No nos enga?emos, era populismo
El independentismo catal¨¢n coincidi¨® con la oleada antielitista provocada por la crisis de 2008 y ahora empieza a descubrirse a s¨ª mismo como la variante del nacionalpopulismo internacional

No nos enga?emos. Era populismo. Y lo era desde el primer d¨ªa. Un populismo que disimulaba y que se resist¨ªa a llamarse por su nombre. Pero que coincid¨ªa en todo con las caracterizaciones del populismo m¨¢s precisas, debidamente catalogadas por los polit¨®logos. Rechazo de una ¨¦lite que se hab¨ªa separado del pueblo. Mitificaci¨®n del pueblo como instancia salvadora. Antipluralismo resultante de la divisi¨®n entre un?nosotros y un?vosotros. Aproximaci¨®n antipol¨ªtica y antipartidista a la organizaci¨®n de los ciudadanos. Tendencia conspiranoica a la hora de explicar las dificultades pol¨ªticas. Interpretaci¨®n determinista y mesi¨¢nica de la Historia. Capacidad persuasiva alrededor de la idea de relato y de posverdad. Exaltaci¨®n de una democracia directa que tiene un momento culminante y salv¨ªfico en un voto plebiscitario con capacidad para cambiar definitivamente el curso de las cosas. E, incluso, una tendencia dif¨ªcilmente reprimida al culto al l¨ªder, a pesar de que los tiempos actuales sean precisamente de gran mediocridad y de crisis en los liderazgos.
Todo esto y mucho m¨¢s permaneci¨® desde el primer momento debidamente oculto, negado o tergiversado por el aparato de propaganda, potente, eficaz, profesional, y por la utilizaci¨®n del Govern y de las instituciones de autogobierno por parte del movimiento que quer¨ªa romper con la institucionalidad constitucional y estatutaria catalana. El proceso no tan solo ha reunido todas las caracter¨ªsticas propias del populismo, sino que sus dirigentes, adem¨¢s, se han esforzado a reunirlas, como si siguieran un manual o una plantilla, tal como se observa en el an¨¢lisis de las operaciones propagand¨ªsticas m¨¢s exitosas, entre las que destacan la construcci¨®n del derecho a decidir, la fabricaci¨®n del unionismo como ideolog¨ªa enemiga o la manipulaci¨®n de la historia sobre el mito de 1714.
Hay, como m¨ªnimo, tres elementos originales del populismo nacionalista catal¨¢n, que ya podemos denominar nacionalpopulismo, siguiendo la caracterizaci¨®n de Roger Eatwell y Matthew Goodwin (Nacionalpopulismo. Por qu¨¦ est¨¢ triunfando y de qu¨¦ forma es un reto para la democracia, Pen¨ªnsula). La primera es la dualidad de la organizaci¨®n y del impulso, desde la institucionalidad auton¨®mica y desde las organizaciones de la sociedad civil. No es un movimiento que llega al poder, como ha sucedido en todas partes, sino un poder que descubre el movimiento, un populismo por lo tanto de doble impulso, desde arriba y desde bajo, y, en consecuencia, de una tracci¨®n y unos recursos, p¨²blicos y privados, mucho m¨¢s potentes.
El segundo es que su rechazo de las ¨¦lites, fundamental en todo populismo, en el caso catal¨¢n se focaliza, aunque no exclusivamente, en las ¨¦lites espa?olas. A las ¨¦lites catalanas, que existen y que tienen bastante poder, incluso en el ¨¢mbito espa?ol, se las tiene que neutralizar, evitar que est¨¦n en contra si es que no pueden decantarse a favor, una tarea a la que dedica gran parte de sus energ¨ªas el presidente Artur Mas, la personalidad polivalente capaz de adaptarse al escenario que haga falta, ya sea organizar un nuevo pacto de las ¨¦lites o dirigir el pueblo hacia la ?taca independentista. La actitud tan criticada, por uno y otro lado, de la clase empresarial catalana, sus silencios prolongados, su pasividad y su repentina reacci¨®n de fuga despu¨¦s del 1 de octubre, tienen que ver directamente con la peculiar relaci¨®n que se establece entre el pueblo catal¨¢n levantado y sus ¨¦lites, que son y no son catalanas y son y no son espa?olas.

