El S¨®nar fue al Macba a experimentar un agradable caos sonoro
El Convent dels ?ngels acogi¨® la ¨²ltima performance ac¨²stica del multidisciplinar artista suizo-estadounidense Christian Marclay
Aprovechando esa peque?a brecha que siempre queda entre el S¨®nar de d¨ªa y el S¨®nar de noche, el? festival de music, creativity and technology cambi¨® la noche del viernes por espacio de una hora su chip electr¨®nico y se traslad¨® hasta el MACBA. A medias con el museo, los del festival promovieron otro tipo de creatividad musical (aqu¨ª la tecnolog¨ªa se qued¨® anclada en la invenci¨®n del piano) y est¨¢ vez totalmente ac¨²stica. Tan ac¨²stica fue la velada que ni siquiera se oy¨® al supuestamente amplificado presentador cuando expon¨ªa todo aquello de los m¨®viles, las fotograf¨ªas y el respeto a los m¨²sicos.
A rebufo de la magn¨ªfica y reveladora exposici¨®n de Christian Marclay situada en la tercera planta de la hiperblanca catedral laica se program¨® en el Convent dels ?ngels, ahora presentado como Capella MACBA, la ¨²ltima performance sonora del multidisciplinar artista suizo-estadounidense.
Investigations
Christian Marclay
Festival S¨®nar
Convent del ?ngels. MACBA
Barcelona, 19 de julio de 2019
Diez pianos de cola se situaban aparentemente de forma aleatoria en el centro de la sala con el p¨²blico rode¨¢ndolos; un p¨²blico que hab¨ªa agotado las localidades con varios d¨ªas de antelaci¨®n y entre el que brillaban por su ausencia las pulseras S¨®nar (y tambi¨¦n sus responsables). A cada pianista, entre ellos alg¨²n hist¨®rico como Steve Beresford o Agust¨ª Fern¨¢ndez, se le hab¨ªa entregado una caja de cien fotograf¨ªas (a todos las mismas) de manos tocando pianos obtenidas de recortes de todo tipo. Cada fotograf¨ªa ten¨ªa que ser descifrada por cada pianista imaginando el sonido que en ella se estaba produciendo. Despu¨¦s las fotograf¨ªas se barajan, como si de una mano de p¨®quer se tratara, y cada pianista las interpretaba en el orden que le hab¨ªa tocado. Por supuesto cada uno interpret¨® la foto a su manera y los sonidos resultantes fueron de una simple nota a una peque?a melod¨ªa incluyendo d¨²os o tr¨ªos y, en algunos casos, posiciones acrob¨¢ticas.
La pieza dura aproximadamente una hora (unos acaban antes que otros), durante la cual el entramado de pianos est¨¢ en constante movimiento y las sonoridades m¨¢s disparatadas se entremezclan en un aparente caos sonoro.
La experiencia result¨® agradable como tal, y suficientemente corta como para no cansar, pero desde el punto de vista estrictamente auditivo el exceso de espacios muertos romp¨ªa cualquier tipo de continuidad musical creando cierta ansiedad. Es uno de esos experimentos a los que te gusta haber asistido, pero que no repetir¨ªas. Marclay sigui¨® la pieza desde un lateral y al final estuvo dialogando con los asistentes, todos cerveza en mano por cortes¨ªa de la organizaci¨®n.
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