?Como m¨ªnimo somos Churchill!
La conversaci¨®n entre Felipe Gonz¨¢lez y Mariano Rajoy en el Foro de La Toja, sin que nadie pretendiera humillar ni derrotar, fue un ejercicio para reconciliarse con la pol¨ªtica y los pol¨ªticos
El pasado fin de semana se celebr¨® en el balneario de La Toja el Foro Atl¨¢ntico, dirigido por Josep Piqu¨¦ y organizado por la cadena hotelera Hotusa que preside Amancio L¨®pez Seijas. Sesiones intensas sobre los grandes problemas que afectan hoy al mundo, ponentes de prestigio mundial como Steven Pinker, debates entre un p¨²blico expectante. En medio, una conversaci¨®n a dos, con un cierto morbo, entre Felipe Gonz¨¢lez y Mariano Rajoy.
El debate puede encontrarse con suma facilidad a trav¨¦s de un buscador de internet y, por supuesto, les recomiendo vivamente que lo hagan: nada que ver con los tensos e impostados debates entre nuestros pol¨ªticos de hoy, se reconciliar¨¢n con la pol¨ªtica y con los pol¨ªticos, quiz¨¢s lamentar¨¢n haber sido antes injustos con los dos protagonistas. Ya s¨¦ que es f¨¢cil y c¨®modo dejarse llevar por la nostalgia, enga?arse con aquel sabio poema de Jorge Manrique en el que se dice que ¡°...cualquier tiempo pasado fue mejor...¡±. Quiz¨¢s. Pero escuchen y miren la hora y media de v¨ªdeo, como una pel¨ªcula de antes. Me lo agradecer¨¢n.
Las formas del debate, el respeto mutuo, la distensi¨®n gustaron por encima del contenido y los argumentos
Hacia el final, en un momento dado y sin venir a cuento, pero seguramente pensando en lo agradable que hab¨ªa ido la conversaci¨®n, Felipe solt¨® inopinadamente: ¡°Oye, a la vista de lo que hay por ah¨ª, los dos, como m¨ªnimo, somos Churchill¡±. Efectivamente, como m¨ªnimo eran Churchill, es decir, lo m¨¢s de lo m¨¢s, sea o no cierto que el premier brit¨¢nico fuera eso en su tiempo. La comparaci¨®n fue inevitable desde el minuto uno: ?qu¨¦ buenos ambos (ex) pol¨ªticos, qu¨¦ diferencia con los de ahora? Hasta la moderadora, Miriam Gonz¨¢lez, no una periodista profesional al uso sino una prestigiosa abogada con bufete en Londres aunque nacida en Valladolid, le daba un nivel inusual al plantear cuestiones de alcance, no el cotilleo pol¨ªtico de la semana.
?Por qu¨¦ tuve esta sensaci¨®n de reconciliarme con la pol¨ªtica y con los pol¨ªticos espa?oles? O mejor dicho, reconciliarme con los pol¨ªticos de otros tiempos ¡ªaunque Rajoy estuvo ah¨ª hasta hace nada¡ª despu¨¦s de quedar hastiado de mociones e investiduras, de preguntas e interpelaciones sin sustancia y de vuelo raso, con intervenciones rudas y maleducadas, de insultante violencia verbal para con el adversario y, muy especialmente, para la inteligencia de quienes pacientemente les escuchamos.
Los debates no deben ser discusiones acad¨¦micas, pero mucho menos un intercambio de frases publicitarias
?Lo que principalmente me gust¨® fue el contenido, la fuerza argumentativa de uno de los contendientes para reducir al otro, humillarle y derrotarle? Nada de eso, lo que me gust¨® fueron las formas mantenidas en el debate, el respeto mutuo que se ten¨ªan el uno al otro, la distensi¨®n que se not¨® desde el primer momento, nadie se propon¨ªa humillar ni derrotar. Se ha escrito mil veces a ra¨ªz de la c¨¦lebre distinci¨®n de Carl Schmitt: en los sistemas de democracia parlamentaria no hay enemigos sino adversarios, adversarios que dialogan desde posiciones distintas con el fin de llegar a acuerdos, es decir, a renunciar cada parte en lo menor para alcanzar pactos en lo sustancial, en lo verdaderamente importante. Todo ello se lleva a cabo, a ser posible desde tribunas p¨²blicas, mediante argumentos, explicaciones racionales de la propia posici¨®n a partir de los principios y valores que defiende el propio partido.
Los pol¨ªticos no deben ser fil¨®sofos, los debates parlamentarios no son discusiones acad¨¦micas, comentarios a ponencias de congresos, pero mucho menos deben ser un simple intercambio de frases publicitarias, convenientemente preparadas por expertos en marketing que han cursado Pol¨ªticas o Comunicaci¨®n. Eso es el vac¨ªo total de ideas envuelto en la falsa seda del glamour a la moda. As¨ª no pueden funcionar las democracias. Hubo en la conversaci¨®n un instante memorable. La moderadora exclam¨®, incidentalmente, algo as¨ª como ¡°?pero hay consenso entre ustedes!¡± y, r¨¢pido cual centella, Felipe Gonz¨¢lez acot¨® con desparpajo: ¡°en el fondo, s¨ª¡±. S¨®lo sobre estos consensos ¡°de fondo¡± las democracias pueden ser eficaces, esos consensos que ya est¨¢n en las ideas centrales y en los principios de la Constituci¨®n.
Fue un debate serio, correcto, culto y civilizado. Adem¨¢s, en momentos, con un relajante sentido del humor. ?C¨®mo se carcajeaba Felipe con las brillantes ocurrencias de Rajoy! Daba gusto verlos. Y a todo ello pienso: ?qu¨¦ suceder¨ªa si uno de nuestros l¨ªderes pol¨ªticos actuales se comportara de esta manera? ?Si fuera respetuoso con el otro, su actitud distendida, argumentara bien sus posiciones y reconociera acuerdos de fondo con el adversario? Para m¨ª que ganaba votos. ?Como Churchill!
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