Los meandros de Esquerra
Desde la restauraci¨®n de la democracia, la formaci¨®n que ahora lidera el encarcelado Oriol Junqueras ha dado muchos tumbos, fruto del combate entre esencialismo y renovaci¨®n
Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) lleg¨® este s¨¢bado a su congreso con un pesado bagaje sobre sus espaldas. Desde la restauraci¨®n de la democracia, la formaci¨®n que ahora lidera el encarcelado Oriol Junqueras ha dado muchos tumbos, fruto del combate entre esencialismo y renovaci¨®n, entre las luces de la modernidad y la tradici¨®n nacionalista. Esas dos sensibilidades luchan entre ellas y al tiempo conviven en el seno de un partido que lleva en su escudo el tri¨¢ngulo de la masoner¨ªa, pero tiene como presidente a un cat¨®lico practicante; en sus siglas dice que es de izquierdas pero gobierna con la derecha nacionalista catalana.
La Esquerra actual alardea de que fue el ¨²ltimo partido catal¨¢n en ser legalizado, pero pocos recuerdan que la ERC que durante la Transici¨®n capitane¨® Heribert Barrera no ve¨ªa con malos ojos la ley para la Reforma Pol¨ªtica de Adolfo Su¨¢rez. De hecho, en el refer¨¦ndum de 1976 sobre esa norma dio libertad de voto mientras el grueso del antifranquismo ped¨ªa la abstenci¨®n. Un a?o despu¨¦s concurri¨® a las primeras elecciones, las del 15-J, en coalici¨®n con un partido mao¨ªsta, el Partido del Trabajo de Espa?a. En 1978 pas¨® de ese extra?o Kuomitang, con el anticomunista Barrera al frente, a votar en contra de la Constituci¨®n por no contemplar la Rep¨²blica y la autodeterminaci¨®n; y en 1980 sus 14 diputados hicieron presidente de la Generalitat a Jordi Pujol, que recibi¨® tambi¨¦n el apoyo de la UCD de Su¨¢rez.
Los meandros de ERC han sido infinitos en su historia reciente. Fue el amante despechado de CiU, que hasta su conversi¨®n al independentismo siempre prefiri¨® pactar con PP o PSOE antes que con ellos.
Lo cierto es que poco a poco la actual Esquerra ha desandado el camino conservador que le hizo recorrer Heribert Barrera, que fue soldado de artiller¨ªa republicano en los frentes de Arag¨®n y del Segre durante la Guerra Civil y racista y esencialista en su vejez. A su muerte, en 2011, recibi¨® el homenaje del partido xen¨®fobo Plataforma per Catalunya.
Catalu?a o la democracia
Barrera era una bomba de relojer¨ªa de tal magnitud que en 2009 la direcci¨®n de ERC lo suspendi¨® de militancia. Ya llevaba a?os predicando que los negros ¡°tienen un coeficiente intelectual inferior a los blancos¡±, que hab¨ªa que ¡°esterilizar a los d¨¦biles mentales de origen gen¨¦tico¡± o que cuando el ultraderechista austriaco J?rg Haider dec¨ªa que en su pa¨ªs hab¨ªa demasiados extranjeros ¡°no est¨¢ haciendo una proclama racista¡±. Barrera sintonizaba plenamente con el pensamiento reaccionario catal¨¢n. El viejo soldado de artiller¨ªa se hab¨ªa pasado con armas y bagajes a la trinchera enemiga: formaba parte de esa corriente esencialista del nacionalismo y afirmaba que ¡°antes hay que salvar a Catalu?a que a la democracia¡± o que ¡°el biling¨¹ismo implica la desaparici¨®n de Catalu?a como naci¨®n¡±.
Esquerra topaba en sus intentos por modernizarse con un enorme lastre esencialista. Los primeros en intentar cambiar las cosas fueron ?ngel Colom y Pilar Rahola. En el congreso celebrado en Lleida en 1989, que aprob¨® la independencia de los ¡°Pa?sos Catalans¡±, se incorporaron al partido j¨®venes independentistas procedentes de peque?os partidos ¡ªNacionalistes d¡¯Esquerra, PSAN, Movimient d¡¯Unificaci¨® Marxista¡ª y movimientos como la Crida a la Solidaritat, una combativa plataforma nacionalista en favor de la lengua y la cultura catalanas. Josep Llu¨ªs Carod-Rovira empez¨® entonces su carrera en ERC.
