Toi entregao
Los 'millennials' se escrib¨ªan cartas. La Generaci¨®n Z se cuenta la vida en estados de Whatsapp con emoticonos. El Toi, su precursor, cumple 30 a?os

¡°Escr¨ªbeme pronto¡±. La frase se repite en el mont¨®n de cartas guardadas en una caja vac¨ªa de bombones Ferrero Rocher. Datan de los noventa. Los a?os han borrado de la memoria algunos nombres y ni siquiera una b¨²squeda en Facebook sirve para rescatar el recuerdo perdido. Las misivas de juventud de quienes caminan entre la Generaci¨®n X (1969-1980) y los millennials (1981-1993) est¨¢n llenas de aventuras de verano, de relatos de Navidad, de intensas historias de amor y desamor que nacen y mueren entre Mates y Literatura. Los 13, los 14, los 15 y los 16 fueron a?os de papel y boli, de sobres blancos y del gusto amargo de los sellos en la lengua.
Tambi¨¦n se estilaban las postales de las amigas m¨¢s precoces enviadas desde Irlanda, Los ?ngeles o a Italia. O de los padres que coronaban su primer Camino de Santiago. ¡°Esto es precioso¡±, dec¨ªan, cuando el mundo a¨²n no estaba a solo un clic de distancia. Hasta se escrib¨ªan diarios personales que por suerte ca¨ªan en el olvido tras un d¨ªa o dos de sesudas e inflamadas reflexiones.
Las secuelas de esos a?os se notan. Todav¨ªa se abre el buz¨®n de correos con cierta ilusi¨®n, a pesar de que se sepa a ciencia cierta que solo contiene facturas de agua, de la luz, notificaciones del banco o, en el peor de los casos, de Hacienda. La esperanza de recibir la letra escrita de una persona querida permanece viva por muchos a?os que pasen.
La Generaci¨®n Z (1994-2010), seg¨²n comprobaciones emp¨ªricas, usan los estados de Whatsapp para contarse la vida: esas im¨¢genes que pasan como si fuesen diapositivas y que duran 24 horas. ¡°Qui¨¦n sea mi amigo, que me env¨ªe una foto¡±. Y el m¨®vil de esa persona se llena de j¨®venes sonrientes lanzando besos, sacando la lengua o haciendo el s¨ªmbolo de la victoria. Muchos decoran las im¨¢genes con emoticonos: mu?ecos que describen con gestos estados de ¨¢nimo. ¡°No he utilizado ni uno¡±, se vanaglorian los del babyboom (1949-1968).
Las ¡°modas chorras¡±, seg¨²n las definiciones m¨¢s duras, o la descripci¨®n de un sentimiento en solo una imagen, sin necesidad de desmenuzarlo con un mont¨®n de palabras, no es algo nuevo. ¡°Toi atontao, Toi feliz¡±; ¡°Toi triste, Toi namorao¡±; ¡°Toi contigo, Toi cansao¡±¡ En un breve test en grupos de Whatsapp con integrantes de m¨¢s de 35 a?os (la versi¨®n moderna de los foros y los chats) todo el mundo recuerda al Toi y sus frases m¨¢s populares: un bicho con antenas de color verde y unos ojos grandes de color amarillo sobre un cartel con dos o tres palabras para imprimir un sentimiento.
¡°Pues ahora que lo dices, es posible que s¨ª, que sea mi ¨¢lter ego. Una continuidad de mis estados de ¨¢nimo¡±, cuenta Jordi Catal¨¤, el inventor de una mascota que cumple ya 30 a?os, y se expone en el Colegio Oficial de Dise?o Gr¨¢fico de Catalu?a. ¡°Siempre andaba con el papel y el l¨¢piz¡±, recuerda sobre el nacimiento del Toi, que cre¨® fij¨¢ndose en modo de hablar de la gente en la calle. Entonces Catal¨¤ tenia 33 a?os. Public¨® 6 ¨® 7 tois en unas tiras c¨®micas de El Peri¨®dico de Catalunya, donde trabajaba. La empresa Trigr¨¤fic se fij¨® en el mu?eco, y negoci¨® con Panrico para distribuirlos con los bollycaos. El ¨¦xito fue total.
No hubo ni?o o adolescente que no tuviese las cartulinas primero, y las pegatinas despu¨¦s. Josep Mar¨ªa Pons, gerente de Trigr¨¤fic, que mantiene los derechos de autor, calcula que se imprimieron unos 150 millones de tois entre Espa?a y Portugal. ¡°En las panader¨ªas se lleg¨® a limitar la venta de bollycaos: solo dos o tres porque la empresa no ten¨ªa tiempo de fabricar tanto¡±, asegura Pons, que por casualidad ha coincidido en la exposici¨®n con Catal¨¤. El creador y el distribuidor del Toi hablan con la misma ilusi¨®n de la mascota.
El mu?eco arras¨® en los a?os 1990 y 1991. ¡°Panrico solo ped¨ªa que no fuesen depresivos y que no hubiese ninguno repetido cada ocho¡±, explica Pons. ?l y Catal¨¤ quedaban en una cafeter¨ªa de la Gran V¨ªa de Barcelona y ah¨ª preparaban las nuevas campa?as para el inicio del cole y despu¨¦s de las vacaciones de Navidad. ¡°Hicimos m¨¢s de 1.000 modelos¡±, rememoran. Fabricaron chapas, camisetas y tazos (para los del babyboom: buscar en Google).
En 2010 y en 2014 se distribuyeron de nuevo los tois. ¡°Pero el Bollycao ya no ten¨ªa el mismo ¨¦xito¡±. Catal¨¤ tiene raz¨®n: en los noventa los productos de boller¨ªa industrial se com¨ªan de dos en dos sin remordimientos ni reproches. El creador del Toi prepara una reinterpretaci¨®n. Tambi¨¦n se ha ensayado ya una aplicaci¨®n para los m¨®viles.
La Generaci¨®n Z se basta por ahora con los emoticonos. Aunque entre ellos sobreviven algunos que no han perdido la costumbre del papel y el boli, blandido entre clase y clase. Uno de esos j¨®venes corre a su habitaci¨®n a buscar su particular cofre del tesoro. En el interior hay un mont¨®n de papeles, cuidadosamente doblados mil veces hasta dejarlos en peque?os cuadraditos. Son los mensajes que intercambia a diario con su mejor amiga. A riesgo de perderse alg¨²n dato clave entre Tecnolog¨ªa e Ingl¨¦s, se cuentan la vida a trozos. Tiene decenas de papeles guardados, que abre de nuevo con ilusi¨®n, los relee, y los vuelve a guardar cuidadosamente, sin desvelar su contenido, que obviamente es secreto. Quiz¨¢ en algunos de ellos reza el mismo mensaje, tantas veces repetido: ¡°Escr¨ªbeme pronto¡±. O en otras palabras: ¡°Toi entregao¡±.
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