Del muro a los nuevos muros
Si hace treinta a?os cay¨® el muro de Berl¨ªn, desde entonces en Europa se han multiplicado los muros f¨ªsicos y mentales. Aquel muro serv¨ªa para impedir salir. Los actuales pretenden impedir entrar
Dec¨ªa Pilar Bonet, el pasado lunes, en la Escola Europea d¡¯Humanitats de Barcelona, que si hace treinta a?os cay¨® el muro de Berl¨ªn, desde entonces en Europa se han multiplicado los muros f¨ªsicos y mentales. Aquel muro m¨ªtico ¡ªs¨ªmbolo de la Guerra Fr¨ªa¡ª serv¨ªa para impedir salir. Los actuales pretenden impedir entrar. La ignominia contin¨²a. Y el triunfalismo de los que, hace treinta a?os, proclamaron el fin de la historia y el triunfo definitivo de la libertad, ha declinado r¨¢pidamente en tiempos en los que el autoritarismo postdemocr¨¢tico crece en una Europa impotente y desconcertada. Tuve oportunidad de cruzar aquel muro. Y todav¨ªa hoy me viene el recuerdo del impactante silencio que estallaba cuando te acercabas a ¨¦l, por cualquier de sus dos lados. Un silencio denso, penetrante, que era a la vez expresi¨®n de indignaci¨®n y de impotencia.
Ahora los muros y vallas proliferan, m¨¢s de mil kil¨®metros solo en Europa. Con cuota espa?ola en Melilla y en Ceuta. Y las barreras naturales se utilizan impunemente para el rechazo selectivo de los que se nos acercan, hasta convertir el Mediterr¨¢neo en un aut¨¦ntico mar Muerto, tumba de decenas de miles de personas inocentes. Muchos de los que se escandalizaban entonces, miran ahora a otra parte. Y los dirigentes que proclamaban el triunfo de la libertad, especulan pol¨ªticamente con la inmigraci¨®n en busca de falsos culpables de las fracturas sociales generadas por la actual mutaci¨®n del capitalismo. El inmigrante como chivo expiatorio de la impotencia de la pol¨ªtica.
El autoritarismo postdemocr¨¢tico crece en una Europa impotente y desconcertada
La gran inundaci¨®n que produjo la ca¨ªda muro de Berl¨ªn sigue anegando espacios. En los pa¨ªses que se liberaron de los sistemas de tipo sovi¨¦tico, la ilusi¨®n de la libertad se ahog¨® pronto. Rusia ha recuperado las banderas ideol¨®gicas del pasado para construir un sistema autoritario, ideol¨®gicamente reaccionario, con un nacionalismo histri¨®nico asociado a la iglesia ortodoxa, y un sistema econ¨®mico corrupto bajo tutela directa del poder pol¨ªtico. Los enfrentamientos identitarios proliferan y la extrema derecha se ha hecho con la hegemon¨ªa ideol¨®gica en pa¨ªses como Hungr¨ªa o Polonia. Y todo ello con efectos directos en la Europa que acogi¨® a estos pa¨ªses. Una Europa que rastrea por los suelos sus valores en la lucha sin piedad contra la inmigraci¨®n, que es capaz de apabullar a Grecia sin piedad, como hizo en 2015, y, sin embargo, es impotente para poner en vereda a reg¨ªmenes neofascistas como el de Orb¨¢n.
Y, mientras, la extrema derecha gana terreno en todas partes, porque la derecha y la socialdemocracia han olvidado que el reconocimiento de la ciudadan¨ªa es la base de la democracia. Tanto es as¨ª que el pensador liberal americano Mark Lilla lo ha dicho sin ambig¨¹edad: ¡°Las leyes de la f¨ªsica pol¨ªtica contempor¨¢nea dejan una sola estrategia a la derecha cl¨¢sica si quiere sobrevivir: derechizarse¡±. Espa?a es hoy testimonio de ello: la derecha, que gobierna ya algunas autonom¨ªas con la extrema derecha, hace suya en Madrid la petici¨®n de Vox de ilegalizar los partidos independentistas: a los muros f¨ªsicos se suman los muros mentales de la intolerancia y el comunitarismo de rechazo de la diferencia. Y la socialdemocracia est¨¢ m¨¢s pendiente de la derecha que de la izquierda. ¡°El conservador ¡ªdice Mark Lilla¡ª desea conservar y transmitir su herencia a las futuras generaciones, quiere continuidad. El reaccionario querr¨ªa efectuar un regreso total al pasado o proyectarse m¨¢s all¨¢ del presente para establecer un orden que sea una reencarnaci¨®n del pasado, m¨¢s vital, m¨¢s autoritaria¡±. Y en esas estamos, con la derecha tambale¨¢ndose ante la presi¨®n reaccionaria.
La democracia pierde. Con el consentimiento de una derecha y de una izquierda sin alma
La fantas¨ªa del fin de la historia sirvi¨® de camuflaje a la ofensiva nihilista de un capitalismo descontrolado que arras¨® a Europa con la crisis de 2008. Y, ?ahora qu¨¦? Dice Angela Merkel que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn demuestra ¡°que nada tiene que mantenerse como es¡±. Que lo que parec¨ªa imposible, puede ser posible. Le compro el optimismo: Europa, treinta a?os despu¨¦s, no puede seguir siendo lo que es. Mirando a la extrema derecha s¨®lo hay espacio para el desastre. El fin de la historia fue una ingenua declaraci¨®n de adi¨®s al futuro. Y, sin embargo, la historia contin¨²a. Cuando la ciudadan¨ªa no percibe horizontes de futuro, cuando, como dice Thomas Piketty, ¡°el discurso meritocr¨¢tico permite a los ganadores del sistema estigmatizar a los perdedores¡±, la democracia pierde. Y ganan los vendedores de pasados irredentos. Con el consentimiento de una derecha y de una izquierda sin alma.
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