Torra y Torrent
El uso reiterado del juego de simbolismos ha acarreado no pocos disgustos al catalanismo que se ha visto sorprendido por la actuaci¨®n gobernativa
Desde sus inicios el nacionalismo catal¨¢n ha jugado con aparentar m¨¢s amplitud social de la que en realidad abarcaba y con representar, a trav¨¦s de la Mancomunitat y la Generalitat, un poder de cuasi-estado que, exceptuando los primeros meses de la Guerra Civil, no ten¨ªa. Su ambig¨¹edad intr¨ªnseca ¡ªes una propuesta regeneracionista espa?ola y no lo es¡ª ha permitido que una parte importante de la poblaci¨®n catalana se sintiera representada por ¨¦l. Tambi¨¦n un lenguaje autoreferencial y gesticulaci¨®n ¡ªquitar o poner banderas en actos oficiales, por ejemplo¡ª ha bastado para suplir o sortear la realidad y contentar a los catalanistas.
Todo este denso entramado de sombras chinas ¡ªque no es patrimonio ¨²nico del nacionalismo catal¨¢n, sino que alberga cada nacionalismo no estatal¡ª resulta de dif¨ªcil comprensi¨®n para los ajenos al movimiento o alejados de la sociedad en el que se produce. En las instancias pol¨ªticas madrile?as ha habido momentos en los que ha existido un af¨¢n por descifrarlo, pero con escaso ¨¦xito.
En la mayor¨ªa de ocasiones el poder estatal ha acabado por creer como ciertos gestos, proclamas y actuaciones que formaban parte de ese universo autoreferencial, sin m¨¢s, y le ha dado una respuesta a menudo irada, sin concesiones, directa. Esa actuaci¨®n ha llegado porque el Estado no ha contado con traductores de la teatralizaci¨®n catalanista que formasen parte o conociesen a fondo el movimiento sino con voces que, aun siendo catalanas, tampoco entend¨ªan sus resortes internos.
Es una constante en el ¨²ltimo siglo la mirada estupefacta de los propios catalanistas ante la respuesta desmesurada, desde su perspectiva, del Estado. El uso reiterado del juego de simbolismos ha acarreado no pocos disgustos al catalanismo, que se ha visto sorprendido por la actuaci¨®n gobernativa. El ejemplo paradigm¨¢tico m¨¢s reciente es el 1 de octubre y sus derivadas. El sinf¨ªn de sobreentendidos ha llevado a que amplias capas de la sociedad catalana creyeran ciertas aquello que son anhelos o expectativas pol¨ªticas. Una de ellas es la interiorizaci¨®n que cualquier ley o dictamen sobre una norma propia que se considera que afecta de manera negativa a los intereses locales puede o debe ser ignorada. Enric Ucelay-Da Cal ha explicado en distintas publicaciones, la m¨¢s reciente Breve historia del separatismo catal¨¢n (2018), este fen¨®meno en relaci¨®n a la nulificaci¨®n de los confederados americanos.
El concepto, defendido entre otros por John Calhoun, procede de la doctrina federal de Estados Unidos y de la voluntad del estado de California del Sur, a mediados de siglo XIX, de ignorar la legislaci¨®n que emanaba del gobierno federal y que deriv¨® despu¨¦s en la guerra civil norteamericana. Trasladado al caso catal¨¢n se ejemplificar¨ªa con el rechazo del Parlamento de Catalunya a cambiar en 1934 la Ley de Contratos de Cultivo o a la no aceptaci¨®n de determinados dict¨¢menes del Tribunal Constitucional o del Supremo.
La C¨¢mara catalana es vista, de este modo, como un principio y un fin en s¨ª mismo, sin ning¨²n tipo de subsidiariedad respecto al resto de arquitectura jur¨ªdica del Estado. Es ya concebida como el parlamento de un estado y de ah¨ª la constante referencia a la ¡°soberan¨ªa¡± de la misma. El ¨¢nimo nulificador actual no es consecuencia de los a?os de pujolismo, la concepci¨®n se halla ya presente en el momento en que Catalu?a se constituye como una entidad aut¨®noma en la Segunda Rep¨²blica.
A pesar del did¨¢ctico ejemplo norteamericano el nacionalismo catal¨¢n no ha tenido figuras que teorizasen la nulificaci¨®n a partir de este, sino que la capacidad de veto, la concepci¨®n de tener una c¨¢mara a igual nivel que las Cortes, procede en esencia de la lectura confederal del catalanismo de la uni¨®n de coronas de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica. No fue un gesto casual la recuperaci¨®n que impuls¨® el president Torra en noviembre de 2018 de los cuadros de los condes-reyes del Casal de Barcelona para el Palau de la Generalitat.
Es por ello que, siguiendo la doctrina nulificadora, Torra no se da por aludido con el aval del Supremo a retirarle el esca?o ¡ªpor extralimitada que sea la decisi¨®n de la Junta Electoral Central¡ª y, de este modo, ha querido poner en jaque al presidente del Parlament, Roger Torrent. Si no fuese porque hay quien lo vive desde la prisi¨®n y qui¨¦n puede acabar en ella el asunto parecer¨ªa un chiste malo, entre un independentista que pretende que otro permita su enjuiciamiento para demostrar a su parroquia que el mundo, inocuo, de las sombras chinas sigue intacto.
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