La salida de Guirao como s¨ªntoma
Quien m¨¢s ha entendido en este pa¨ªs el poder de la cultura ha sido probablemente Pasqual Maragall como alcalde de Barcelona
La noticia ha pasado muy desapercibida porque la cultura es casi siempre Cenicienta de la pol¨ªtica. Pero me ha parecido una se?al preocupante que Jos¨¦ Guirao no haya seguido al frente de Cultura. Y que nadie haya dado especial importancia a este hecho, como si el papel menor de la cultura estuviera asumido por la opini¨®n p¨²blica. Y todav¨ªa es m¨¢s inquietando cuando, seg¨²n parece, S¨¢nchez ha optado por un desconocido sucesor, Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Uribes, por su buena relaci¨®n con el mundo del deporte.
Para potencias medianas como Espa?a, con un peso econ¨®mico y pol¨ªtico relativo en el escenario mundial, es evidente que la cultura puede ser un instrumento de primer orden para ser al mundo. Y bien es verdad que el ¨²nico pa¨ªs que realmente lo ha entendido as¨ª es Francia, que se ha entregado a la cultura para aparentar una capacidad de influencia muy superior a la que realmente tiene. Y ha sido cultivando esta v¨ªa desde hace mucho tiempo con la plena complicidad de la ciudadan¨ªa. Pasan los gobiernos y contin¨²a siendo una prioridad de Estado . Fue Malraux, ministro del general De Gaulle, que teji¨® la red de casas de la cultura, del mismo modo que hoy Francia tiene todo el territorio lleno de equipamientos, museos, teatros, escenas, con etiqueta nacional, es decir, con pleno apoyo institucional. Su capacidad de dotar de envoltorio cultural cualquier acontecimiento y empaquetarlo como es debido porque cree modelo es proverbial. Y as¨ª ha resistido Francia, manteniendo contra viento y marea su singularidad, ante el poder de colonizaci¨®n de la cultura anglosajona con toda su capacidad industrial y comercial.
Quien m¨¢s ha entendido en este pa¨ªs el poder de la cultura ha sido probablemente Pasqual Maragall como alcalde de Barcelona. Entendi¨® r¨¢pidamente que una ciudad con conciencia de capital pero con escaso poder econ¨®mico y pol¨ªtico s¨®lo ten¨ªa una carta: la de el?softpower. Y consigui¨® que el modelo Barcelona?¨Cfue Frederic Edelmann a Le Monde qui¨¦n lo bautiz¨®¨C se convirtiera en referencia urban¨ªstica y cultural, haciendo de la capacidad de una ciudad para reinventarse c¨ªclicamente su fuerza. Y apostando fuerte por las propias capacidades: es decir, con la voluntad de ser modelo y no copia, que es la ¨²nica manera de adquirir significaci¨®n universal. Buscar la internacionalizaci¨®n importante gadgets y franquicias adelgaza y desdibuja el poder cultural de un pa¨ªs. Y a la larga ni siquiera funciona como negocio.
Desplazar un experto como Guirao, vinculado directamente a la creatividad y a la proyecci¨®n cultural (y con las relaciones necesarias para crear complicidades) y sustituirlo por una persona sin atributos culturales, sin haberle dejado tiempos para desarrollar su proyecto, indica cierta confusi¨®n en las prioridades. S¨¦ perfectamente que la agenda social es la principal demanda que desaf¨ªa este gobierno. Y es realmente prioritario cohesionar una sociedad trinchada. Pero un presidente socialista tendr¨ªa que saber que la cultura tambi¨¦n forma parte de la cuesti¨®n social, y no precisamente para tener las masas entretenidas, como el deporte espect¨¢culo que al parecer preocupa el presidente. Una pol¨ªtica cultural tendr¨ªa que contribuir a hacer que el softpower espa?ol fuera bastante m¨¢s que el Real Madrid, el Bar?a y Rafa Nadal. Con algo se tiene que entretener la ilusi¨®n de los que se quedan y con los ¨ªdolos deportivos sale barato al Estado . Pero la ambici¨®n de la izquierda tendr¨ªa que explorar con osad¨ªa otras caminos, en que la cultura puede hacer de cruce (entre vida, experiencia, creatividad, innovaci¨®n y conocimiento) que configura la fuerza simb¨®lica. Todo ello requiere, sin duda, recursos y complicidades e implicaci¨®n de todos, especialmente en un momento decisivo en que se est¨¢n formando los par¨¢metros culturales del futuro pr¨®ximo. Y se necesitan potentes espacios de encuentro entre saberes, artes y ciudadan¨ªa.
Si rescato el caso Guirao, que a m¨ª me parece m¨¢s que una an¨¦cdota, es para interpelar todo el mundo. No s¨®lo el Gobierno del Estado , sino tambi¨¦n las comunidades y los ayuntamientos. Unas pocas ciudades han entendido la virtud de apostar por la cultura. No renunci¨¢is. Pero bien es verdad que la pugna cultural institucional ha perdido ritmo en medio de la profunda crisis que vive Espa?a. La cultura es un bien de primera necesidad. Y tendr¨ªa que ser la vanguardia contra el fanatismo. Que las deficiencias en pol¨ªtica cultural no formen parte del debate pol¨ªtico ni hagan caer gobiernos no es argumento para desentenderse. Es un term¨®metro del nivel de un pa¨ªs.
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