El tercer punto diferencial es la forma de exclusi¨®n que practica el nacionalpopulismo independentista. Siempre tiene que haber exclusi¨®n, ya sea en el populismo de derechas o en el de izquierdas. Con la peculiaridad que el de derechas excluye al extranjero, al inmigrante o al ciudadano de religi¨®n diferente a la mayoritaria, en un esquema abiertamente etnicista y xen¨®fobo, mientras que el de izquierdas excluye a quienes hacen el juego al statu quo y a las ¨¦lites y no se adhiere a la unanimidad de la construcci¨®n del pueblo. En nuestro caso, esto pasa despu¨¦s de incitarlo a apoyar el derecho a la autodeterminaci¨®n, ya sea enmascarado como derecho a decidir, ya sea como supuesto derecho humano fundamental.
El populismo de izquierdas, que es el que ha proporcionado la matriz al proc¨¦s, m¨¢s que excluir, margina y silencia, a pesar de que el resultado que ha obtenido, en los siete a?os del proc¨¦s, ha sido la aparici¨®n de un populismo catal¨¢n sim¨¦trico, m¨¢s derechista pero de identidad espa?ola, que construye los mismos mitos sobre las ¨¦lites, el pueblo e incluso la antipol¨ªtica, pero alrededor de una identidad contrapuesta. No podemos olvidar que el camino populista es el que corresponde a las pol¨ªticas de la identidad, opuestas a las pol¨ªticas de ciudadan¨ªa, y en eso Catalu?a aporta una original¨ªsima, y tambi¨¦n preocupante, acumulaci¨®n de populismos de derechas y de izquierdas alrededor de las identidades espa?ola y catalana: despu¨¦s de Ciudadanos, creaci¨®n exclusivamente catalana, a¨²n ha aparecido Vox, con una impronta fuertemente reactiva que el independentismo tambi¨¦n ha intentado negar.
Junto a toda esta caracterizaci¨®n, la primera se?al o la se?al m¨¢s superficial que acreditaba la ra¨ªz populista del proc¨¦s parece casi un juego infantil. La dio el propio Artur Mas ya en 2012 con un cartel electoral del que seguro que se arrepinti¨®. Con los brazos levantados, atendiendo la demanda del pueblo, parec¨ªa Charlton Heston caracterizado como Mois¨¦s en la superproducci¨®n de Hollywood Los diez mandamientos. En aquella imagen inicial y premonitoria ya estaba todo: el pueblo, el destino, el caudillo, la voluntad, o incluso la rebuscada reminiscencia del famoso El triunfo de la voluntad, la pel¨ªcula de 1935 de Leni Riefenstahl. Primer signo de populismo, pues, pero signo entero, total, donde no falta nada. Incluso el hombre fuerte que suele culminar la trayectoria populista, identificado con La voluntad de un pueblo, que es lo que dec¨ªa el eslogan de aquellas elecciones en que el presidente de la Generalitat ped¨ªa una mayor¨ªa indestructible para desafiar la mayor¨ªa absoluta de Mariano Rajoy y empezar el viaje ¡°a rumbo desconocido¡±.
El populismo enmascarado que Mas iba tejiendo quer¨ªa contrarrestar el populismo de izquierdas que se manifest¨® el 15-M, tambi¨¦n en Catalu?a, y que cre¨® una profunda preocupaci¨®n en las filas nacionalistas. No hab¨ªa?senyeres, en las concentraciones de los indignados. Apenas se hablaba catal¨¢n. Adem¨¢s, hubo el asalto al Parlament de Catalu?a como instituci¨®n simbolizadora del establishment, cuando Artur Mas y el Govern tuvieron que huir en helic¨®ptero, en toda una apoteosis del rechazo a la pol¨ªtica, a los partidos y a las instituciones.
En los hechos, Mas ha ejercido todos los papeles del auca: ha hecho de ¨¦lite europe¨ªsta defensora del rigor y de los recortes, en perfecta coordinaci¨®n con el PP espa?ol, y ha hecho de l¨ªder dispuesto a romper con el statu quo y a abrirse a los acuerdos con los movimientos populistas de izquierdas opuestos a la disciplina europea. Ha pactado con Esquerra y ha tendido la mano o se ha sometido a la CUP. Ha querido convencer y mantener tranquilas las ¨¦lites catalanas y espa?olas, pero tambi¨¦n ha buscado alianza populista con las izquierdas.
