La furia de Stormzy abre el S¨®nar noche
K¨¢ryyn destaca en una tarde del festival en la que Dellafuente defiende la escena local
Botes, ritmo, gritos y palabras escupidas a la velocidad de un kalashnikov. Stormzy, incluido a ¨²ltima hora en el cartel del festival, paut¨® el inicio de la primera noche del Sonar con su estilo musica grime, imparable atl¨¦tico, un sopapo para encarar la noche que justo entonces comenzaba.
El espect¨¢culo empez¨® horas antes. De entre los festivales que ofrecen tapados en sus carteles, el S¨®nar es uno de los que tradicionalmente ha tenido m¨¢s sorpresa en el cap¨ªtulo de artistas noveles. Esta ha sido una de las caracter¨ªsticas del festival, que en su segunda jornada diurna otorg¨® este papel a K¨¢ryyn, una artista nacida en Alabama en una familia armenia que protagoniz¨® uno de los conciertos de la tarde. Adem¨¢s de su presencia destac¨® la del veterano DJ Krush, quien actu¨® en un Village ya con nutrida asistencia o Dellafuente, cuya actuaci¨®n a ¨²ltima hora de la tarde llen¨® su escenario cubierto, y no s¨®lo porque all¨ª hac¨ªa menos calor. Son alguno de los nombres de un men¨² inabarcable que invita al diario paseo peripat¨¦tico.
K¨¢ryyn tiene un solo larga duraci¨®n, The Quanta Series y su cancionero nutri¨® su actuaci¨®n. Sola en un escenario en penumbra decorado con gelatinas ¡ªfiltros de color usados para matizar o colorear focos¡ª suspendidas como si se tratase de la colada tendida de un androide, y un set sin demasiado aparato que de tanto en tanto abandonaba para cantar en el frente del escenario, inici¨® su actuaci¨®n con un tema a capella que pareci¨® cantado en armenio. Inmediatamente despu¨¦s dio salida al corpus central de su m¨²sica, un conjunto de piezas delicadas esculpidas detalladamente por su voz y sostenidas por ritmos cortados, filtraciones de ruido y crepitaciones varias. Fue una suerte de contraste entre seda y lija, aunque de grano fino, no la lija que erosiona. Aunque el formato de canci¨®n es el propio de K¨¢ryyn, el p¨²blico no aplaud¨ªa hasta que ella dec¨ªa "thank you", aplaudir a destiempo penaliza en el Sonar. M¨¢s contrariado se mostr¨® el p¨²blico que sigui¨® el set del japon¨¦s DJ Krush, imposible de bailar en su retorcimiento r¨ªtmico a menos que se desee acabar con las piernas hechas un nudo. S¨ª, Krush defini¨® el hip-hop instrimental, pero nunca se abandobn¨® al ritmo previsible.
Otra caracter¨ªstica particular del S¨®nar es generar lo que podr¨ªamos denominar el ¡°s¨ªndrome del paleto¡±. Cuando el p¨²blico lee la presentaci¨®n de los artistas en el programa, caso de Holly Herndon en la presentaci¨®n de Proto, aparecen conceptos desbordantes que intimidan, tales como inteligencia artificial (la norteamericana es licenciada en esta materia por Stanford), procesadores digitales que leen las voces humanas y las reproducen casi en una suerte de humanidad digital y toda una suerte de ret¨®rica sobre un futuro inminente con complejos softwares incluidos. El p¨²blico, entonces, cree razonablemente aturdido que lo que escuchar¨¢ le permitir¨¢ asomarse al ma?ana en una verdadera epifan¨ªa.
Pues bien, el concierto de Holly, una de las artistas mimadas por el festival, tuvo bastante de Orfe¨®n Donostiarra versi¨®n minimalista con la dieta de besugo y marmitako mutada en prote¨ªnas sint¨¦ticas. El espect¨¢culo, con unos visuales tirando a new age bastante planos, fue extraordinariamente irregular, alternando canciones casi na¨ªf interpretadas con seis voces, una de ellas la de Holly, con otras m¨¢s interesantes y de cierto corte experimental en las que bajos disruptivos cortaban las alas a las voces angelicales. En el colmo de la ingenuidad pre-tecnol¨®gica, el grupo vocal interpret¨® una canci¨®n a capella que hizo pensar en que Manhattan Transfer podr¨ªan haber triunfado en el Sonar. Mejor estuvo Holly cuando cant¨® una pieza apoyada por lo que parec¨ªan voces artificiales. Y un detalle que se repite a?o tras a?o: el p¨²blico baila al primer atisbo de ritmo predecible, hasta el punto que el pr¨®ximo Sonar podr¨ªa orquestar una instalaci¨®n gloriosa entorno a una gotera de flujo regular.
Pero esa tecnolog¨ªa que define el S¨®nar puede tambi¨¦n jugar muy malas pasadas. Y es que cuando las voces est¨¢n apoyadas por pregrabados, hay que cuadrar la voz real con la enlatada, perd¨®n, con la disparada por el software. Es lo que en la tele se llama seguir el playback, algo necesario desde los tiempos de Tocata. Aleesha, una de las nuevas promesas de la m¨²sica urbana nacional, ahora toca buscar mujeres urbanas, tuvo unos cuantos despistes en el primer tema de su concierto, y la voz sonaba sin coincidencia con sus labiales. Eso dej¨® en el aire una sombra de duda sobre el resto del concierto, una duda como la que acompa?a a la cabeza de caballo que preside su escenario ¨CS¨®nar XS-, sobre la que planea la incertidumbre de si se trata de una taxidermia, algo muy propio de la tortuosa imaginaci¨®n de Sergi Caballero, autor de la imagen del festival, o es una simple construcci¨®n en cart¨®n.
Mientras tanto, ni el camello de Lawrence de Arabia hubiese resistido el calor h¨²medo que a primera hora de la tarde ca¨ªa sobre el Village. All¨ª pinchaba para el sol, literalmente, el dj nacional Cascales, a quien segu¨ªan fundamentalmente los aguerridos espectadores que bailar¨ªan con la gotera. El resto del p¨²blico, a¨²n no muy numeroso a esa hora, se apostaba prudentemente en la sombra de las carpas. Eso s¨ª, Cascales bailaba por todos en su cabina.
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