Multirreincidentes: ¡°Tarjeta roja¡±
Para unos prevalece la perspectiva hist¨®rica del derecho penal humanitario, que aconseja proporci¨®n entre la gravedad del delito y la severidad de la pena. Otros priorizan el clamor del miedo pidiendo escarmiento
Dicen que en Barcelona nunca hubo tanta inseguridad como ahora. Pablo Casado lleg¨® a afirmar que en esta ciudad no podemos salir a la calle sin miedo a que nos apu?alen. La explotaci¨®n pol¨ªtica del miedo, aunque sea con mentiras apocal¨ªpticas como esa, es un recurso caracter¨ªstico de las estrategias ultraconservadoras cuando est¨¢n en la oposici¨®n. Saben que no todos los miedos son iguales por su origen ni por quienes lo padecen. El miedo, generalmente, se produce por agresiones criminales sin conexi¨®n entre ellas, que podr¨ªan haberse producido igualmente en cualquier otra ciudad. Por ejemplo, cuando el miedo se produce por una sucesi¨®n de homicidios o asesinatos como los de este verano en Barcelona, o por noticias de violadores solitarios o de manadas, de robos en domicilios o de hurtos de descuideros. Son miedos distintos, que generan distintas sensaciones de inseguridad y que requieren pol¨ªticas de prevenci¨®n y seguridad espec¨ªficas y diferenciadas. Sin embargo, aquellas estrategias ultraconservadoras simplifican todo ese revoltijo de miedos e inseguridades dispares y acaban culpabilizando de problemas tan distintos, en primer lugar, a alcaldes y alcaldesas por ser los responsables pol¨ªticos m¨¢s pr¨®ximos, m¨¢s accesibles. Se les exige que alivien los miedos, que venzan la inseguridad poniendo m¨¢s polic¨ªas y m¨¢s penas de prisi¨®n, sabiendo que no pueden cambiar las leyes ni mandan en la polic¨ªa judicial.
Endurecer el C¨®digo Penal es gratis y da votos. Eso hizo Rajoy con su reforma del C¨®digo Penal en 2015
Cuando esas estrategias ultraconservadoras pasan de la oposici¨®n a la mayor¨ªa parlamentaria, irrumpen con entusiasmo en una espiral creciente de severidad de las penas. Endurecer el C¨®digo Penal es gratis y da votos. Eso hizo Rajoy con su reforma del C¨®digo Penal en 2015. Pretend¨ªa ¡°ofrecer respuesta a los problemas que plantea la multirreincidencia y la criminalidad grave¡±. Para los cr¨ªmenes m¨¢s graves estableci¨® la nueva pena de prisi¨®n permanente revisable, y para los peque?os hurtos realizados por carteristas multirreincidentes las penas leves se cambiaron por prisi¨®n de uno a tres a?os. Con esta severidad cre¨ªa haber vencido definitivamente al cr¨®nico problema de seguridad ciudadana.
Pero un caso de m¨ªnima importancia desbarat¨® esa sensaci¨®n de victoria. En La Rambla un carterista belga anteriormente condenado por tres peque?os hurtos intent¨®, sin ¨¦xito, sustraer un m¨®vil barato a un turista ingl¨¦s. Lo pillaron. El juzgado le aplic¨® la reforma legal de Rajoy, lo conden¨® a ocho meses de prisi¨®n, hubo recursos, y finalmente el asunto lleg¨® hasta el Tribunal Supremo. El caso era insignificante, pero los criterios para interpretar la ley eran tan contrapuestos que el Supremo tuvo que reunir al Pleno. Eran 17 magistrados, presididos por Marchena. Fue imposible la unanimidad. El presidente, y otros diez, estimaron que esa peque?a delincuencia multirreincidente requiere ¡°una terapia social orientada a la rehabilitaci¨®n en lugar de acudir a la severidad punitiva¡±. Y concluyeron que ponerle al carterista una pena de uno a tres a?os de prisi¨®n por sustraer sin violencia por valor de menos de 400 euros, bas¨¢ndose ¨²nicamente en que ya antes hab¨ªa sido condenado tres veces por hechos similares, es contrario al principio constitucional de proporcionalidad. Proporcionalmente, esa peque?a sustracci¨®n sin violencia es menos grave que otros delitos que tienen esa misma pena, como son los delitos de lesiones, los abusos sexuales, las torturas no graves, las estafas inferiores a 50.000 euros o los delitos societarios, cl¨¢sicos delitos de cuello blanco. Para evitar esa desproporci¨®n lo condenaron solamente a una multa. El magistrado Llarena redact¨® un voto particular de disconformidad, de valor ¨²nicamente testimonial, al que se adhirieron otros cinco magistrados. Seg¨²n ¨¦l, para los carteristas y descuideros profesionalizados es necesaria la pena de prisi¨®n de hasta tres a?os porque no hay otro instrumento menos gravoso para disuadirlos. Y conclu¨ªa: ¡°En utilizaci¨®n de un s¨ªmil futbol¨ªstico nos encontramos ante una tarjeta roja por acumulaci¨®n de tarjetas amarillas¡±.
Quienes azuzan ese clamor populista saben que el exceso de severidad es in¨²til, que solo calma el miedo temporalmente
La sentencia mayoritaria del Supremo es la ¨²nica que vale, y debe ser aplicada por todos los tribunales inferiores en casos similares. Pero el desacuerdo insuperable en el Alto Tribunal refleja un permanente debate social y jur¨ªdico. Para unos prevalece la perspectiva hist¨®rica del derecho penal humanitario, que aconseja proporci¨®n entre la gravedad del delito y la severidad de la pena. Otros priorizan el clamor del miedo pidiendo escarmiento, exigiendo una prolongada eliminaci¨®n temporal, la ¡°tarjeta roja¡±. Quienes azuzan ese clamor populista saben que el exceso de severidad es in¨²til, que solo calmar¨¢ el miedo temporalmente. Se aumentaron las penas en 2015 y sigue habiendo horrendos cr¨ªmenes e incomod¨ªsimos carteristas y descuideros. Seg¨²n el criterio disuasorio de la ¡°tarjeta roja¡± habr¨ªa que volver a subir las penas. ?Y hasta cu¨¢ndo, hasta cu¨¢nto subir¨ªan?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.