Telepredicadores y clase media
Hay sectores del independentismo que en sus mon¨®logos desde la televisi¨®n p¨²blica catalana ponen el grito en el cielo cuando la pol¨ªtica aterriza en la realidad y se materializa en presi¨®n fiscal
El pacto alcanzado entre el Gobierno de la Generalitat y Catalunya En Com¨² Podem ha servido para poner sobre la mesa un par de dudas existenciales: ?qu¨¦ es la clase media? Y ?es justo que quienes cobran entre 90.000 y 120.000 euros anuales vean aumentado en dos puntos porcentuales ¨Cdel 21,5% al 23,5%¨C su IRPF? Un sector del independentismo acepta a rega?adientes o directamente rechaza este acuerdo. Ve reminiscencias de la persecuci¨®n de los bolcheviques a los kulaks en que se incremente la presi¨®n fiscal a aquellos que cobran 14 mensualidades brutas anuales de entre 6.400 y 8.500 euros. Esas no son las grandes fortunas, afirman los detractores de ese aumento que supondr¨¢ 173 millones de euros en 2020 ¨Csi los presupuestos se aprueban en marzo¨C y 543 millones a partir de 2021. Los cr¨ªticos apuntan a las SICAV y aunque no lo mencionan ¨Cpor respeto a la autoridad¨C piensan que se queda corto ese 6,14% de tipo efectivo del impuesto sobre sociedades que, seg¨²n la Agencia Tributaria, pagan las empresas del Ibex 35.
No les falta raz¨®n en estas ¨²ltimas consideraciones que requerir¨ªan medidas de tal calado que no adoptar¨ªa por temor reverencial al poder financiero ni una Catalu?a independiente presidida por el mism¨ªsimo Carles Puigdemont. Se enga?a quien piense que la pol¨ªtica gobierna la econom¨ªa. Sucede lo contrario. A la espera de esas armonizaciones fiscales europeas que no llegan, hay que intentar zurcir los rotos de la cohesi¨®n social con el hilo del que se dispone por malo que sea. Y 543 millones de euros m¨¢s de recaudaci¨®n tienen m¨²ltiples usos: construir vivienda social, hacer efectiva la Renta Garantizada de Ciudadan¨ªa o invertir en cualquier cura de urgencia de las heridas de la precariedad. El caso es que hay sectores del independentismo que en sus mon¨®logos desde la televisi¨®n p¨²blica catalana ponen el grito en el cielo cuando la pol¨ªtica aterriza en la realidad y se materializa en presi¨®n fiscal. Los telepredicadores del proc¨¦s son apologetas de para¨ªsos futuros pero, eso s¨ª, libres de impuestos.
En Barcelona y su ¨¢rea, un 25% de la poblaci¨®n est¨¢ en riesgo de exclusi¨®n social y el 16,4% de los trabajadores son directamente pobres, seg¨²n un reciente informe del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona.
El paradigma son los j¨®venes catalanes, quienes deben destinar el 119% de su salario si quieren emanciparse y pagar un alquiler en solitario, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estad¨ªstica.
Antoni Corti?as sabe mucho de precariedad. Ha vivido en la calle durante seis meses (entre 2009 y 2010), cuando por un error administrativo se qued¨® sin cobrar el seguro de desempleo. Ahora trabaja para la Fundaci¨® de Sant Joan de D¨¦u. Tambi¨¦n es coordinador voluntario de los sin techo en el Consejo Municipal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Barcelona y colabora con la Fundaci¨®n Adsis. En 2011 estuvo medio a?o cobrando 426 euros de la entonces renta m¨ªnima de inserci¨®n. Toda esa experiencia ¨Camortiguada por carecer de familia o personas a su cargo¨C le permite concluir que ahora mismo el trabajador ha dejado de ser una unidad de producci¨®n para convertirse en el beneficio de la empresa. En el pozo sin fondo del empleo m¨ªsero, Corti?as ha visto incluso como el trabajo de un cuidador quedaba retribuido con un sof¨¢ en el que dormir.
Desde su experiencia personal este inform¨¢tico de profesi¨®n afirma que quienes pasan la noche en los cajeros son la expresi¨®n de esa precariedad y representan solo un 12% de los que se han quedado sin techo: primera consecuencia de tener un empleo precario o de haber perdido el trabajo y hallarse en el desempleo, habida cuenta de los precios de venta o alquiler de la vivienda. Corti?a calcula que tienen empleo entre un 35% y un 38% de quienes est¨¢n alojados en el albergue Creu de Molers, en el Paral.lel barcelon¨¦s. Esa es la realidad que se esconde tras la fragilidad del mercado de trabajo: cualquiera puede acabar viviendo en la calle.
En este panorama social alarmante ha estallado el debate sobre si quienes cobran entre 90.000 y 120.000 euros son clase media. No queda clara la denominaci¨®n que corresponde a aquellos que logran contratos precarios o que en el mejor de los casos son beneficiarios de ese salario medio catal¨¢n que supone unos 28.000 euros brutos anuales. A juzgar por los continuos mon¨®logos de los telepredicadores, la clase media tiene poco que ver con el sueldo medio.
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