Entre lo imposible y lo inexistente
La suma de impotencias nos conducir¨¢ al desastre. Y se equivocan los que piensan que las im¨¢genes de violencia y desorden solo perjudican a Catalu?a. Hoy por hoy, Catalu?a todav¨ªa es Espa?a
Mientras los Mossos, la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil se entienden y colaboran, los dirigentes pol¨ªticos de Catalu?a y de Espa?a ni siquiera se hablan. O sea los cuerpos de seguridad tienen un espacio de encuentro, que la pol¨ªtica es incapaz de construir. No es un hecho menor: ayuda a entender las cosas que pasan. Que en el fondo se resumen en una: no hay en la escena proyecto pol¨ªtico que pueda encauzar la situaci¨®n. El de las instituciones espa?oles es simplemente inexistente (y por eso lo que distingue a unos partidos de otros es simplemente el grado de intransigencia o de prudencia en la aplicaci¨®n de las mecanismos legales de excepci¨®n), el del independentismo, encarnado por la presidencia de la Generalitat es simplemente imposible. Y, si alguna duda quedaba, los mossos la han despejado: el ejercicio unilateral de la autodeterminaci¨®n es un cuento cuando ni siquiera se cuenta con la polic¨ªa propia.
Que la sentencia tendr¨ªa un impacto en la sociedad catalana era perfectamente previsible. S¨®lo los que se obsesionan en confundir sus deseos con la realidad pod¨ªan imaginarse que una condena ¡ªy adem¨¢s severa¡ª pasar¨ªa sin respuesta en Catalu?a. Es el problema de este conflicto, que una y otra parte viven en sus particulares limbos, aliment¨¢ndose de discursos que a fuerza de repetirse acaban convirti¨¦ndose en verdades que les alejan por completo de la realidad. Y desde territorios ficticios es dif¨ªcil construir lugares intermedios para encontrarse.
Se critica con raz¨®n al independentismo por haberse dejado arrastrar por la ilusi¨®n de una ruptura unilateral imposible. (El Tribunal Supremo para sustentar su argumentaci¨®n ha ido incluso m¨¢s all¨¢: no hubo ficci¨®n sino enga?o, los dirigentes sab¨ªan que no conseguir¨ªan su objetivo) Pero, al otro lado de la fabulaci¨®n, apoyado en una machacona insistencia de la mayor¨ªa de medios de comunicaci¨®n, tampoco se ha quedado corta. Tantas veces han proclamado la defunci¨®n del independentismo que ahora se sorprenden de que tenga aliento para protestar. El discurso oficialista asociaba sentencia judicial con derrota definitiva del soberanismo. Y ahora se sorprende de que ¨¦ste siga ah¨ª. Mas o menos maltrecho, pero vivo. La protesta estaba en el gui¨®n, son cosas que forman parte de la vida democr¨¢tica ¡ªdel derecho a la cr¨ªtica, a la discrepancia, a la contestaci¨®n¡ª como se ve cada d¨ªa en muchos pa¨ªses, tambi¨¦n en ¨¦ste. Y como ha reconocido el presidente S¨¢nchez. La cuesti¨®n catalana no puede servir de coartada para limitar las posibilidades de manifestarse y protestar, como puede deducirse de la sentencia del Supremo. Hay un impacto emocional, hay un duelo a elaborar y una sociedad democr¨¢tica ha de ser capaz de integrarlo.
Dice la alcaldesa Ada Colau que Torra parece m¨¢s un activista que un presidente. Y lleva raz¨®n. Colau, con su pasado de activista sabe mejor que nadie lo que requiere el paso de un rol a otro. Los delicados equilibrios democr¨¢ticos se quiebran cuando los protagonistas desconocen las responsabilidades de las funciones que ocupan.
Si la frivolidad se instala en la pol¨ªtica ambas partes se acabar¨¢n infligiendo serios castigos. Porque todos sabemos que el gobierno espa?ol puede imponer la fuerza legal sobre las instituciones catalanas con el consiguiente deterioro, pero tambi¨¦n que la irresponsabilidad de algunos dirigentes independentistas puede tener consecuencias graves para una Catalu?a empantanada en un conflicto cronificado. Y no sirven de nada, las campa?as gubernamentales que cantan las excelencias de nuestra democracia para convencer a los pa¨ªses del entorno, al contrario reflejan un evidente d¨¦ficit de autoestima. Y peor puede ser si se sigue por la senda del endurecimiento legislativo (ya tenemos uno de los c¨®digos penales m¨¢s restrictivos) y la limitaci¨®n de derechos b¨¢sicos como los de manifestaci¨®n, expresi¨®n o protesta.
Por el camino actual, todos saldr¨¢n perjudicados de este envite. Si ambas partes siguen colgadas de la fantas¨ªa de que la victoria est¨¢ al alcance de la mano (ya sea ¨¦sta la derrota definitiva del independentismo o el triunfo de la v¨ªa unilateral) se dejaran por el camino muchos jirones de piel democr¨¢tica. ?Qui¨¦n manda ah¨ª? Faltan l¨ªderes con autoridad y proyectos viables e incluyentes, que no necesiten de las fabulaciones para hacerse cre¨ªbles. Ni los dirigentes espa?oles pueden estar pendientes del griter¨ªo de la derecha patri¨®tica, ni los catalanes de los que les llaman traidores a la patria. La suma de impotencias s¨®lo puede conducirnos al desastre. Y se equivocan los que piensan que las im¨¢genes de violencia y desorden s¨®lo perjudican a Catalu?a. Hoy por hoy, Catalu?a todav¨ªa es Espa?a.
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