Parte del espect¨¢culo
Yo reitero mi falta de fe en el f¨²tbol masculino hasta que los mismos valores y disciplina que se promueven en el deporte se apliquen en los discursos y en las acciones
Como ya he contado en alguna ocasi¨®n, de ni?a fui muy futbolera. El f¨²tbol me apasionaba, me hac¨ªa disfrutar. Era una rivalidad sana, adem¨¢s. No deseaba el mal al otro equipo ni me alegraba de la derrota del otro banquillo: s¨®lo quer¨ªa ver a mi equipo ganar, alzar copas, llegar alto.
As¨ª debi¨® quedarse. Sin embargo, crec¨ª y la introspecci¨®n de la adolescencia me llev¨® a ver el mundo de otra manera. Fue entonces cuando descubr¨ª la otra cara del f¨²tbol, esa que critican los que no conocen la buena, la sana. Me di cuenta de que desde todas partes (publicidad, medios, discursos p¨²blicos, los propios equipos, incluso algunos pol¨ªticos) se estaba alimentando una rivalidad desprovista de sentido alguno que llegaba a las gradas y a los aficionados en forma de violencia verbal, de insultos xen¨®fobos y machistas. No recuerdo en qu¨¦ momento los insultos de la grada y de los bares se hicieron m¨¢s agudos que los de los propios c¨¢nticos de gol. No s¨¦ en qu¨¦ momento comenc¨¦ a prestarles m¨¢s atenci¨®n a ellos que a lo que pasaba en el campo. S¨ª me acuerdo del miedo que sent¨ª una noche al salir del estadio. Ten¨ªa veinte a?os, el equipo local hab¨ªa perdido y la gente estaba furiosa. Mi hermana me pidi¨® que me cubriera la camiseta, pero eso no me libr¨® de los insultos de un aficionado. Fue la ¨²ltima vez que fui a un partido.
Jam¨¢s vi un castigo a esos insultos. Nunca nadie suspendi¨® un partido por homofobia, xenofobia o machismo. No vi a ning¨²n encargado echar a alguien del bar por lanzar esa agresividad contra la pantalla. Tampoco nadie se call¨® al ver en la banqueta de al lado a una ni?a con ganas de disfrutar un partido. Nadie conden¨® la violencia de los estadios, nadie habl¨® de ella. Se dio por hecho, se asumi¨® como parte del espect¨¢culo. Y yo apagu¨¦ la radio, cerr¨¦ el peri¨®dico y perd¨ª la pasi¨®n por el f¨²tbol.
Hace unos d¨ªas, se conden¨® a la afici¨®n del Rayo Vallecano, equipo madrile?o, por llamar a un jugador del equipo rival ¡°puto nazi¡±, lo que llev¨® a suspender un partido de Liga por primera vez. Y no fueron las peleas previas de las hinchadas, ni tampoco las amenazas de violaci¨®n a una ¨¢rbitra de 16 a?os, ni las advertencias de muerte de parte de algunos sectores, ni los insultos racistas a los jugadores, ni las provocaciones machistas a otros, ni los "puto maric¨®n" que se escuchan cada cinco minutos, momentos en los que la RFEF les ha dado la espalda a todos, callada, asumi¨¦ndolo, disimulando. No, fue lo que han decidido calificar como un "insulto racista" el que despert¨® el juicio de los que mandan.
Yo reitero mi falta de fe en el f¨²tbol masculino hasta que los mismos valores y disciplina que se promueven en el deporte se apliquen en los discursos y en las acciones. Creo que llegados a este punto hay que actuar con contundencia y exigir un diez a quien le corresponda. Hasta entonces, mi pasi¨®n ir¨¢ a otros lugares muy alejados de los estadios.
Madrid me mata.
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