Otro pelda?o en la escalada
La dura condena penal de los l¨ªderes soberanistas alienta la desconfianza de esta parte de la sociedad catalana hacia el marco pol¨ªtico espa?ol
La sentencia de 2010 sobre el Estatuto de Autonom¨ªa arruin¨® la credibilidad del Tribunal Constitucional para la mitad de los catalanes, que tras unos primeros a?os de desconcierto respondieron abrazando la causa de la independencia. El fallo dictado ayer por el Tribunal Supremo destruye la confianza que esa misma mitad de ciudadanos, al menos, pudiera tener en el Tribunal Supremo. En el camino que ha llevado a esta sentencia, esta parte de Catalu?a perdi¨® el 3 de octubre de 2017 el cr¨¦dito que para ella tuviera el Rey como poder moderador en los conflictos entre instituciones del Estado. El resultado es que Catalu?a tiene desde hace nueve a?os un Estatuto que no es el que ha votado, ha dado sobradas muestras de que no se conforma con esa situaci¨®n y de que la rechaza abiertamente, pero est¨¢ inmersa en un entorno pol¨ªtico en el que no hay perspectivas de mejora.
En todo esto llega una sentencia que, seg¨²n se est¨¢ viendo en las primeras reacciones que suscita en Catalu?a, no sirve para la pacificaci¨®n. No serena los ¨¢nimos. Los l¨ªderes de los partidos soberanistas y los miembros del Gobierno de la Generalitat encarcelados desde 2017 son condenados por sedici¨®n a duras penas de c¨¢rcel, en una decisi¨®n que el soberanismo interpreta e interioriza como pura y simple represi¨®n pol¨ªtica. Se ve¨ªa venir que algo as¨ª iba a suceder y ayer se confirmaron los augurios m¨¢s pesimistas. Estaba anunciado que una sentencia de este tipo ser¨ªa interpretada como una venganza por parte de los aparatos centrales del Estado, y as¨ª est¨¢ ocurriendo. El resultado es que el fallo del Supremo se convierte en otro pelda?o en la escalada hacia el desencuentro pol¨ªtico entre Catalu?a y el Estado constitucional de 1978.
No hay motivos razonables a la vista para esperar que la condena penal de los l¨ªderes soberanistas cierre un ciclo negativo y abra v¨ªas para afrontar salidas al conflicto pol¨ªtico. Al rev¨¦s. El fallo judicial alienta la desconfianza de esta parte de Catalu?a respecto al marco pol¨ªtico espa?ol, aumenta la distancia emocional entre Catalu?a y el resto de Espa?a, y a la inversa, la desafecci¨®n en su d¨ªa se?alada acertadamente por el presidente Jos¨¦ Montilla. Todos los indicios llevan a creer que el descabezado, desavenido y debilitado bloque soberanista se refuerza en la convicci¨®n de que nada bueno cabe esperar de las instituciones centrales del Estado ni de los partidos pol¨ªticos que, en ¨²ltima instancia, las dirigen.
No hay motivos razonables para esperar que la sentencia cierre un ciclo negativo y abra v¨ªas para afrontar salidas
El hecho de que los soberanistas obtengan en las elecciones porcentajes de voto en torno al 47% lleva a menudo a creer que al fin y al cabo solo se trata de algo menos de la mitad del pa¨ªs y que, por lo tanto hay otra mitad que no comulga con estas posiciones. Pero esta no es toda la realidad social y pol¨ªtica del pa¨ªs. Ni todos los votantes de los partidos soberanistas son en puridad partidarios de una independencia de Catalu?a ni todos los electores de los dem¨¢s partidos est¨¢n a favor del inmovilismo y la intransigencia contra el que se ha estrellado la protesta. Todo es m¨¢s complejo y, en el fondo lo que se est¨¢ poniendo en cuesti¨®n es la legitimidad de un r¨¦gimen cuando uno de sus componentes fundacionales en la d¨¦cada de 1970, el catalanismo, empieza a considerarse ajeno a ¨¦l.
El destrozo pol¨ªtico provocado por esta crisis es brutal, abrumador. Y lo es, adem¨¢s, en un contexto nada alentador a corto plazo. La dura condena cae sobre una Espa?a que est¨¢ en campa?a para las cuartas elecciones generales en cuatro a?os consecutivos y despu¨¦s de varios fracasos de distintos partidos para formar gobierno. Llega despu¨¦s de una esperp¨¦ntica oleada de corrupciones en las altas esferas de distintas administraciones. Se abate sobre una sociedad con el ¨¢nimo agriado por los estragos sociales de una crisis econ¨®mica mal resuelta ceb¨¢ndose en sus generaciones m¨¢s j¨®venes. Y la ha de gestionar un sistema de partidos sumido en un confuso proceso de reconfiguraci¨®n, tanto en Catalu?a como en el conjunto de Espa?a. Agranda este desastroso escenario el hecho de que el progresismo espa?ol, tradicionalmente aliado al catalanismo moderado, se haya dejado arrastrar por el nacionalismo espa?olista a una pol¨ªtica de intransigencia en el conflicto catal¨¢n hasta el punto de impedirle elaborar una alternativa para encauzarlo hacia una soluci¨®n. Y as¨ª como el catalanismo moderado es una de las v¨ªctimas de este proceso, la primera, en realidad, la crisis constitucional se estanca a causa de la ausencia de propuestas constructivas para resolverlo por parte de los partidos espa?oles. La sentencia de ayer tampoco ayuda. Lo m¨¢s veros¨ªmil es que con ella suceda algo parecido a lo que ocurri¨® con la de 2010 sobre el Estatuto: que sea otro pelda?o en la escalada de distanciamiento entre Catalu?a y Espa?a.
El progresismo espa?ol, antes aliado al catalanismo, se ha dejado arrastrar por el nacionalismo espa?olista
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