Existi¨® otro mundo
Ah¨ª estaban el apuesto Charles Ryder y el elegante y desvalido Sebastian Flyte. El caso es que me vi preparado para ser invitado a la mansi¨®n de los Flyte
Era una ma?ana de junio de 1923 cuando Charles Ryder entr¨® por vez primera a Brideshead, la mansi¨®n familiar de su amigo Sebastian, y no pudo por menos que echarse las manos a la cabeza: por ah¨ª, un Tiziano; porcelana de S¨¨vres hasta entrever, tras el saludo del en¨¦simo mayordomo, un Canaletto; Helena de Troya emergiendo desde un tapiz de William Morris... Estaba al borde del s¨ªndrome de Stendhal. Y yo tambi¨¦n. Pero me protegi¨® el estar con la cabeza en la orejera derecha del sof¨¢ y las piernas colgando del reposabrazos izquierdo: nunca vi mejor la tele ni me sent¨ª tan lejos del mundo.
No hay m¨¢s explicaci¨®n de c¨®mo deb¨ª llegar a Retorno a Brideshead que a partir del TP (Teleprograma) 878, el del 31 de enero al 8 de febrero de 1983, unas tablas de la ley cat¨®dica en casa. ¡°Buena serie en La Segunda¡±, rezaba la portada. Y ah¨ª estaban el apuesto Charles Ryder y el elegante y desvalido Sebastian Flyte, jers¨¦is anudados al cuello, pantalones claros anchos, canotier y un osito de peluche, Aloisius, que luego supe que era del que no se desprend¨ªa el joven arist¨®crata y que los de producci¨®n localizaron en un anticuario. De ese nivel iba la cosa en la serie estrenada en 1981 en la ITV brit¨¢nica, producci¨®n de Granada TV tras 26 meses de trabajo, rodada con pel¨ªcula por vez primera en la televisi¨®n inglesa y a la que, claro, le cayeron siete Bafta, dos Globos de Oro y un Emmy para Lawrence Olivier, un Lord Marchmain fugaz, pero majestuoso en su decadencia.
Los designios de la identificaci¨®n son inescrutables. Quiz¨¢ empez¨® por la est¨¦tica: ah¨ª estaba ese Oxford universitario de claustros catedralicios, siglos de tradiciones en cada piedra, donde Sebastian y Charles se invitan a sus aposentos, todo mobiliario noble, elegancia y etiqueta en el vestir para cada ocasi¨®n, m¨¢s impostada en Charles en ese delicuescente fumar y una mano en el bolsillo, m¨¢s innata en un arist¨®crata Sebastian que trasluc¨ªa tanto ante un inveros¨ªmil bat¨ªn rojo como con un frac en una cena informal en su estudio a base de champan y langosta Termidor¡ Anhelaba ese porte natural, su retozar entre la lectura y la pintura, esa ca¨ªda de ropa y ese ambiente estudiantil, que yo tambi¨¦n estrenaba. Pero el hormig¨®n de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona distaba de la clase de Christ Church o del Hertford College, donde se rod¨® en la misma habitaci¨®n en la que estudi¨® Evelyn Waugh, autor de la novela que dio pie a la serie, libro del a?o en 1946 en EE.UU: 750.000 ejemplares vendidos.
El g¨®tico veneciano del palazzo Pisani Moretta, el interior del Queen Elisabeth II, modales, ambientes y convenciones exquisitas me fueron macerando en una melancol¨ªa extra?a, estado que acentu¨® la premiada melod¨ªa, ¡°la m¨²sica m¨¢s hermosa jam¨¢s escrita para televisi¨®n¡±, seg¨²n la cr¨ªtica, de Geoffrey Burgon. El caso es que me vi preparado para ser invitado, como Charles, a la mansi¨®n de los Flyte, Brideshead, en la realidad Castle Howard (Yorkshire), de las mejores country-home de una aristocracia inglesa que languidec¨ªa tras la Primera Guerra Mundial.
