Mois¨¦s P. S¨¢nchez, el ni?o que se comprometi¨® de por vida con el piano
El referente del jazz madrile?o, m¨²sico desde los tres a?os, reflexiona sobre la locura en un disco que presenta en el Caf¨¦ Central
Mois¨¦s Patricio S¨¢nchez no le quiso dar mayor importancia a la celebraci¨®n, muy poquitas semanas atr¨¢s, de su cumplea?os n¨²mero 40. Prefiri¨® hacerlo coincidir con el lanzamiento de su nuevo disco, There¡¯s always madness, una apelaci¨®n a la locura como un motor creativo poderoso. Pero ¨¦l tambi¨¦n se siente, a su manera, en crisis. No con la edad en s¨ª misma, sino con estos tiempos alborotados que nos ha tocado vivir. ¡°Supongo que es una percepci¨®n muy extendida entre mi generaci¨®n. Provenimos de la era anal¨®gica y yo, al menos, no congenio bien con la bajada del umbral del esfuerzo o la falta de empat¨ªa hacia el pr¨®jimo. Son aspectos que me preocupan como ser humano. Y mi m¨²sica, aun siendo instrumental, tiene algo de reacci¨®n contra todo eso¡±.
S¨¢nchez, pianista del barrio de Ventas y firmante de una obra abultada (¡°supongo que ya soy un hombre con bagaje¡±, se sonr¨ªe), siempre a caballo entre el jazz, la m¨²sica contempor¨¢nea y hasta el rock progresivo, demanda al oyente el bien m¨¢s escaso e ins¨®lito que podemos reclamar en este mundo enfebrecido: tiempo. Persigue que quien decida hincarle el diente a uno de sus discos le dedique sus buenos 50 minutos de escucha concentrada, espec¨ªfica. En el sal¨®n, si fuera posible; y sin el m¨®vil ni cualquier otro cachivache al alcance de las manos.
?Es mucho pedir? ¡°En un mundo en el que los v¨ªdeos no pueden superar los 59 segundos, sospecho que s¨ª¡±, suspira. ¡°Respeto a quien consiga disfrutar de eso, pero yo me niego a suscribirlo. Mi m¨²sica es un alegato de profundidad, es compleja a prop¨®sito. Porque la m¨²sica ¨Ccomo la literatura, la pintura o el cine¨C no consiente que aceleres el tiempo. Igual que nadie ver¨ªa una pel¨ªcula salt¨¢ndose fragmentos, les propongo a mis oyentes una escucha activa en la que no se puedan saltar un corte para llegar antes al siguiente¡±.
S¨¢nchez es as¨ª: intenso, torrencial. Cosas de llevar sentado al piano desde los tres a?os (leyeron bien: tres) y de embarcarse en su primera gira como m¨²sico profesional a los 17. El pianista lleg¨® a estudiar Ingenier¨ªa Inform¨¢tica, por si acaso, pero sospecha que ser¨ªa ¡°profundamente infeliz¡± si ahora tuviera que llegar a fin de mes trastabillando entre ordenadores. ¡°La llamada que siento de la m¨²sica es demasiado fuerte¡±, proclama. Adem¨¢s, disfrut¨® siempre de un respaldo familiar a ultranza. ¡°Cuando me matricul¨¦ en la universidad, mi padre me pregunt¨®, alarmado: ¡®No ir¨¢s a dejar el piano, ?verdad?¡¯. Me sucedi¨® al contrario que a la mayor parte de m¨²sicos: lo habitual es que en casa recelen de tu vena art¨ªstica y te supliquen que estudies tambi¨¦n alguna cosa seria¡¡±.
En su caso, que lo del piano iba muy en serio empez¨® a quedar claro, ya dec¨ªamos, desde tempran¨ªsima edad. Y Mois¨¦s lleva plante¨¢ndose casi desde entonces el dilema de si es bueno que un ni?o se involucre de esa manera en una actividad tan sacrificada, antes incluso de aprender a leer y escribir. ¡°Tocar fue desde el principio una obligaci¨®n que no me pod¨ªa saltar¡±, rememora, ¡°y eso acaba suponiendo un esfuerzo psicol¨®gico muy grande. En octavo de EGB, con 13 o 14 a?os, llegaba del cole a las cinco de la tarde y sab¨ªa que deb¨ªa sentarme al piano, ineludiblemente, desde las cinco y cuarto hasta las ocho. Los conflictos, sobre todo con mi padre, eran inevitables: miradas, enfados, gestos¡ Pero ning¨²n proceso es perfecto, y hoy a mis padres les estoy eternamente agradecido¡±.
Por el camino, qu¨¦ remedio, quedaron orilladas otras facetas. S¨¢nchez fue un futbolista habilidoso, aunque recordarlo le produzca un pudor intenso. Lleg¨® a jugar a los 18 a?os en categor¨ªa Preferente con el Toledo de Mejorada del Campo, pero los viajes a costa de la m¨²sica le obligaron a colgar enseguida las botas. Y tampoco tiene descendencia, una decisi¨®n dif¨ªcil pero ¡°plenamente consciente¡±. ¡°No me ha dado tiempo a ser padre. Mi pareja tiene una hija, pero yo no me he visto encauzado en esa direcci¨®n¡±, se sincera.
Con la m¨²sica, sin embargo, s¨ª que ha contra¨ªdo un compromiso vitalicio. Y de dimensiones abrumadoras. Adem¨¢s de su media docena de trabajos en nombre propio, le contemplan adaptaciones muy valientes de Bach o La consagraci¨®n de la primavera (Stravinsky), un sinn¨²mero de colaboraciones en ¨¢lbumes ajenos y la producci¨®n de obras muy diversas, incluso inesperadas: desde la canci¨®n andaluza de Valderrama (Ambros¨ªa) a Los viajes inm¨®viles, del rapero alicantino Nach. ¡°El eclecticismo es necesario. No tengo l¨ªneas rojas por g¨¦neros musicales, sino hacia aquellos mensajes en los que no creo¡±, argumento. ¡°Por eso no podr¨ªa trabajar con el reguet¨®n, porque no me gustan sus letras. Y tampoco, en general, con ning¨²n artista en el que prime lo visual sobre lo auditivo. Yo amo la m¨²sica; los videoclips o las vestimentas me dan m¨¢s igual¡¡±.
En estos cuatro d¨ªas en el Caf¨¦ Central (hasta el domingo 2), un escenario que frecuenta desde hace cuatro lustros, ha preferido centrarse casi en exclusiva en ese nuevo elep¨¦ con el que decidi¨® soplar sus 40 primeras velas. Su propio t¨ªtulo (traducido: ¡°Siempre nos quedar¨¢ la locura¡±) ya constituye toda una declaraci¨®n de principios. Y un buena argumento para finiquitar la charla con nuestro apasionado interlocutor. ¡°Al ser humano siempre le fascin¨® y aterr¨® la locura: es imposible la indiferencia. La locura ha propiciado los momentos m¨¢s atroces de la humanidad, pero tambi¨¦n alguna idea maravillosa. Mira El jard¨ªn de las delicias, de El Bosco: ?c¨®mo alguien pudo mirar el mundo con semejante clarividencia en torno al a?o 1500?¡±. Y concluye: ¡°La creatividad enloquecida es casi una salida de emergencia, una reacci¨®n a los tiempos que vivimos¡±. Esos mismos que a Mois¨¦s P. S¨¢nchez, y a qui¨¦n no, le tienen tan confuso.
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