Odio Espa?a
El independentismo no puede dejar de desacreditar a Espa?a, pero no puede ofender m¨¢s de la cuenta los sentimientos de aquellos catalanes que sienten afecto por Espa?a porque los necesita para ser mayoritario
Nunca cre¨ª tener alg¨²n afecto positivo hacia Espa?a. S¨ª hab¨ªa sentido indiferencia y, algunas veces, incomodidad. Pero estima, no. Respecto de Catalu?a, en cambio, sent¨ªa respeto, proximidad, admiraci¨®n y sentido de comunidad. Esto no deja de ser curioso porque mis or¨ªgenes, como los de muchos catalanes, est¨¢n mezclados a partes iguales (catal¨¢n y andaluz en mi caso). Y uno pensar¨ªa que los afectos podr¨ªan haberse distribuido de manera un poco m¨¢s equitativa. Pero no.
?De d¨®nde pod¨ªa provenir esa repartici¨®n tan desigual? No hay que buscarla en una inexistente persecuci¨®n de lo espa?ol en Catalu?a. La cuesti¨®n es m¨¢s compleja y sutil, aunque por cuestiones de espacio lo dir¨¦ con algunas imprecisiones. Catalu?a es una sociedad de la verg¨¹enza. Lo cual no tiene mucho de excepcional, ya que la verg¨¹enza hacia determinados comportamientos sociales contribuye a hacer que las comunidades sean comunidades. Lo que quiz¨¢ sea an¨®malo del caso catal¨¢n es que la verg¨¹enza no ten¨ªa como objetivo solo que las personas se abstuvieran de llevar a cabo ciertos comportamientos, sino que tambi¨¦n buscaba la inhibici¨®n de ciertos afectos positivos hacia lo espa?ol.
Descubr¨ª que uno pod¨ªa admirar lo espa?ol y sentirse espa?ol sin necesidad de ser un espa?ol desacomplejado
Se trataba de un proceso de avergonzamiento simb¨®lico, difuso y, dado que ven¨ªa impulsado por la descomunal presencia de la clase media catalana en la vida p¨²blica de Catalu?a, en buena medida horizontal. Algunos interiorizamos esa verg¨¹enza durante mucho tiempo y terminamos por ser inmunes o indiferentes, como ¨²nica alternativa a ir desnudos, a lo espa?ol.
Pero algo cambi¨® en 2015. Fue entonces cuando ese proceso de avergonzamiento p¨²blico empez¨® a darse de arriba hacia abajo. La llegada a la presidencia de la Generalitat de alguien del perfil de Carles Puigdemont supuso la verticalizaci¨®n y expl¨ªcita institucionalizaci¨®n de la sociedad de la verg¨¹enza. Ante esa mutaci¨®n, las reacciones de quienes ¨¦ramos indiferentes a lo espa?ol fueron variadas. Para algunos, signific¨® el repudio definitivo de lo espa?ol. De este modo, algunos incluso se catalanizaron el apellido, como si el m¨ªo pasara a ser Lluc. Se trata ¡ªsupongo¡ª de casos anecd¨®ticos, pero es un fen¨®meno t¨ªpicamente sintom¨¢tico de un momento fundacional de las naciones: en el Israel de los a?os cuarenta, por ejemplo, se inventaron nombres y apellidos cuya fon¨¦tica era cercana al hebreo (aunque no sol¨ªan significar nada en hebreo).
Es que odiar Espa?a cuando uno la quiere es una experiencia bell¨ªsima, inigualable
En algunos lugares de Catalu?a, la desespa?olizaci¨®n afectiva y simb¨®lica fue abrumadora y se hizo sin medidas coercitivas, bast¨® con la verg¨¹enza. Empe?arse en describir el nacionalismo catal¨¢n como un movimiento que persigue lo espa?ol es no entender que la v¨ªa mayoritariamente elegida para la construcci¨®n de la naci¨®n no fue ¡ªa excepci¨®n del oto?o de 2017¡ª la de la imposici¨®n. Todo ello complica la estrategia del constitucionalismo, porque la Constituci¨®n es un buen instrumento contra la imposici¨®n, pero no contra la verg¨¹enza: puede que hacer sentir verg¨¹enza a los que van desnudos por la calle sea inmoral, pero no es inconstitucional.
Otros catalanes reaccionamos distinto ante la verticalizaci¨®n de la verg¨¹enza. Yo mismo comenc¨¦ a repartir mis afectos de forma m¨¢s equitativa. Le agarr¨¦ cari?o a lo espa?ol sin dejar de sentir lo mismo por lo catal¨¢n. Descubr¨ª que uno pod¨ªa admirar lo espa?ol y sentirse espa?ol sin necesidad de ser un espa?ol desacomplejado, que es, junto con ser un independentista desacomplejado (o cualquier otra cosa desacomplejada, a decir verdad), la peor porquer¨ªa que se puede ser en esta vida. Y ocurri¨® algo extraordinario: una vez descubierto mi inofensivo amor hacia lo espa?ol, me sent¨ª al fin representado del todo en una frase de Ferlosio: ¡°???Odio Espa?a!!! (os lo juro, amigos, no puedo m¨¢s)¡±; y es que odiar a Espa?a cuando uno la quiere es una experiencia bell¨ªsima, inigualable.
Lo interesante de todo esto es que el independentismo afronta una paradoja: no puede dejar de desacreditar a Espa?a ¡ªporque necesita vender que su producto es mejor¡ª, pero no puede ofender m¨¢s de la cuenta los sentimientos de aquellos catalanes que sienten afecto por Espa?a ni despertarlos en aquellos que los tienen latentes porque, al fin y al cabo, necesita a algunos de ellos para ser incontrovertiblemente mayoritario.
Los independentistas inteligentes ya est¨¢n trabajando en disolver esta paradoja. ?Y qu¨¦ estar¨¢ haciendo mientras tanto el ¡°nuevo¡± depositario de mi amor? ?Mu?endo relato para eternas campa?as electorales? ?Tejiendo 155 sue?os h¨²medos? ?Invocando el escudo de la Constituci¨®n contra la verg¨¹enza con la misma convicci¨®n con la que para arreglar un pinchazo en la rueda de la bicicleta cambiamos el manillar? Os lo juro, amigos, no puedo m¨¢s: odio Espa?a.
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