La apor¨ªa Constitucional
Los m¨¢s entusiastas han hecho de la Constituci¨®n un absoluto, el instrumento que ha servido para frenar al independentismo. Mal asunto si vamos a un conflicto de trascendentalismos. Hay quien no sabe vivir sin dioses
¡°En tiempos de tribulaci¨®n no hacer mudanzas¡±, el principio ignaciano que encarna la reputaci¨®n de habilidad y astucia del jesuitismo, sirve hoy de coartada para la clase pol¨ªtica espa?ola en la conmemoraci¨®n del 41 aniversario de la Constituci¨®n. ?Es necesaria su actualizaci¨®n? Sin duda. Aunque solo fuera por una raz¨®n elemental: en estas cuatro d¨¦cadas se han producido cambios de tal envergadura que el marco econ¨®mico, social y cultural en que se gest¨® la transici¨®n es pura historia.
El aniversario de la Constituci¨®n ha sido un ritual defensivo en un momento de impotencia
Distinto es el sistema econ¨®mico, dada las aceleradas mutaciones del capitalismo hacia la econom¨ªa financiera global, que se han llevado por delante su fase industrial en la que tomaron cuerpo las democracias liberales; distinta es la composici¨®n de la sociedad, con afectaci¨®n directa a la clase obrera hist¨®rica y con la correspondiente evoluci¨®n de sus organizaciones representativas (los sindicatos); distinto es el sistema de intereses despu¨¦s del despliegue del Estado de las autonom¨ªas; distintos son los mecanismos de comunicaci¨®n social: un mundo separa los tiempos en que los diarios eran hegem¨®nicos en la creaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica de la actual comunicaci¨®n digital y de la redes sociales como nuevo y abrumador paradigma; distintos son los usos y costumbres a pesar de los intentos de los sectores m¨¢s reaccionarios del pa¨ªs de frenar las conquistas en el ¨¢mbito de los derechos individuales; distintas son las fuerzas que inciden en el ¨¢mbito de la acci¨®n pol¨ªtica y social, con el auge del ecologismo y del feminismo, s¨ªmbolos actuales de la subversi¨®n de las formas hegem¨®nicas del poder (el capitalismo y el patriarcado). Y as¨ª sucesivamente.
Fruto de estos cambios, Espa?a sufre una crisis de gobernanza con singularidades espec¨ªficas pero con caracter¨ªsticas generales no muy distintas de las que afectan a las democracias liberales bipartidistas europeas en trance de adaptaci¨®n a un nuevo mundo. Sus manifestaciones est¨¢n a la vista: el conflicto catal¨¢n con la consolidaci¨®n del proyecto independentista desde el choque de 2010 por la crisis del Estatut; la salida del armario de la extrema derecha, que hab¨ªa permanecido oculta bajo el ropaje del PP, conforme al principio de que en los momentos de inseguridad regresan las peores promesas del pasado a caballo de los temores de una ciudadan¨ªa desconcertada; la p¨¦rdida de prestigio de los dirigentes pol¨ªticos incapaces de anticipar los acontecimientos y de coser las fracturas de la crisis, que transmiten impotencia ante los poderes globales; la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica, cuando los gobernantes se sienten impotentes para resolver los problemas que les conciernen; y la conflictividad social derivada del cuestionamiento diario de derechos adquiridos en el Estado del bienestar, en una econom¨ªa que fragiliza el trabajo hasta convertir el despido en primer recurso para salvar los resultados.
En este panorama, el aniversario de la Constituci¨®n ha sido un ritual defensivo en un momento de impotencia y desconcierto, en que incluso la tarea de formar gobierno se ha convertido en una pesadilla. La reforma de la Constituci¨®n ya no es tab¨². Solo que es decididamente imposible dadas las normas que rigen para llevarla a cabo. De momento, los partidos tradicionales se parapetan detr¨¢s de ella para no asumir lo evidente. Estar¨ªan dispuestos a aceptar una reforma lampedusiana: cambiar algo para que todo siga igual (aunque esto ya sea imposible). Y las exigencias de los nuevos, desde el independentismo que aspira a la ruptura organizada hasta Vox que quiere liquidar el Estado auton¨®mico, son utilizadas como coartada para no hacer nada. El discurso es la defensa de la Constituci¨®n contra quienes amenazan con derribarla. Pero esconde dos verdades: primera, que si hoy la Constituci¨®n es cuestionada es por la incapacidad de los que ahora la defienden a ultranza (PP y PSOE) para hacerla evolucionar durante estos 40 a?os. Segunda, que dif¨ªcilmente se encontrar¨ªa un territorio com¨²n ni siquiera entre los partidos tradicionales para una reforma de verdad, con el PP mirando de reojo a la extrema derecha y el PSOE en tierra de nadie. Parad¨®jicamente, hoy es Podemos quien hace bandera de la Constituci¨®n apoy¨¢ndose en su parte m¨¢s social.
Su reforma ya no es tab¨². Solo que es decididamente imposible dadas las normas que rigen para llevarla a cabo
Durante el conflicto catal¨¢n, los m¨¢s entusiastas han hecho de la Constituci¨®n un absoluto, convirti¨¦ndola en texto sagrado y marco insuperable, el instrumento que ha servido para frenar al independentismo. Mal asunto si vamos a un conflicto de trascendentalismos. Hay gente que no sabe vivir sin dioses. Y as¨ª llegamos a la apor¨ªa: la Constituci¨®n est¨¢ agotada pero, ciertamente, no se dan las condiciones para reformarla. Ir a la guerra con la Constituci¨®n como bandera es la mejor manera de carg¨¢rsela.
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