Esto va de democracia
Si el proyecto fundacional de esta ERC est¨¢ basado en la idea de la independencia como herramienta para plantear una mejora democr¨¢tica, ser¨ªa impensable negar su apoyo al acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos
Las ¨²ltimas elecciones generales han vuelto a consagrar a ERC como eje central del escenario pol¨ªtico catal¨¢n. Merece la pena recordar que el viaje ha sido largo para llegar hasta aqu¨ª, y empez¨® a partir de los 90 sobre la base de una idea nueva: los j¨®venes que se hicieron cargo de las venerables siglas del partido de Maci¨¤ y Companys quer¨ªan hacer hegem¨®nico el independentismo superando al nacionalismo tradicional y planteando la construcci¨®n de un nuevo Estado, no ya desde una vertiente identitaria, sino como oportunidad para profundizar en la democracia.
Hubo un momento en que esta idea pareci¨® poder disputar la hegemon¨ªa en un movimiento independentista que crec¨ªa sin parar. Ha pasado mucho tiempo y, sobre todo, han pasado muchas cosas. Los impulsos de regeneraci¨®n democr¨¢tica de aquel movimiento parecen haber perdido el combate, sepultados por la agresividad de una derecha nacionalista e identitaria que cuenta con el viento de los tiempos a favor, por los desastres de una competici¨®n electoral interna en el independentismo que ha marcado y marca de manera perversa la realidad pol¨ªtica catalana, por una devaluaci¨®n institucional evidente, por el endurecimiento del debate pol¨ªtico ¡ªen el que ya no se conciben rivales sino enemigos, o traidores¡ª y sobre todo por el clamoroso desprecio de esa parte de la sociedad que ¡ªen toda su diversidad¡ª no comparte ni piensa compartir en el futuro un proyecto de separaci¨®n de Espa?a.
El proc¨¦s, al menos des de 2015, se ha decantado progresivamente hacia un nacionalismo populista m¨¢s, con la t¨ªpica manipulaci¨®n de todas las palabras, desde libertad, exilio, rep¨²blica y, obviamente, democracia. Lo reconoce tambi¨¦n una parte significativa de aquellos sectores que en un momento u otro lo han apoyado y que, en definitiva, son los que lo han hecho masivo. Sin querer volver al 6 y 7 de septiembre y a la deriva representada por la ley de transitoriedad (que dibujaba unos mecanismos institucionales de todo menos democr¨¢ticos), solo hace falta referirse a las declaraciones de los ¨²ltimos d¨ªas: mientras en la televisi¨®n p¨²blica catalana una dirigente de Arran defend¨ªa poder conculcar los derechos de los otros en funci¨®n de una supuesta raz¨®n (demasiado respeto merecen los j¨®venes para minimizarlo, hay que tomarlos en serio), el presidente Torra en su juicio por pancartas y lazos amarillos demostraba un analfabetismo democr¨¢tico que deber¨ªa asustar de verdad a la ciudadan¨ªa. Hoy en d¨ªa quien est¨¢ llevando la batuta del independentismo en la calle y en las instituciones son estas concepciones, y no las que reclaman la independencia como instrumento para conquistar m¨¢s democracia.
En esta situaci¨®n ERC tiene ahora mismo una responsabilidad esencial. Todav¨ªa m¨¢s en la coyuntura de tener en sus manos el poder de facilitar el primer gobierno de coalici¨®n de izquierdas en el Estado desde el restablecimiento de la democracia.
Nadie es ingenuo y todos saben que la tesitura real para los republicanos es dif¨ªcil: a lo largo de los a?os ha crecido sobre todo a costa de mucho voto nacionalista conservador, especialmente fuera del ¨¢rea de Barcelona. Es con este capital electoral y pol¨ªtico que se han transformado en un partido grande y ahora quieren consolidar su centralidad conquistando lo que siempre han deseado, que es la presidencia de la Generalitat. Tambi¨¦n saben que cualquier movimiento para deshacerse de la tutela del independentismo alocado (en su versi¨®n j¨²nior de la CUP o s¨¦nior del puigdemontismo), la pagaran con una campa?a de desprestigio dur¨ªsima, construida sobre la narrativa de la traici¨®n, de la censura a la conciliaci¨®n y al acuerdo con ¡°el enemigo¡± (?qu¨¦ machismo tan evidente en estas acusaciones!), y de la construcci¨®n de un enemigo interno perfecto, aquel que finalmente no ha sido capaz de ser ¡°lo bastante catal¨¢n¡±. Los propios Tard¨¤ y Rufi¨¢n ¡ªlos dos dirigentes que han ido m¨¢s all¨¢ al denunciar el car¨¢cter integralista de una parte del independentismo¡ª lo han experimentado duramente en sus propias carnes.
Pero la pol¨ªtica ¡ªsi es que sirve de algo¡ª pide capacidad de operar teniendo en cuenta un contexto determinado y, sobre todo, fidelidad a unos principios.
El contexto dice que la independencia est¨¢ lejos, no solo por la situaci¨®n espa?ola e internacional, sino sobre todo porque no cuenta con el consenso de la mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa catalana. Por tanto, ERC tendr¨¢ que plantearse qu¨¦ hace en un ¡°mientras¡± que todo apunta a que ser¨¢ largo. Pueden seguir aceptando la hegemon¨ªa nacionalista tradicional (por miedo, convicci¨®n o tacticismo, como han hecho en el caso de la negativa a los presupuestos) o bien hacer fructificar el consenso que le ha otorgado la ciudadan¨ªa. Y esto entronca con la fidelidad a los principios: si el proyecto fundacional de esta ERC est¨¢ basado en la idea de la independencia como herramienta para plantear una mejora democr¨¢tica, para ampliar los derechos de la mayor¨ªa, ser¨ªa impensable negar su apoyo al acuerdo del PSOE, Unidas Podemos i En Com¨² Podem. En definitiva, tienen una ocasi¨®n inmejorable para reafirmar sus principios y demostrar que su lucha es por los derechos del conjunto de la ciudadan¨ªa de Catalu?a. Para dejar claro que, efectivamente, al menos para ellos ¡°esto va de democracia¡±.
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