El populismo de Mas quer¨ªa contrarrestar el de izquierdas del 15-M, que cre¨® una profunda preocupaci¨®n a los nacionalistas
Aquel momento elegido para el ¨®rdago al Gobierno de Rajoy no pod¨ªa ser m¨¢s significativo: el verano de 2012, cuando Espa?a se encontraba a punto de ser intervenida por los hombres de negro de la troika europea y Catalu?a estaba sin liquidez y necesitada de las inyecciones del Gobierno de Madrid para mantener el funcionamiento de su administraci¨®n. Fue un aut¨¦ntico momento populista, escenificado en el reconocimiento por parte del presidente Mas de la subordinaci¨®n a las entidades convocantes de las manifestaciones, la ANC y ?mnium Cultural, y en la renuncia a la actitud cr¨ªtica de los intelectuales del proc¨¦s, Xavier Rubert de Vent¨®s y Salvador Giner fundamentalmente, tan bien retratada por Jordi Amat, cuando se concentraron en el retorno de Madrid en la plaza de Sant Jaume para apoyar al president (La conjura de los irresponsables, Anagrama).
Pero hab¨ªa otras muchas se?ales, y de caracter¨ªsticas que tend¨ªan a minimizarse, con la ayuda exculpatoria de los que consideran que el concepto de populismo esconde m¨¢s que no ense?a, es decir, que sirve para buscar falsas explicaciones a los problemas y para perpetuar el statu quo en lugar de ayudar a encontrar alternativas en sus propuestas. Hasta el punto que su uso se ha hecho sospechoso, como si no fuera posible ni hubiera autorizaci¨®n para encontrar parecidos entre Trump, Johnson, Salvini y Orb¨¢n y, sobre todo, los nacionalpopulistas propios, Mas, Torra, Puigdemont, a pesar de la coincidencia de argumentos, de actitudes y de toxicidad.
Lo explic¨® muy bien el propio Mas cuatro a?os despu¨¦s en un art¨ªculo en La Vanguardia de t¨ªtulo expl¨ªcito y sint¨¦tico: Nuestro soberanismo no es populista (4 de diciembre de 2016). La mayor parte del soberanismo, dec¨ªa Mas cur¨¢ndose en salud, no era populista porque era europe¨ªsta, defend¨ªa acoger a inmigrantes, quer¨ªa ¡°mantener corrientes de solidaridad ¡ªtambi¨¦n con Espa?a¡±, se esforzaba en el cumplimiento de las normas de rigor europeas, y quer¨ªa pagar la deuda y seguir en el euro, un cat¨¢logo que ha ido cambiando a medida que la CUP ha ido tomando las riendas.
Ahora el negacionismo del populismo ha dejado de funcionar. Todo est¨¢ muy claro. Es dif¨ªcil de confundir, no tanto por una repentina lucidez de los observadores como por la emergencia de pruebas incontestables. Se identifica fuera y se reconoce dentro. Son autorizados testigos de ello dos intelectuales independentistas tan caracterizados como Salvador Card¨²s y Francesc-Marc ?lvaro. En un art¨ªculo en el peri¨®dico?Ara, titulado L'independentisme populista (2-9-19), Card¨²s asegura que el populismo independentista ¡°ya es un hecho, aunque de dimensiones dif¨ªciles de medir¡±, y advierte que ¡°puede acabar siendo la carcoma que (...) lo traiga si no a la derrota definitiva s¨ª a un incierto aplazamiento de la victoria final, que quedar¨ªa para futuras generaciones¡±.

Card¨²s critica ¡°la idealizaci¨®n de la noci¨®n pueblo, en cuyo nombre se habla en vano y cada cual le hace decir lo que quiere¡±, subraya la gravedad ¡°del antipartidismo¡± y destaca el papel de las emociones, que hacen ¡°ver conspiraciones en todas partes¡±, a pesar de que el reproche m¨¢s destacado ¡ªpor cierto, un poco tard¨ªo¡ª es que ¡°simplifica la realidad y crea falsas expectativas¡±. Es entra?able su esfuerzo autocr¨ªtico, que llega a reconocer la costumbre de ¡°ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio¡±.
