¡®Esperant Godot¡¯, por fin en la Beckett
El momento pol¨ªtico a?ade inquietante vigencia al perverso texto del Nobel irland¨¦s
Misi¨®n cumplida. A pesar de llevar su nombre, la Sala Beckett llevaba tres d¨¦cadas esperando a Godot. Y su primer montaje de Esperant Godot,con el que celebran un doble aniversario ¡ªlos 30 a?os de la apertura de la sala barcelonesa y de la muerte de Samuel Beckett¡ª, llega en un momento pol¨ªtico y social tan tenso, negro y confuso que a?ade una vigencia inquietante al cr¨ªptico, enrevesado y perverso texto del genial dramaturgo irland¨¦s. Godot ¡ªla obra, no el personaje que nunca llega¡ª por fin ha llegado a la Beckett en un montaje dirigido por Ferran Utzet con Nao Albet y Pol L¨®pez como extraordinaria pareja protagonista.
La nueva traducci¨®n, a cargo de Josep Pedrals, es la primera clave del ¨¦xito del montaje. El t¨ªtulo, que pierde la palabra tot para quedarse en Esperant Godot, ya es una declaraci¨®n de intenciones. Las palabras de Beckett pueden y deben noquear al espectador, hay que clavarlas como dardos que, en la diana aparente del absurdo existencial, esconden reflexiones, sentencias, sentimientos y actitudes vitales estremecedoras.
Todo en Esperant Godot ¡ªen la obra y en este nuevo montaje de forma muy especial¡ª es cuesti¨®n de ritmo y sentido musical. La traducci¨®n al catal¨¢n fresco, actual y cercano de Pedrals, m¨¢s poeta que traductor, renueva el lenguaje; sin menospreciar la traducci¨®n can¨®nica de Joan Oliver, da un vuelo musical m¨¢s ¨¢gil y flexible a las palabras de Beckett sin traicionar sus obsesivas acotaciones.
Hay poes¨ªa, claridad, sencillez en la limpia escenograf¨ªa de Max Glaenzel y en la iluminaci¨®n de Paula Miranda: es perfecta porque en ella nada sobra y nada se echa en falta; un ¨¢rbol sin ramas, una piedra, un camino a ninguna parte, un paisaje m¨ªnimo que sirve a Beckett sin distraer al p¨²blico de lo esencial: el ritmo de la narraci¨®n, el talento de los actores dando justo vuelo musical a las palabras a trav¨¦s de los matices de la voz, la gestualidad y el ingenio del clown, con sencillez incluso en los picos de mayor histrionismo.
Ferrat Utzet se entrega a este Beckett inagotable jugando con el texto y, desde el respeto las normas que impone el referencial autor irland¨¦s, deja libertad y espacio propio a la frescura, la naturalidad y la sensibilidad de los actores.
Viendo y escuchando el trabajo meticuloso en la dicci¨®n, en la gradaci¨®n de la intensidad vocal, en la limpieza del gesto, Nao Albet (Estrag¨®) y Pol L¨®pez (Vladimir) parecen instrumentistas virtuosos haciendo frente a un largo y extenuante d¨²o de c¨¢mara ¡ªcasi dos horas de ritmos complejos y cambiantes¡ª en el que dan vida a dos vagabundos mucho m¨¢s j¨®venes de lo que pens¨® Beckett. Curiosamente, no chirr¨ªan sus reflexiones, ni las m¨¢s profundas y serias, ni las ingenuas y alocadas: en este montaje, la juventud de los personajes, que resta solemnidad a las palabras, abre nuevas perspectivas al imaginario beckettiano.
La potente sonoridad y presencia f¨ªsica de Aitor Galisteo-Rocher, con los aires fieros del domador de la Lul¨², de Alban Berg, y la imponente disciplina gestual de Blai Juanet aportan una potente carga energ¨¦tica a un reparto completado por los ni?os Mart¨ª Moreno y Eric Seij¨®.
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