Un se?or de otra ¨¦poca
Manolo Garc¨ªa encumbr¨® su mirada popular en el primero de sus siete conciertos ac¨²sticos en Barcelona
Unas jaulas con luces dentro; un se?or que con poca noci¨®n del ritmo palmeaba ¨¦l solo, en pie en la platea; unos tel¨¦fonos m¨®viles que s¨®lo al final del concierto comenzaron, t¨ªmidamente a grabar, casi pidiendo permiso; dos mu?ecos en los palcos laterales, uno tocado con el cepillo de una escoba y la otra con un mocho; historias, frases, pensamientos y alocuciones que evocaban otros tiempos, cuando todo parec¨ªa m¨¢s claro, menos voraz, m¨¢s humano; las cabras de un abuelo, fotograf¨ªas guardadas en latas de galletas versus Instagram y una treintena de canciones con piel ac¨²stica explicando estos mundos que eran nuestro hoy ayer mismo. Las canciones de un se?or que, ?quiz¨¢s por vez primera?, se visti¨® con manifiesta intenci¨®n de estar elegante, incluso con un pa?uelo sin anudar pendiendo del cuello. Manolo Garc¨ªa.
Era una noche de martes, pero todas las entradas estaban vendidas. Era el primero de siete conciertos en Barcelona a lo largo de diciembre, un gesto muy Garc¨ªa, en cuya idiosincrasia ya no caben los grandes recintos que alejan escenario de p¨²blico. Incluso desde la parte m¨¢s alta del T¨ªvoli, pleno gallinero, se pod¨ªa ver que la camisa de Manolo era estampada, y su portador saludaba de tanto en tanto a las alturas para recordar a sus moradores que ¨¦l se acuerda de todos. Y los ve, pues en sus conciertos las luces blancas, las cegadoras, iluminan con frecuencia la platea para que Manolo pueda ver qui¨¦n se despista. Atento al detalle como lo que es, un esforzado obrero de la canci¨®n. Ganar¨¢ todo el dinero que gane, pero su relaci¨®n con el p¨²blico y su trabajo sigue siendo de obrero que ama su ocupaci¨®n, de se?or antiguo en bicicleta. Puro oficio en tiempos l¨ªquidos. Por eso tres horas de concierto, para que el dinero invertido por sus fieles est¨¦ siempre bien empleado. Tres horas con un sonido excelente, una banda a la altura y un humilde pero imaginativo y eficiente juego de luces.
Y por este celo tambi¨¦n el repertorio de la gira ac¨²stica no es el mismo que el de la el¨¦ctrica, para no hacer pagar dos veces por lo mismo. Variado de arriba abajo, en el T¨ªvoli comenz¨® titubeante, no todas las canciones de Manolo, con esa estructura mel¨®dica que en ocasiones parece querer alejarlas del ¨¦xito, son aptas para sonar tenue y sin ritmo. Pero poco a poco el repertorio entr¨® en terreno familiar, en S¨®lo amar ya irrump¨ªa el ritmo y a partir de esta cuarta pieza el tono fue subiendo de manera imperceptible hasta la apoteosis final, ¡°Insurrecci¨®n¡±, pasando por los rescates en popurr¨ª de temas vividos con Quimi Portet as¨ª como de ese copioso material que Manolo firma en solitario. Pop y rock aflamencados, alg¨²n deje de suave funk, acentos de rag, alg¨²n toque de reggae y perfumes ¨¢rabes en relecturas para la ocasi¨®n en varios casos acentuadas con ¡°hang¡±, ese tambor met¨¢lico con forma de ovni, la¨²d, muchas guitarras ac¨²sticas, bajo, viol¨ªn y alg¨²n apunte de teclado. Y por encima de todo Manolo y su voz, Manolo y su cuerpo en movimiento en pos de un salero de calle, Manolo persona que opina, en ocasiones como un maestro ante los alumnos, sobre un mundo que no le gusta porque arrasa con lo que nos resta de humanos. ¡°Menos lucecitas y m¨¢s justicia social¡±, reclam¨® dedicando el concierto a los desfavorecidos representados en un grupo de sin techo llamado as¨ª, Los Sin Techo. El calor de lo antiguo y familiar, cuyo valor aumenta a medida que se pierde. De momento queda Manolo Garc¨ªa para que sus fieles se sientan arropados.
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