Violetera vandalizada
El aerosol de un grafitero ha destruido la imagen de la cantante Raquel M¨¦ller del mural 'Balcons de Barcelona' que re¨²ne a una veintena de personajes hist¨®ricos de la ciudad
El mural llamado Balcons de Barcelona, en la Plaza Pablo Neruda, ha permanecido intacto casi treinta a?os, un milagro, 500 metros cuadrados de buen arte urbano. Pero hace unos d¨ªas ha sufrido la embestida del aerosol de un grafitero arquet¨ªpicamente egoc¨¦ntrico. Una l¨¢stima, pues el hombre se ha llevado por delante la imagen de la cantante Raquel M¨¦ller (1888-1962), la de La violetera. Este mural recubre una fea pared medianera con una fachada pintada en cuyos balcones imaginarios aparecen 26 personajes de la Barcelona de antes, los m¨¢s de los cuales ya no los reconocer¨ªamos ni ustedes ni yo. ?Ac¨¢so recuerdan al malogrado gimnasta Joaqu¨ªn Blume (1933-1959)? Probablemente no, pero el mural es muy grande y Blume resulta dif¨ªcil de grafitear, pues nos saluda desde el terrado. Tambi¨¦n aparece en otro balc¨®n Carmen Amaya (1913-1963), La Capitana, gitana del Somorrostro y la m¨¢s grande bailaora de flamenco de todos los tiempos. Yo alcanc¨¦ a conocerla y vi sus manos cortando el aire. El baile le dio, literal, a?os de vida, pues el sudor eliminaba las toxinas que sus agotados ri?ones no pod¨ªan limpiar. Hasta que no pudieron m¨¢s. Los aficionados al cine pueden admirarla en una meritoria pel¨ªcula de Francisco Rovira-Beleta, Los Tarantos(1963), otro profesional.
?A ellos y al resto de los 26 personajes, una ciudad agradecida les rindi¨® homenaje en ese mural ahora aerosoleado. No dejen de admirarlos, vale la pena, pese al encono del grafitero brav¨ªo que impuso su propia ley, ya no s¨¦ cu¨¢nto van a durar los dem¨¢s, que cuando uno traspasa el l¨ªmite, otros en seguida le siguen. Bueno, los retratos de la planta baja, como el de Merc¨¨ Rodoreda (1908-1983), est¨¢n muy expuestos a v¨¢ndalos redentores, cosas del arte de la calle, m¨¢s ef¨ªmero que nuestra memoria y se?aladamente en este pa¨ªs legendario por b¨¢rbaro.
Lo que ha ocurrido estos d¨ªas en la Plaza Neruda de Barcelona, el que alguien haya pintado mejor o peor sobre lo que otros pintaron, es moneda corriente en esta ciudad y en otras muchas. Todo grafitero que se precie le tiene ganas a la ley y el orden. El mundo de los graffiti se lleva mal con los muralistas urbanos, a quienes considera representantes del arte oficial, sicarios del poder establecido, embellecedores de las miserias de la ciudad. Muralistas y grafiteros son, desde luego, tipos de artistas muy distintos, hasta en los medios que usan, pues el muralista despliega docenas de t¨¦cnicas e instrumentos y el grafitero suele ce?irse al aerosol.
La medianera la encarg¨® el alcalde Pasqual Maragall en 1992 a una cooperativa de artistas de Lyon
Balcons de Barcelona fue inaugurado en 1992. Auspiciado por el Ayuntamiento de una ciudad optimista e ilusionada, el primer regidor de entonces ¡ªPasqual Maragall, el Alcalde¡ª hab¨ªa comisionado a una cooperativa de artistas de Lyon para que pintaran la medianera. Se aplicaron a modo. Hoy son famosos en todo el mundo y han pintado murales en docenas de ciudades: Cit¨¦Cr¨¦ation se llaman. Pero, naturalmente, encarnan todo aquello que un grafitero detesta por juramento sacramental: el encargo formal del poder opresor, el arte oficial y establecido, la belleza enga?osa por pintada en un trampantojo admirable. Abajo, pues, con los murales. Bueno, por lo menos, abajo con la M¨¦ller cupletera de La Violetera, en la ciudad que puso su nombre a una plaza, junto al Paral.lel, donde ella triunf¨®, hasta Charlot lleg¨® a usar esa m¨²sica en Luces de la Ciudad (1931) ?Abajo! No es para enfadarse, pues la iconoclastia tachonea la historia del arte. En nuestro pa¨ªs muchas estatuas duran menos que en otros y los nombres de las calles y plazas cambian con frecuencia inquietante (la Plaza Pablo Neruda de Barcelona se llam¨® antes de la Hispanidad, viene a ser lo mismo), aunque ustedes imaginan c¨®mo ser¨ªa nuestra experiencia est¨¦tica si cada vez que queremos arreglar el mundo no la emprendi¨¦ramos con las obras que nuestros padres y abuelos concibieron como bellas.
?Y c¨®mo arreglaremos el mural mancillado? No propongo restaurarlo, el da?o ya est¨¢ hecho, M¨¦ller ha sido velada, dej¨¦mosla, que en el fondo todos somos tambi¨¦n un poco as¨ª de desconsiderados. No hagamos ahora como el grafitero imp¨¢vido, sino que tratemos de dejar huella fiel de los actos de todos. Hay maneras de recordar a Raquel M¨¦ller, a Cit¨¦Cr¨¦ation y a nuestro grafitero de ahora, a los tres, y que la Historia vaya situando a cada cual en su lugar.
Bastar¨ªa con encargar a una joven artista que pintara un ramo de flores sobre una parte menor (menos de la mitad) de la pintada de nuestro obcecado grafitero, un ramo humilde. De violetas.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la UPF.
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