La vida en un ¡®click¡¯
Los Playmobil me pillaron tarde, no fui justo con ellos: no los us¨¦; me molesta c¨®mo perd¨ª la capacidad de jugar
"Pues al final ponme el Waffen-SS, uno del Afrika Korps y el del camuflaje invernal¡±, se?ala los tres mu?equitos el treinta?ero de barba que creo que lleva una ajada camiseta con el nombre FC St. Pauli, el club de f¨²tbol alem¨¢n antifascista y de izquierdas. Paga gustoso 60 euros. Qu¨¦ cosas. Pero en la 6? Feria de Clicks y Lego en el Poble Espanyol de Barcelona todo es felizmente chocante; los progenitores est¨¢n m¨¢s emocionados que los ni?os: una madre lleva la careta de un mu?eco de Lego; una pareja de veintitantos largos, sin hijos, se hacen selfies entre un fara¨®n y un soldado mongol de Playmobil gigantes, ensayando un abanico de poses que genera impaciencia a las 16 personas de la cola; un pap¨¢ murmura a la oreja de mam¨¢ que convenza a la hija de que ¡°el que nos ir¨ªa mejor es el caballo marr¨®n con crin blanca¡±, mientras la ni?a est¨¢ m¨¢s por remover entre las sirenitas rebajadas a 3,5 euros. C¨®mo no van a estar de oferta si en el mundo ya hay tres mil millones de estas figuritas, me pregunto.
Tambi¨¦n me interrogo qu¨¦ hago aqu¨ª; la culpa, otro recuerdo de infancia: ¨²ltimamente pellizcan cada vez m¨¢s. Ahora es una caja de Playmobil de guerreros medievales ¡ªrojos y grises en su r¨ªgida simplicidad, manos en forma de u, no giratorias, pelo quebrado¡ª que hab¨ªa encima del armario del pomposamente llamado cuarto de los juguetes de casa. Quedaron en su caja, casi por estrenar, a diferencia de los dos botes circulares de detergente Col¨®n donde se amontonaban despintados soldados de la Uni¨®n, sudistas, indios y alguna empalizada del Fort Apache de Comansi.
Eran de los primeros Playmobil que se comercializaban en Espa?a, all¨¢ por 1976. Me pillaron tarde: ten¨ªa ya 13 a?os, pero a¨²n hoy creo que no fui justo con ellos porque no los us¨¦ casi; me molesta c¨®mo perd¨ª la capacidad de jugar; me molesta que mis padres no me vieran disfrutar con ellos y se gastaran un dinero que no sobraba y que no amortic¨¦. El final de la infancia¡ Los Lego ni entraron en casa: aterrizaron en 1978 y a los 15 a?os mis juegos pasaban por las f¨¦minas que hab¨ªan introducido para convertir el instituto en mixto.
En la fiesta de Clicks y Lego del Poble Espanyol de Barcelona, un mu?equito Guardia Civil se vende al lado de otro con ¡®estelada¡¯ y lazo amarillo
Bajo el gigantesco toldo de la pla?a Major del Poble Espanyol hace calor en este s¨¢bado de vero?o; cada vez hay m¨¢s cr¨ªos y adultos arremolinados ante los tenderetes, pero no, no es una reverberaci¨®n: un guardia civil, con su tricornio, est¨¢ al lado de uno con pantalones azules y camiseta blanca con la estelada y un min¨²sculo lacito amarillo. ¡°Hay gente que monta un pollo enseguida, pero mira, yo vengo de Sevilla y los tengo de todas las preferencias¡±, dice Felipe, que, con paciencia, documentaci¨®n y una p¨®cima que no desvela, pero en la que son cruciales el bet¨²n y la grasa de caballo, es quien va costumizando los Playmobil, a ¡°35-40 minutos por mu?eco¡±. Es el que ha vendido el tr¨ªo nazi. Por ah¨ª asoma Hitler (de regusto charlotiano), un Darth Maul gal¨¢ctico, un anarquista de la Guerra Civil y unos soldados en helic¨®ptero salidos de Apocalypse now. Tambi¨¦n vende por internet. No, Playmobil nunca le ha puesto trabas. ¡°La base es siempre un Playmobil y luego es como los soldaditos de plomo: pintas, troquelas¡¡±, dicen en otro tenderete donde tambi¨¦n customizan (ah¨ª est¨¢n unos soldados espa?oles de los ¨²ltimos de Filipinas).
