Cosas no dichas
Si este traum¨¢tico desenlace de la independencia de Catalu?a no se produjo, guste m¨¢s o guste menos, fue por una raz¨®n muy sencilla: no era suficiente la ret¨®rica para irse, hac¨ªa falta algo m¨¢s
Cuanto m¨¢s se acercan los plazos de la entrada en vigor del Brexit ¡ªuna inexorable decisi¨®n tomada ya hace mucho tiempo por sucesivos gobiernos brit¨¢nicos¡ª, el coste de decisiones tomadas por motivos vicarios, introducidas como arma pol¨ªtica para desgastar al adversario, se hace m¨¢s venidero. Adem¨¢s de perjudicar las expectativas de sectores econ¨®micos prominentes, de las generaciones ascendentes y de la ciudad de Londres como gran metr¨®polis, la decisi¨®n de Cameron, May y Johnson introduce un alto riesgo en las relaciones con el Ulster y Escocia. Amenaza, por lo tanto, la propia estructura constitucional del Reino Unido. La pregunta se impone: ?eran y son realmente partidarios del Brexit los tres personajes citados y el entorno conservador que los apoy¨® y apoya? Ciertamente, esta es una pregunta que no merecer¨¢ nunca respuesta. Son gente del establishment, con muy poco en com¨²n con los votantes a favor del Brexit de las ciudades desindustrializadas del norte de Inglaterra, el paisaje social de brexiters de quien se pueden comprender sin demasiado esfuerzo las motivaciones.
Entonces, es necesario que nos preguntemos lo siguiente: ?Qu¨¦ ha pasado para que un grupo tan conspicuo de conservadores haya jugado esta carta a sabiendas de que las consecuencias ser¨ªan, con toda probabilidad, graves? ?A qu¨¦ g¨¦nero de pol¨ªtica pertenece, pues, una operaci¨®n tan arriesgada? Parece m¨¢s bien una cuesti¨®n de orden interior, destinada probablemente a arruinar el prestigio de adversarios del propio partido, en el interior de la sociedad inglesa. Vista desde Irlanda, la broma hay que calificarla como m¨ªnimo de pesada, de muy mal gusto despu¨¦s de los acuerdos del Viernes Santo que pacificaron un conflicto de muy larga duraci¨®n y muy costoso en t¨¦rminos de violencia.
No hay que ir demasiado lejos para proceder a hacer algunas comparaciones y plantearse algunas preguntas. Preguntar por algunas cosas no dichas a quienes corresponda. De haber triunfado la aventura del proc¨¦s, en los t¨¦rminos literales en los que se plante¨®, la salida unilateral del Reino de Espa?a era inapelable. No vale quejarse, poniendo la venda antes de la herida, que los pol¨ªticos espa?oles se hubieran negado a aceptar una negociaci¨®n en los t¨¦rminos en los que se plante¨®.
Incluso a muchos de quienes, como a m¨ª mismo, la apelaci¨®n insistente de Espa?a nos deja fr¨ªos, la idea de imponer el desmantelamiento de la estructura constitucional en la que han participado los catalanes sin interrupci¨®n desde 1978 nos pareci¨® dif¨ªcil de tragar y de ¨¦xito improbable. Una pregunta entonces cae por su propio peso. Si la operaci¨®n que se inici¨® con un gran despliegue ret¨®rico con las leyes de desconexi¨®n conduc¨ªa por definici¨®n a la salida unilateral, ?se pens¨® de partida en estos t¨¦rminos? Si este traum¨¢tico desenlace no se produjo, guste m¨¢s o guste menos, fue por una raz¨®n muy sencilla: no era suficiente la ret¨®rica para irse, hac¨ªa falta algo m¨¢s. Se podr¨ªa formular de otra forma: no era suficiente convertir agravios reales o magnificados en mayor¨ªa parlamentaria escasa y social incierta, hac¨ªa falta algo m¨¢s. Y, en segundo lugar, no basta con movilizar una y otra vez a los propios partidarios sin tener en cuenta a la otra mitad de la sociedad.
En este punto, vuelve la pregunta: ?qu¨¦ habr¨ªa pasado si hubiera triunfado aquella operaci¨®n, si es que alguno de nuestros Cameron, May o Johnson se la cre¨ªan de verdad? Una consecuencia inmediata y obvia se desprende de la comparaci¨®n con el Reino (des)Unido: la salida autom¨¢tica de la Uni¨®n Europea, un Brexit a la catalana. Y la estupefacci¨®n nos lleva a plantear una segunda cuesti¨®n: ?para qu¨¦ momento se reserv¨® la decisi¨®n de explicar la cuesti¨®n al conjunto de los catalanes y catalanas, a partidarios, detractores y a la gran mayor¨ªa de gente desconcertada que, a estas alturas, todav¨ªa no han (hemos) sido capaces de entender el significado de todo lo sucedido? Porque, desenga?¨¦monos, tanto se pueden comprender las razones de los que quieren salir como las de quienes quieren quedarse, como sucedi¨® y sucede todav¨ªa en Gran Breta?a. La ¨²nica motivaci¨®n que no es comprensible es el fraude de lanzarse al abismo sin remedio. En este punto conviene volver al sabio consejo del irland¨¦s Edmund Burke: nadie puede amenazar la prosperidad de la generaci¨®n siguiente sin estar muy seguro de lo que hace.
Antes de empezar el campeonato de liga de las inculpaciones, esta cuesti¨®n tendr¨ªa que ponerse sobre la mesa. Si no, la pregunta se impone: ?alguien hab¨ªa especulado con la posibilidad de que pasara algo parecido al abrazo del oso que Boris Johnson recibe a estas alturas? ?El abrazo del propio aliado que, en circunstancias cr¨ªticas de verdad, hizo pagar a Winston Churchill y John Maynard Keynes el material de guerra con recortes del imperio que hab¨ªa reinado sobre las aguas hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo? Estar¨ªa bien saber c¨®mo se pensaba pagar una operaci¨®n de orden similar.
Jos¨¦ M. Fradera es Catedr¨¢tico de Historia de la Universidad Pompeu Fabra
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