La indefinici¨®n social del partido provoc¨® debate: los j¨®venes procedentes de los sectores pol¨ªticamente m¨¢s progresistas defend¨ªan que el tema nacional y el social eran dos caras de la misma moneda. Y, sobre todo, hac¨ªan hincapi¨¦ en que, sin renunciar a la independencia, el partido deb¨ªa abrirse un espacio en la izquierda catalana.
El debate gener¨® una profunda crisis y Colom y Rahola abandonaron el partido. Carod se hizo con la presidencia de la formaci¨®n y Joan Puigcerc¨®s con la secretar¨ªa general. A pesar de la nueva orientaci¨®n, ERC no acababa de renunciar a su vieja herencia ideol¨®gica y, por ello, tendi¨® la mano a la Converg¨¨ncia de Pujol en 1999. El entonces president, siguiendo su tradici¨®n, prefiri¨® pactar su investidura con el PP y para lograrlo acord¨® con la derecha espa?ola no proponer ninguna reforma del Estatut. Esquerra comenz¨® a virar su proa hacia un pacto con las izquierdas.
El cambio se consagr¨® en 2003, cuando se form¨® el tripartito de izquierdas en Catalu?a: un pacto con los socialistas de Pasqual Maragall y con los ecosocialistas de Joan Saura a los que dio la mayor¨ªa ERC. La felicidad no fue completa, pues en enero de 2004 Carod fue obligado a dimitir como segundo del Gobierno de la Generalitat al desvelarse que se hab¨ªa reunido con dirigentes de ETA en Perpi?¨¢n para evitar atentados de la organizaci¨®n terrorista en Catalu?a. Con todo, el entusiasmo izquierdista de ERC no ces¨® y ello le llev¨® a votar la investidura de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en abril de 2004.
Reorganizaci¨®n
El tiempo, el desgaste pol¨ªtico y el fracaso de la entente del tripartito hicieron que Carod fuese sustituido por Joan Puigcerc¨®s, el hombre que moderniz¨® el funcionamiento de ERC. Esquerra pas¨® de ser un movimiento asambleario (votaban solo los militantes que acud¨ªan al congreso, y que sol¨ªan ser los m¨¢s cr¨ªticos con la direcci¨®n) a un partido con mesas descentralizadas en el que los miembros pueden votar las decisiones durante un d¨ªa. La reorganizaci¨®n coincidi¨® con la gran crisis de ERC. El tripartito hizo aguas: el recorte del Estatut dividi¨® a los socios y Esquerra, aun pidiendo el voto en contra del texto estatutario, no logr¨® evitar la salida de su ala m¨¢s esencialista. La convivencia con los socialistas result¨® dura para los m¨¢s nacionalistas, a quienes les cost¨® digerir que Jos¨¦ Montilla fuera presidente de la Generalitat.
Carod y Puigcerc¨®s poco a poco dejaron la primera l¨ªnea. Pero el segundo prepar¨® el aterrizaje de un joven valor, Oriol Junqueras, quien adoptar¨ªa el discurso de Carod al intentar hacerse con la hegemon¨ªa con un proyecto de ciudadan¨ªa, no de identidad.
Sin embargo, en la carrera por la primogenitura del independentismo, Esquerra ha vuelto a poner sordina a su acento social. El partido no ha logrado romper la tela de ara?a tejida por el proc¨¦s, en la que todos los actores deben demostrar a diario que no son traidores y que son los m¨¢s soberanistas. En 2017 fue el republicano Gabriel Rufi¨¢n quien advirti¨® a Carles Puigdemont de que no pod¨ªa convocar elecciones y venderse por ¡°155 monedas de plata¡±. Ahora son los exconvergentes quienes le dicen a Esquerra que no sean ellos quienes traspasen la l¨ªnea roja. Las negociaciones con el PSOE pueden romper esa din¨¢mica endiablada. O no.
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