbrar a grupos de gente que se acercaban a la parada. Tuve que contener el llanto para que no se dieran cuenta de que estaba emocionada. Con compa?¨ªa, pese a que fueran desconocidos, cr¨¦anme, llev¨¦ la espera mucho mejor.
Al fin, a lo lejos, vi que se aproximaba una mancha verde¡ Era ella, la blasa, el autob¨²s que me devolver¨ªa a la vida, el que me llevar¨ªa a mi casa. Cuando pis¨¦ el suelo de mi barrio, lo bes¨¦, tal y como hac¨ªa el antiguo Papa.
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