La magia del cerebro
Neurocient¨ªficos y magos experimentan con los mecanismos del enga?o
Algunos neurocient¨ªficos muestran un creciente inter¨¦s por la magia. Y no porque ¨¦sta sea una enfermedad, que no lo es, claro est¨¢. No tratan de descubrir los secretos de las rutinas de los ilusionistas. Las investigan para descifrar o comprender mejor los procesos cognitivos. As¨ª me lo explicaba ?lex G¨®mez-Mar¨ªn, director del Laboratorio de Comportamiento de Organismos del Instituto de Neurociencias de Alicante. ?l, junto a Luis M. Mart¨ªnez, responsable del laboratorio de Analog¨ªa Visual del mismo centro, y Jordi Cam¨ª, que lleva a?os indagando en este arte y es director general del Parque de Investigaci¨®n Biom¨¦dica de Barcelona y de la Fundaci¨®n Pasqual Maragall, forman un equipo que est¨¢ realizando una serie de experimentos con la ayuda de un grand¨ªsimo artista de la baraja y las monedas, Miguel ?ngel Gea.
A uno de estos experimentos me invitaron como cobaya. Se trataba de asistir a una de las tres sesiones en las que el mago realizaba una serie de asombrosos efectos con naipes y monedas ante una cuarentena de espectadores ¡ªidentificados en su asiento y con c¨¢maras en la sala para registrar sus reacciones¡ª. Cada sesi¨®n era parecida pero distinta de las otras para evaluar la diferente reacci¨®n de los espectadores y su conducta como colectivo, como p¨²blico. ¡°Adem¨¢s, se buscaba qu¨¦ era lo memorable de la sesi¨®n y por qu¨¦¡±, comenta Gea. De hecho, a la salida, los espectadores deb¨ªamos enumerar los juegos m¨¢gicos que record¨¢bamos. Una pregunta que se nos repetir¨ªa por correo al cabo de unos d¨ªas y de un mes.
Gea no es un reci¨¦n llegado a esta colaboraci¨®n entre magos y cient¨ªficos. Ya en 2011 intervino en uno de los programas de Redes que Eduardo Punset dedic¨® al tema. All¨ª, junto a la neur¨®loga gallega afincada en Estados Unidos Susana Mart¨ªnez-Conde, que hab¨ªa publicado un libro sobre la materia, se habl¨® del fraude cotidiano de la percepci¨®n, de nuestra ceguera al cambio... Gea, con sencillos juegos de dados y dedales, demostraba, por ejemplo, como un movimiento grande puede ocultar otro peque?o, el que realiza el truco. ¡°Muchos magos practican el copipego ¡ªsi hago esto consigo tal efecto¡ª, pero desconocen por qu¨¦ ocurre. Yo tuve un gran maestro, Arturo Ascanio, que analizaba los mecanismos del enga?o¡±. Ascanio explicaba la existencia de la ¡°pregunta obnubilante¡± al espectador que desv¨ªa su atenci¨®n. Como obnubilante puede ser el humor. Gea y G¨®mez-Mar¨ªn coinciden en subrayar que estos experimentos basados en espect¨¢culos en vivo son m¨¢s fiables que los que puedan realizarse en un laboratorio. ¡°En un laboratorio dictaminan una regla ¡ªpor ejemplo, que un movimiento curvo enga?a m¨¢s que uno lineal¡ª pero este axioma en la realidad exterior se resquebraja porque ah¨ª est¨¢n presentes una mayor cantidad de factores¡±, concluye Gea.
La magia no enga?a la vista, enga?a a la mente. No hay ilusiones visuales, son cerebrales.
Ya han hecho otro experimento con 10 magos realizando los mismos juegos para estudiar sus distintas rutinas y habilidades motoras. Y uno m¨¢s, en el que tambi¨¦n intervino la estudiante Regina Zaghi-Lara, que consisti¨® en convertir una herramienta de tracking visual (llamada DeepLabCut) en un espectador artificial. ¡°Se trat¨® de entrenar al algoritmo y, ante el mago que jugaba con monedas, ver qu¨¦ sesgos cognitivos humanos le hab¨ªamos transferido a la m¨¢quina, de manera que en algunos juegos el mago consegu¨ªa enga?arnos a todos, y en otros s¨®lo a la m¨¢quina o al humano. Comparar entonces los a priori que el mago puede desmontar nos da valiosa informaci¨®n sobre nuestra propia cognici¨®n¡±.
La percepci¨®n no es una tarea exclusiva de los ojos, tiene lugar dentro de un complejo proceso de computaci¨®n neuronal. ¡°El inter¨¦s de la neurociencia por la magia ha empezado a arrancar. Se trata de aprovechar una t¨¦cnica milenaria, estudiarla y usarla como m¨¦todo de investigaci¨®n¡±, concluye G¨®mez-Mar¨ªn. Algunos investigadores citan dos zonas cerebrales que la magia activa: la corteza prefrontal dorsolateral del lado izquierdo y la corteza cingulada anterior. Para G¨®mez-Mar¨ªn ¨¦ste es un dato subsidiario porque detectar qu¨¦ zonas se iluminan, al margen de imprecisiones no descartables, no explica los complejos procesos que se producen en el cerebro, un ¨®rgano que a pesar de suponer el 2% de la masa corporal consume el 20% de la energ¨ªa humana, como subraya el psic¨®logo Gustav Kuhn en su libro Experiencing the impossible (MIT). Por cierto, la bibliograf¨ªa sobre la cuesti¨®n tendr¨¢ muy pronto otro t¨ªtulo, un libro de Jordi Cam¨ª y Luis M. Mart¨ªnez que se editar¨¢ en castellano (RBA) e ingl¨¦s (Princeton University Press)
En la magia, el p¨²blico disfruta de un conflicto entre lo que sabe que es posible y lo que contempla, un hechizo (con truco). La magia no enga?a la vista, enga?a a la mente. No hay ilusiones visuales, son cerebrales. ¡°Nuestra visi¨®n del mundo est¨¢ en el cerebro, que tiene limitaciones de capacidad. Es lento procesando la informaci¨®n. Por eso, el portero, en un penalti, se lanza sin esperar a ver la direcci¨®n del bal¨®n, intentado inferirla¡±. Un retraso perceptivo que le hace decir a Mart¨ªnez que ¡°vivimos el pasado previendo el futuro para interactuar con el mundo real¡±. Constantemente hacemos hip¨®tesis inconscientes de lo que va a suceder y ¡°los magos han aprendido a hackear nuestro sistema de inferencias, romper nuestras predicciones. La magia nos ayuda a los cient¨ªficos a entender los mecanismos de elaboraci¨®n de estas inferencias¡±.
Mart¨ªnez calcula que no hay m¨¢s de 15 grupos en el mundo interesados en el estudio cient¨ªfico de la magia. ¡°En el siglo XIX, desde la psicolog¨ªa se produjo bastante literatura sobre el tema, pero todo decay¨® con la llegada del cine. La magia dej¨® de ser atractiva. Grandes magos se pasaron al cine¡±. A la propia magia le ha costado tener te¨®ricos como Ascanio o Juan Tamariz, comenta. ¡°Sin embargo, en la primera d¨¦cada de este siglo vuelve el inter¨¦s cient¨ªfico por la magia, particularmente desde la neurociencia¡±. Y en ello est¨¢n.
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