Marcos conceptuales
No hay una conversaci¨®n catalana, sino dos conversaciones que transitan paralelas. Hay excepciones, personas que pretenden transitar entre los bloques, pero son las menos
¡°?Podr¨ªas venir a la tertulia el pr¨®ximo mi¨¦rcoles?¡± ¡°?Qui¨¦nes van?¡± ¡°Ah, ok, dos independentistas, una constitucionalista y un unilateralista¡±. Esta conversaci¨®n inventada refleja, sin embargo, la realidad que se vive en los ¨¢mbitos de generaci¨®n de opini¨®n en Catalu?a desde hace a?os. Cuando nos invitan a mesas de an¨¢lisis vamos, sobre todo, en nuestra condici¨®n de independentistas o no, de constitucionalistas o no. Se invita a las personas asumiendo que cada cual tendr¨¢ un marco conceptual determinado, compartido por los analistas correligionarios y rechazado por el resto. Marco conceptual que, en ocasiones, es asumido por el propio medio. Cuando se contraviene el marco predominante, adem¨¢s del esfuerzo de sobreponerse al discurso impuesto, se genera un rechazo por el resto de tertulianos, por la audiencia y, en definitiva, un nuevo se?alamiento en ¡°de ellos¡± o ¡°de los nuestros¡±. No hay una conversaci¨®n catalana, sino dos conversaciones que transitan paralelas. Estamos ante dos marcos conceptuales que representan a una sociedad dual. Hay excepciones, personas que pretenden transitar entre los bloques, pero son las menos.
El marco conceptual del independentismo parte de minimizar las consecuencias de lo ocurrido a partir de la aprobaci¨®n en el Parlament de las leyes de desconexi¨®n en septiembre de 2017. Lo que ocurri¨® aquellas jornadas y sus consecuencias, el 1 de octubre y la declaraci¨®n unilateral de independencia (fallida) fueron conductas graves pol¨ªtica y jur¨ªdicamente: ruptura constitucional, desobediencia. Y, sobre todo, supusieron la subversi¨®n del concepto democracia, que pasaba a identificarse, solo, con el derecho de autodeterminaci¨®n de Catalu?a y el mandato popular de un refer¨¦ndum que no lo fue, y donde, contradictoriamente, una mayor¨ªa parlamentaria, que no social, pod¨ªa imponer su voluntad. Lo ocurrido no son desprop¨®sitos. Fueron actos de una irresponsabilidad pol¨ªtica inconmensurable. Desde hace dos a?os, a veces de forma inconsciente, para saber c¨®mo relacionarnos con un conciudadano nos preguntamos: ¡°?Ser¨¢ independentista? ?Ser¨¢ constitucionalista?¡±. La dualidad se ha instalado. Adem¨¢s de la desconfianza de una mitad de catalanes, desconfianza y descr¨¦dito entre el resto de espa?oles. Sin olvidar que Catalu?a no est¨¢ peor que hace dos a?os, y no es culpa del 155 CE ni de los procesos judiciales en marcha. Tiene su origen en las decisiones de pol¨ªticos catalanes que no calibraron (o les dieron igual) las consecuencias de sus decisiones. Y, para cerrar, la represi¨®n del Estado, como si en Catalu?a las libertades fundamentales estuvieran suspendidas, y los presos pol¨ªticos. Dos realidades que se asumen como verdades absolutas entre los independentistas.
La dualidad social y pol¨ªtica no se superar¨¢ si cada cual no asume al otro como un igual con el que se debe pactar
Al otro lado, los constitucionalistas dan por cierto que la autonom¨ªa pol¨ªtica de Catalu?a es de las m¨¢s altas del mundo, porque as¨ª lo dicen determinados ¨ªndices, obviando que estos mismos ¨ªndices se?alan algunas disfunciones importantes de nuestro sistema, como la falta de autonom¨ªa pol¨ªtica en la financiaci¨®n, las competencias b¨¢sicas del Estado y los llamados t¨ªtulos horizontales, entre otros. El Estado auton¨®mico puede ser mejorado y profundizado. De hecho, es una de las tareas pendientes del sistema constitucional espa?ol. Tambi¨¦n desde la perspectiva constitucional, se insiste y se insisti¨® en que una consulta no vinculante en Catalu?a no era constitucionalmente posible. Se han vertido ya argumentos en contra de esta premisa. Otra cosa es que un determinado Gobierno decidiera activar esta posibilidad o no. M¨¢s recientemente, se ha asumido que en octubre de 2017 en Catalu?a se produjeron actos de rebeli¨®n y sedici¨®n. Considerar que lo sucedido el 20 de septiembre fue sedici¨®n supone, primero, haber asistido a pocas manifestaciones, y, en segundo lugar, poner en tela de juicio el libre ejercicio de este derecho fundamental. Por otra parte, el C¨®digo Penal regula la rebeli¨®n con un determinado prop¨®sito: evitar levantamientos violentos o armados. Recuerden que, en su alegato final, la Fiscal¨ªa reconoci¨® que hab¨ªa que actualizar el contenido de esta figura penal a las circunstancias actuales. En derecho penal la analog¨ªa en contra del reo est¨¢ tajantemente prohibida.
No es esta una exposici¨®n exhaustiva de los elementos de cada marco, pero sirva para poner de manifiesto dos narrativas diferentes que se excluyen y que dejan poco espacio de reconocimiento al otro. La dualidad social y pol¨ªtica no se superar¨¢ si cada cual, tambi¨¦n quien firma este art¨ªculo, no asume al otro como un igual con el que se debe convivir y, por tanto, pactar. En sociedades complejas como la nuestra, las repuestas no suelen estar en los blancos y en los negros, con los que es m¨¢s f¨¢cil identificarse, sino en los grises. Los ¡°generadores de opini¨®n¡± debemos asumir nuestra responsabilidad y fomentar los grises, las zonas de entendimiento. Para la polarizaci¨®n, ya tenemos a los partidos pol ¨ªticos.
Los ¡°generadores de opini¨®n¡± debemos asumir nuestra responsabilidad y fomentar los grises
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