A¨²n hoy no s¨¦ bien qu¨¦ pas¨®; yo estaba desorientado: me invad¨ªa el hast¨ªo por un segundo a?o de carrera alejado del oficio idealizado, la nacionalizaci¨®n de Rumasa me hizo creer que las cosas cambiar¨ªan en Espa?a, Reagan anunciaba su guerra de las galaxias y Borg se retiraba y el abominable tenis del soez McEnroe se impon¨ªa al de mi caballeroso y estilista Lendl. Se?ales de los tiempos. Y ah¨ª estaba esa historia de una gran familia en acelerada descomposici¨®n, fagocitada por capitalistas: ¡°Todo ha cambiado tanto tan r¨¢pidamente¡ No poseemos nada cierto excepto el pasado¡±, le susurra Julia, hermana de Sebastian, a Charles.
En los Flyte, cat¨®licos en pa¨ªs protestante, alertado al venir de un colegio y una familia religiosas, intu¨ªa la apasionante batalla entre fe y libertad individual. Pero, sobre todo, lo que hab¨ªa en ellos y en m¨ª era una delectaci¨®n en ese dolor surgido de convocar el feliz pasado cuando se est¨¢ en plena infelicidad. Mi arcadia, como la de mis idolatrados personajes con los que compart¨ªa edad, se hab¨ªa ido para siempre. ¡°Sebastian est¨¢ enamorado de su infancia. Eso le har¨¢ desgraciado¡±, advierte Cara, la amante del padre de aqu¨¦l, a Charles.
Quiz¨¢ todo eso hicieran que no me percatara de las pulsiones homosexuales entre Charles y Sebastian, que atribu¨ª a esa amistad masculina tan victoriana ya entrevista entre Sherlock y Watson. O de la relaci¨®n entre Charles y Julia como suced¨¢neo para el primero del amor con Sebastian. El efecto de los 11 cap¨ªtulos fue prolongado: me compr¨¦ la novela que le¨ªa a toda hora y lugar, dolorosamente feliz de estar en un mundo de escogidos cuando desafiaba al resto del vag¨®n del metro.
A la familia Flyte y a Charles ya no les abandon¨¦: hace 10 a?os supe que Waugh reprodujo la vida de unos terratenientes con cuyo segundo hijo convivi¨® en Oxford y hoy, cuando dinamitar las convenciones sociales m¨¢s elementales es cool, los a?oro como nunca. Su mundo se esfum¨®. Ya no hablemos en lo televisivo: recurrente voz en off (la seductora de Charles, un Jeremy Irons que aqu¨ª se consagr¨®), frases literarias, mon¨®logos prolongados, escenas de siete minutos, ni un grito, una ¨²nica escena de cama¡ Irrepetible. ¡°Me gustar¨ªa enterrar algo en los lugares donde he sido feliz; y de viejo, desenterrarlo, recordarlo y as¨ª volver a ser feliz¡±, confiesa Sebastian. Acabo de hacerlo.
RETORNO A BRIDESHEAD
A?o estreno / origen: Es una serie de televisi¨®n inglesa de 1981 de 11 cap¨ªtulos, estrenada en Espa?a en 1983
Actores: Jeremy Irons, Anthony Andrews, Diana Quick, Claire Bloom, Laurence Olivier
Edad que ten¨ªas al verla: 19 a?os
Con qui¨¦n la ve¨ªas: S¨®lo: ?qui¨¦n se fustiga recordando la vieja felicidad cuando se es infeliz?
Mejor escena: "Sebastian est¨¢ enamorado de su infancia. Eso le har¨¢ desgraciado", advierte la amante del padre de aqu¨¦l a Charles, tras detectar ambos su dipsoman¨ªa autodestructiva.
?Qu¨¦ ves ahora? Chern¨®bil, que se puede ver en HBO. Otro mundo acabado.
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