Choco con un fornido adulto con camiseta de Legoland Deutschland, con una de las bolsas cargadas de mu?ecos que acarrean las madres y, anal¨®gico que es uno, con el Hidden side, ¨²ltimo invento de Lego: si escaneas con el m¨®vil un QR visualizas fantasmas en una casa encantada all¨ª expuesta¡ Lo leo como se?ales para que deje la zona y visite el concurso de dioramas y, de camino, ver qu¨¦ tal se me da la gincana: hallar cinco Playmobil gigantes pr¨®fugos (l¨®gico: acaban visitando la feria unas 15.000 personas) que se han escondido por el Poble Espanyol: un excursionista, una pareja de bailaores flamencos, una princesa y un Sant Jordi.
Fuera de un alud brutal de turistas, no me cruzo con mu?ecote alguno, pero los dioramas (30.000 piezas y 1.800 horas de montaje para los Playmobil; 400.000 piezas y 5.000 horas para los Lego) compensan: la guardia pretoriana bajo el Arco de Triunfo, cercano a un circo atestado (m¨¢s de mil piezas) o un concierto de pop, con sus pantallas minigigantes activas, m¨²sica y tan real que hasta un polic¨ªa detiene a una persona. ¡°Est¨¢n en una rave¡±, ilustra a su reto?o una madre, otra de los adultos que se agolpan en la recreaci¨®n del segundo atraco de la televisiva La casa de papel. Impresionan las batallas de Yorktown entre franceses e ingleses (1781) o la retirada de Napole¨®n tras la del r¨ªo Ber¨¦zina (1812), con ca?ones funcionando con algod¨®n y lucecitas rojas, pero me quedo paralizado en una muy modesta, La revuelta de las manos fijas: son piezas como las m¨ªas de los 70 y 80, luchando contra sus hom¨®nimas de manos ya m¨®viles¡ ?Qu¨¦ met¨¢fora!
Se fabrican en el mundo por segundo 3,2 mu?equitos de Playmobil (click, en el argot, si es chico; clack, si es f¨¦mina, pero ¨¦ste nunca cuaj¨®). M¨¢s que personas nacen, dicen. Con la cifra y la mir¨ªada de los que he visto, regreso a casa, no sin antes sucumbir en un tenderete con mu?ecos Lego, pero dudo entre un Batman de tres euros y otro de nueve. ?No son id¨¦nticos? ¡°El de tres es falso, pero de tan bien hechos que est¨¢n tenemos la teor¨ªa de que los fabrica la misma Lego sin logotipo para evitar competencia¡±, me ilustra el vendedor. ?C¨®mo saber si es el genuino? ¡°Hay que desmontarle el torso y ver si lleva la marca Lego entre las piernas¡±. Mirarle el sexo como si fuera un pollito, me parece entender entre la gente.
En casa, el diminuto Batman se une a una creciente familia de hombres murci¨¦lago de toda condici¨®n y a un solitario samur¨¢i, mi yo ronin. La cosa empez¨® hace un par de a?os. No llegan a la decena. Sin prisas, sin obsesiones. Los muevo lentamente, con cierta melancol¨ªa, acompa?ados por un tarareo hijo del cine de Christopher Nolan¡ No s¨¦ qu¨¦ significa todo eso. Han pasado casi dos semanas desde la feria y a¨²n no me he atrevido a desmontar el Batman; ya tengo bastante con el recuerdo de los clicks encima del armario.
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