Los j¨®venes y las violencias aprendidas

Temblad, esta vez no somos hippies¡±. Esta pintada escrita en la calzada es una de las puertas de entrada a la acampada universitaria que se ha levantado en la plaza Universitat de Barcelona. Se puede leer como un aviso incendiario, igual que quema el contenedor en llamas dibujado que la acompa?a. Tambi¨¦n como una muestra del sentido del humor de la movilizaci¨®n. Incluso como una reflexi¨®n que contin¨²a aquello que expresaba otra pintada al inicio de los altercados, en este escenario post-sentencia, que dec¨ªa: ¡°Nos hab¨¦is ense?ado que ser pac¨ªficos no sirve de nada¡±. Una reflexi¨®n que es mucho m¨¢s que una declaraci¨®n a favor de la violencia, nos plantea algo trascendental: ?Qu¨¦ les hemos ense?ado a las personas j¨®venes?

Las personas que est¨¢n en la acampada han crecido viendo que la violencia es un componente fundamental de nuestra sociedad. Ven como la violencia contra las mujeres, en las violaciones o las sentencias, muestra una sociedad patriarcal que quieren cambiar. Una sociedad que excluye, que discrimina, que no trata por igual. Por eso, estos j¨®venes tienen como referente a las movilizaciones del 8-M de los ¨²ltimos a?os, en las que muchas han participado.

Quienes acampan en Barcelona han crecido viendo la violencia como algo esencial de nuestra sociedad

Saben que se est¨¢n destruyendo las condiciones que hacen posible la vida en el planeta desde unas maneras de producir, consumir, vivir, que no son sostenibles. Saben que la contaminaci¨®n ya est¨¢ matando a cerca de 400 personas al a?o en la ciudad en la que viven, y no se est¨¢ actuando suficientemente. Por eso participan en el movimiento ecologista y han impulsado proyectos como Fridays For Future.

Saben que ¡°violencia es no llegar a fin de mes¡±, como se canta en las manifestaciones. Saben que viven en una sociedad que precariza porque ellas ya han empezado a tener trabajos diferentes y lo viven. Y saben, cuando les dicen que eso es una etapa juvenil, que sus mayores pueden vivir realidades parecidas. Trabajos temporales, con salarios insuficientes, sin perspectivas¡­

Saben que la Constituci¨®n les dice que la vivienda en Espa?a es un derecho, como el trabajo. Y han aprendido de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que no es as¨ª. No recordar¨¢n qu¨¦ hac¨ªan cuando se empezaron a parar desahucios hace nueve a?os, tampoco las movilizaciones, debates y propuestas legales que han existido desde entonces. Saben que todav¨ªa no se garantiza una vivienda a las personas que sufren emergencia habitacional. Y saben, adem¨¢s, que las diferentes polic¨ªas del estado cargan contra personas que de manera noviolenta reivindican este derecho.

Saben que estudiar en la universidad es algo que quieren hacer, que les puede enriquecer humanamente y ofrecer unas posibilidades que de otra manera no tendr¨ªan. Por eso no comparten los precios de los estudios, no consideran justo que haya barreras econ¨®micas. Su capacidad de empat¨ªa les lleva a no aceptar, tampoco, la precariedad que genera la universidad hoy entre personas que trabajan en ella.

La movilizaci¨®n es mayor por la acumulaci¨®n de conflictos, por la sentencia y por la confrontaci¨®n con la polic¨ªa

Lo que vemos estos d¨ªas en la acampada no lo vemos por primera vez. Lo vimos en las movilizaciones de hace 10 a?os en defensa de la universidad p¨²blica ante el mal llamado Plan Bolonia. Lo vimos despu¨¦s con la eclosi¨®n del llamado 15-M. Antes lo pod¨ªamos encontrar en el movimiento altermundista, del cambio de siglo, que buscaba responder a la globalizaci¨®n imperante. No es nuevo, tampoco es lo mismo. Ahora la movilizaci¨®n es mayor porque se acumulan un conjunto de conflictos, agudizados por la sentencia y por las confrontaciones con las diferentes polic¨ªas.

Les hemos dicho que no se puede actuar violentamente, pero les hemos demostrado c¨®mo lo hacemos cotidianamente. Cuesta encontrar algo que eduque m¨¢s que la coherencia, o la falta de ella, entre el hacer y el decir. El principio de haz lo que digo y no lo que hago es fundamento de educaci¨®n en el cinismo. Y me parece que deber¨ªamos valorar muy positivamente que las personas se rebelen ante esa manera de ser y hacer, a la edad que sea. No aceptamos las violencias, trabajemos para que desaparezcan. Convendr¨ªa acordar que si elogiamos a Gandhi y la noviolencia cuando es su d¨ªa internacional, como hicieron el president Torra, la Guardia Civil, o el PSOE, deber¨ªamos ser coherentes al construir una sociedad noviolenta.

Convendr¨ªa recordar una vez m¨¢s las palabras de la artista alemana K?the Koll-witz, quien, tras vivir y padecer los efectos de las guerras mundiales en la poblaci¨®n joven, exclamaba: ¡°Las simientes no deben molerse¡±. Nuestro futuro pasa por cambiar las violencias por los cuidados.

Jordi Mir Garcia es profesor de Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra.