Los locos del ¡®running¡¯
La lluvia fina revent¨® en granizo y tormenta en la carrera de la Behobia, empap¨® a los corredores y los dej¨® a las puertas de una pulmon¨ªa
¡°?Hemos salido en todas las teles!¡±, dice uno de los locos. Hace poco m¨¢s de 24 horas corr¨ªa bajo la lluvia, el granizo y el viento. Pero no estaba solo. 27.000 locos m¨¢s participaron el domingo en la m¨ªtica carrera de 20 kil¨®metros de la Behobia. Sobre ella pendi¨® el temor de la suspensi¨®n porque coincid¨ªa con la nueva fecha de las elecciones generales. Pero ya se sabe el t¨®pico: no hay nada que arredre a un vasco. No pudo la pol¨ªtica, mucho menos podr¨¢ la peor tormenta de los ¨²ltimos 10 a?os, seg¨²n se comentaba all¨ª, entre runners tiritando, empapados y a las puertas de una pulmon¨ªa.
La previa fue emocionante. ¡°La mejor carrera de tu vida¡±, repet¨ªa Antonio Baquero, colega de El Peri¨®dico de Catalu?a. En un papel en blanco dibuj¨® el trazado, que parec¨ªa pan comido: una recta, una subidita, m¨¢s recta, otra subidita¡ ¡°Y ya est¨¢¡±, dijo, soltando el boli. ¡°?Un festival!¡±, se sumaba Guillem S¨¢nchez, de la misma secta del periodismo, que us¨® como prueba un v¨ªdeo de un d¨ªa soleado, m¨²sica y un pelot¨®n de corredores emocionados y contentos, saliendo al ritmo de Freed from desire.
Este a?o, adem¨¢s, celebraba su centenario. La primera Behobia data del 30 de marzo de 1919, con 36 inscritos. La corrieron 22 personas y solo la terminaron 14. Se repiti¨®, con algunas suspensiones, como pas¨® durante la Guerra Civil, y prob¨® otras modalidades, como la de relevos. Desde entonces, ha tenido 55 ediciones. La primera con atletas femeninas tard¨® 60 a?os en llegar: 1979. El pasado 10 de noviembre, representamos el 25,3% de todos los corredores.
El fin de semana antes de la carrera pas¨® con la mirada clavada en el cielo. Es igual las veces que se actualizase: ¡°100% de lluvia¡± predec¨ªa el m¨®vil. ¡°Al final no llover¨¢, ya ver¨¢s¡±, sosten¨ªa qui¨¦n cree en los giros de guion de ¨²ltima hora. La tarde antes ya no hab¨ªa casi esperanza. El viento pon¨ªa del rev¨¦s los paraguas, los charcos estaban por doquier, las bambas supuestamente preparadas para repeler el agua filtraban hasta la ¨²ltima gota que ca¨ªa. La emoci¨®n de la recogida de los dorsales se dilu¨ªa al comprobar que la lluvia casi imped¨ªa regresar al coche.
La noche se mat¨® entre pizzas y Ferreras (Antonio, el de La Sexta). Nada de salir de pinchos. Hab¨ªa que llegar pronto al bus. ¡°Esto no es una carrera, es lo m¨¢s grande que pasa aqu¨ª¡±, aseguraba el conductor que llevaba a los m¨¢rtires de Ir¨²n a Behobia. El calor que entelaba los cristales por la aglomeraci¨®n de gente era un espejismo. ¡°Nada de mirar el reloj, hay que salir a disfrutar¡±, apremiaba el busero, que tampoco quer¨ªa mentir: ¡°Es muy dura¡±. ¡°Uno de los errores es tom¨¢rselo como un entrenamiento¡±, se?alaba otra de las locas del running, que lo hab¨ªa le¨ªdo en una web. ¡°Una rompepiernas¡±, apostillaba, para que no cupiese duda.
Los runners cargaban con unas cuantas capas: calcetines, bambas, mallas cortas, top, camiseta, chaleco y gorra para correr. Encima, jersey y unos pantalones largos para el fr¨ªo, que la tradici¨®n marca que se abandonan en la salida, donde hay gente que los recoge. Y encima de todo ello, un chubasquero por si acaso lloviese. Eran las diez y media de la ma?ana. Las eses de la cola al ba?o del McDonald¡¯s al lado de Behobia casi rebasan la puerta del local. Probablemente, nunca hayan hecho tan poca caja.
Se pod¨ªa distinguir a los novatos porque abandonaban el chubasquero y la ropa de abrigo metros antes de la salida. Despu¨¦s aprender¨ªan que fue un error garrafal. M¨¢s si iba a llover intensamente, como avisaban los m¨®viles, las predicciones en la tele, en la radio, en el diario, y el sentido com¨²n si se miraba al cielo gris pre?ado de piedras. Eran tantos los participantes que hab¨ªa un tap¨®n en la salida de m¨¢s de 15 minutos. Entonces ocurri¨® lo inevitable: la lluvia fina revent¨® en granizo y tormenta que golpe¨® las gorras, empap¨® hasta el tu¨¦tano a los corredores y estrope¨® los cascos inal¨¢mbricos del bazar chino.
Una mujer joven, que parec¨ªa haberse duchado vestida, saltaba y bailaba de alegr¨ªa al lado de un hombre al ritmo de la m¨²sica que retumbaba por los altavoces. Los novatos m¨¢s listos (entre los que no se incluye quien escribe) recuperaron bolsas de basura del suelo a modo de chubasquero. La salida iba por cajones. La apoteosis bajo el agua se alarg¨® 10 minutos m¨¢s. Cuando se empez¨® a correr, la camiseta pesaba un quintal y se pegaba a la barriga, costaba doblar los dedos de las manos y las piernas temblaban enrojecidas. ¡°?Qu¨¦ hago aqu¨ª?¡± era el pensamiento recurrente.
Un pensamiento que interrumpi¨® una pareja de ancianos abrazados bajo un paraguas que chocaban la mano y espoleaban a cada corredor que pasaba a su lado. En un balc¨®n, toda una familia se desga?itaba animando. Los coches pitaban apoyando a los locos del running pasados por agua en cada subida y en cada bajada. Hasta en el recodo m¨¢s apartado, ni?os, padres y j¨®venes aplaud¨ªan. Las gominolas y las tapas de los puntos de avituallamiento saciaban. Las decenas de voluntarios ofrec¨ªan los vasos doblados para que se pudiera beber bien, sin tirarse (m¨¢s) agua por encima.
La lluvia fue cediendo despu¨¦s de su gran desahogo. Incluso asom¨® el sol unos minutos, en el giro imprevisto de guion. Los dedos ya no dol¨ªan. La ropa iba m¨¢s ligera y ni siquiera se necesitaba la m¨²sica del mp3. La animaci¨®n de los vascos ahogaba el silencio habitual de cualquier carrera larga. En la llegada a San Sebasti¨¢n no cab¨ªa un alfiler. Los hubo que entraron haciendo la avioneta. Daban ganas de abrazar al primero que pasase. 20 kil¨®metros despu¨¦s, se constat¨®: la Behobia es ¨²nica, incluso con un vendaval de lluvia y granizo. M¨¢s grave es lo de los locos del running, que pueblan el mundo.
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