Virtudes y defectos de la ambig¨¹edad
El acuerdo entre socialistas y republicanos es mucho en s¨ª mismo, solo porque inicia el deshielo, pero es muy poco en su contenido, precisamente por su santa ambig¨¹edad. Sirve para salir del paso con la investidura
Ambig¨¹edad en las formas, pero claridad en el fondo. Esta es la clave del documento de dos folios firmado por el PSOE y Esquerra Republicana. Las formas son las que corresponden a un compromiso para garantizar la investidura de Pedro S¨¢nchez mediante la abstenci¨®n de una formaci¨®n que hasta ahora pretend¨ªa la ruptura unilateral con la Constituci¨®n espa?ola y algunos de cuyos dirigentes est¨¢n todav¨ªa pagando penalmente por haber actuado en correspondencia con este objetivo. No es un programa de gobierno, con su exigencia de claridad y precisi¨®n en los objetivos, los m¨¦todos e incluso las fechas. Ni es tampoco un manifiesto, en el que se expresen coincidencias ideol¨®gicas.
Es un simple acuerdo para convocar una mesa de di¨¢logo en el plazo de quince d¨ªas entre dos partes que conocen y han explicitado sus claras diferencias de fondo: ERC propugna la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en el que se pregunte por la independencia y demanda una previa amnist¨ªa para sus pol¨ªticos presos o huidos de la justicia espa?ola; los socialistas propugnan una reforma del Estatuto que sea sometida a votaci¨®n de los catalanes y encaran la cuesti¨®n de los presos con un especial ¨¦nfasis en la independencia de los jueces, espa?oles y europeos, y el conocido trasfondo de los deseos expresados por el socialismo catal¨¢n de un indulto que aligere esa carga abrumadora que debe soportar ahora la pol¨ªtica en Catalu?a y en el conjunto de Espa?a.
Sin ambig¨¹edad, no hab¨ªa posibilidad alguna de acuerdo entre dos posiciones tan separadas. De ah¨ª que no sea de extra?ar la hostilidad que suscita la propia ambig¨¹edad entre los que no quer¨ªan el acuerdo y la un¨¢nime traici¨®n denunciada por unos y otros, independentistas y constitucionalistas de ambos extremos. Cada uno de los airados enemigos del acuerdo considera imprescindible la rendici¨®n del adversario, hasta hacerle jurar los principios irrenunciables, el tr¨¢gala, los socialistas el derecho de autodeterminaci¨®n y a la amnist¨ªa y los republicanos la Constituci¨®n espa?ola. A un paso cada uno de demandar el perd¨®n a la otra parte como condici¨®n previa para sentarse a hablar de la investidura.
El detalle de las ambig¨¹edades permite atisbar algo m¨¢s que una simple simetr¨ªa de posiciones encastilladas contra el acuerdo. La primera es la propia constituci¨®n de la mesa. Tal como se ha dicho, el instrumento, la mesa, es el objeto mismo de la negociaci¨®n. Su propia existencia permite saltar del actual bloqueo a una nueva situaci¨®n, en la que la pol¨ªtica, es decir, la capacidad de di¨¢logo, de negociaci¨®n y de pacto tomen la delantera a la presi¨®n en la calle, a la desobediencia institucional, a la acci¨®n de la justicia y a la organizaci¨®n permanente de la deslealtad mutua.
Sin ambig¨¹edad, no hab¨ªa posibilidad alguna deacuerdo entre dos posiciones tan separadas
El reconocimiento de la existencia de un conflicto pol¨ªtico no debiera ser objeto de la ambig¨¹edad. Que sea efectivamente pol¨ªtico como reconocen las dos partes no excluye que tambi¨¦n sea un conflicto de convivencia, como unos subrayan y otros se empe?an en ocultar, ni que haya tenido momentos de conflicto de orden p¨²blico. Pero es dif¨ªcil defender que se trata exclusivamente de un conflicto de convivencia y de orden p¨²blico a resolver exclusivamente en los tribunales. Es dif¨ªcil, pero es lo ¨²nico que se ha hecho hasta ahora. El conflicto es sobre el futuro de Catalu?a, no entre dos sujetos pol¨ªticos diferenciados, Catalu?a y Espa?a, como quer¨ªan los independentistas y como se empe?a en leer malintencionadamente el constitucionalismo de derechas.
Otra piedra de toque, donde toma cuerpo la traici¨®n, es la consulta. Tal como est¨¢ redactado el acuerdo, puede ser el refer¨¦ndum constitucional contemplado para la reforma estatutaria de Catalu?a. Tambi¨¦n podr¨ªan ser unas elecciones catalanas. Estas dos modalidades cumplir¨ªan la limitaci¨®n del censo a los ciudadanos de Catalu?a incluida en el compromiso. Cualquier otra posibilidad, la de refer¨¦ndums exclusivamente auton¨®micos por ejemplo, exigir¨ªan mayor¨ªas en el Congreso para modificar la ley org¨¢nica que los regula. Mienten descaradamente, por tanto, quienes aseguran que se ha pactado un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n en el que se consultar¨¢ solo a los catalanes, que es lo que Torra y Puigdemont quer¨ªan.
El aut¨¦ntico valor del acuerdo se ver¨¢ en la capacidad que tengan unos y otros de institucionalizarlo y de hacerlo duradero
Hay algo mucho mejor que este acuerdo de dos folios, cuya existencia est¨¢ prevista ya por el Estatuto y forma parte por tanto del bloque constitucional. Es la Comisi¨®n Bilateral Estado-Generalitat, constituida por el art¨ªculo 183 del texto estatutario, en la que cabe todo, absolutamente todo, lo que se ha querido incluir en el acuerdo de investidura. Esta comisi¨®n se menciona al final del acuerdo, como organismo con el que se coordinar¨¢, al igual que sucede con la mesa de partidos del Parlament de Catalunya, pero no es arriesgado apostar por la plena absorci¨®n de la mesa en un organismo de mayor rango, que es la forma m¨¢s segura de institucionalizar el di¨¢logo e incluso constitucionarlo. En el buen rumbo de esta comisi¨®n se revelar¨¢ la capacidad inclusiva de una Constituci¨®n que algunos, de uno y otro lado, han utilizado precisamente para excluirse ellos mismos o para excluir a los otros.
El acuerdo entre socialistas y republicanos es mucho en s¨ª mismo, solo porque inicia el deshielo, pero es muy poco en su contenido, precisamente por su santa ambig¨¹edad. Sirve para salir del paso con la investidura. Su aut¨¦ntico valor se ver¨¢ en la capacidad que tengan unos y otros para institucionalizarlo y hacerlo duradero, no tan solo para aprobar los presupuestos, sino sobre todo para revertir la divergencia entre el nacionalismo catal¨¢n y el conjunto de las fuerzas mayoritarias espa?olas y empezar a recuperar as¨ª el consenso constitucional perdido.
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