?lvaro lo ha explicado de una forma a¨²n m¨¢s extensa y completa en su libro autocr¨ªtico (Assaig general d'una revolta, P¨°rtic), en el que ¨¦l mismo parece hacerse eco de su anterior libro autoindulgente, titulado Per qu¨¨ hem guanyat. La cr¨ªtica liberal y realista a los populismos, tan necesaria para evitar que crezcan y tomen posiciones irreversibles, empieza a llegar justo ahora al mundo independentista, y merece que se la reciba con respeto y con ¨¢nimos. Es mejor tarde que nunca. Un independentismo que se adscriba a los principios de ciudadan¨ªa y no a los de identidad es el que necesita el movimiento para salir del callej¨®n sin salida. Gran parte del problema es estrictamente identitario, de una parte de la poblaci¨®n que definitivamente no est¨¢ dispuesta a ser identificada como espa?ola, una cuesti¨®n que las pol¨ªticas de ciudadan¨ªa de la Constituci¨®n de 1978 hab¨ªa resuelto moment¨¢neamente, y que despu¨¦s han dejado de funcionar.
Solo es un primer paso, ciertamente, que se limita a la autoflagelaci¨®n en las cuestiones m¨¢s obvias, denunciadas desde hace mucho tiempo, casi desde el comienzo, por los creadores de opini¨®n excluidos por el unanimismo independentista de sus debates ensimismados. La cr¨ªtica ¡ªla autocr¨ªtica¡ª tiene que avanzar mucho m¨¢s. Tiene que llegar a la propia idea de independencia, la divinidad oculta de la religi¨®n del proc¨¦s, confundida con un proyecto pol¨ªtico que, a la hora de la verdad, se ha visto que era nebuloso o quiz¨¢s inexistente.
La brecha que sufre hoy la sociedad catalana todav¨ªa puede abrirse mucho m¨¢s. Sobre todo si estas voces autocr¨ªticas no encuentran eco ni sirven para ensanchar los espacios de la democracia deliberativa, ahora destruidos, donde todo el mundo se pueda volver a encontrar. Todos, no las partes que designen unos y otros para hacerlas pasar por el todo. Hay que ir m¨¢s lejos y hay que hacer caso a las autocr¨ªticas, a pesar de que todav¨ªa est¨¦n mentalmente colonizadas por la necesidad autojustificativa que les pide trasladar la culpa, toda o en parte, al enemigo secular. Es significativa la falta de autonom¨ªa intelectual que obliga a buscar sistem¨¢ticamente argumentos sim¨¦tricos que compensen el reconocimiento forzado de los propios errores y que impide atreverse a pensar autocr¨ªticamente y a la vez con independencia.
Es un acierto la aparici¨®n entre los m¨¢s autocr¨ªticos de una cierta voluntad de realismo pol¨ªtico, que obliga a analizar con atenci¨®n la correlaci¨®n de fuerzas y a evitar los espejismos y las ilusiones. Y tambi¨¦n lo es la evoluci¨®n del proc¨¦s desde el iliberalismo en una direcci¨®n abiertamente liberal, que conduce a huir de las pol¨ªticas identitarias y a favor de la idea de ciudadan¨ªa. Si todo esto se hubiera sabido hace siete a?os, no habr¨ªa tenido que empezar el proc¨¦s, el disparate. Ahora que ya lo sabemos, quiz¨¢s ser¨ªa hora de intentar enderezarlo, y urgentemente, antes de que vuelva a escaparse del todo de las manos y acabe arruinando el pa¨ªs.
Hemos superado o estamos a punto de superar la fase de la inmaculada concepci¨®n de la naci¨®n sin pecado original. Cuando todo ten¨ªa que ser sencillo y pac¨ªfico. Cuando hab¨ªa mucha prisa y eran necesarias las fechas y hojas de ruta. Cuando se daba por hecho que se mantendr¨ªa la unidad civil y que se huir¨ªa de los extremismos. Cuando ten¨ªa que ser un camino democr¨¢tico impecable y la referencia europea se mantendr¨ªa s¨®lidamente, incluida la disciplina del d¨¦ficit. Pero todav¨ªa queda mucho por hacer. Estamos lejos, todav¨ªa muy lejos, de la ?taca de la recuperaci¨®n de la raz¨®n y de la concordia.
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