El salto democr¨¢tico al vac¨ªo y la desesperanza argentina
Como buen populista, Milei ofrece pocas luces sobre c¨®mo pretende concretar sus promesas. Sin mayor¨ªas legislativas, en su discurso solo prometi¨® determinaci¨®n a sus adherentes y a cambio les pidi¨® fe
El triunfo de Javier Milei debe entenderse como un fracaso de la democracia argentina antes que un triunfo atribuible al reci¨¦n electo. Su victoria es el resultado de votantes indignados ante la indolencia de una elite pol¨ªtica ensimismada que por a?os ha sido incapaz de ofrecer soluciones m¨ªnimas a la asfixia con que muchos procuran llegar a fin de mes. O al menos as¨ª se presenta la realidad argentina luego de conversar algunos d¨ªas con muchos votantes.
Es la ma?ana antes de las elecciones en un caf¨¦ de Recoleta. Tres parejas sentadas en mesas distintas conversan de lo que viene, de c¨®mo llegaron a este momento de Argentina y las razones que lo explican. Un hombre se queja que no se puede hablar de otra cosa, y que si lo hace es una impostura artificial para evadir la realidad de un pa¨ªs fracturado y sin proyecto de futuro. Ansiedad, incredulidad y resignaci¨®n son tambi¨¦n las palabras que m¨¢s se repiten cuando le pregunto a estudiantes universitarios sus impresiones de las elecciones. Con algo de verg¨¹enza intentan explicarme c¨®mo Argentina pas¨® de ser el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo a vivir aferrado a eventualidades.
Es f¨¢cil empatizar con esta resignaci¨®n cuando se repara en las alternativas disponibles. De un lado a Sergio Massa, un ministro ¡ªseg¨²n algunos, presidente de facto¡ª , el tercer pol¨ªtico peor evaluado del pa¨ªs y que encabeza una econom¨ªa con 140% de inflaci¨®n y 40% de pobreza. Al frente Javier Milei, un diputado electo en 2021 luego de hacerse famoso como panelista de televisi¨®n por insultar violentamente a casi todos quienes han ejercido posiciones de liderazgo, por las excentricidades que exhibe con orgullo, como hablar con su perro muerto a trav¨¦s de una vidente, y por ofrecer una refundaci¨®n del pa¨ªs tan radical como inveros¨ªmil.
Como casi todo en Argentina, los problemas suelen maquillarse con humor. Agustina me cuenta que en su barrio, La Paternal, un vagabundo grita por las calles que votar¨¢ a Milei por el dinero que podr¨ªa ganar su familia si vende sus ¨®rganos. Nicol¨¢s denuncia que votar por Massa es apoyar a un gobierno que no ha sido capaz ni de inaugurar un adoqu¨ªn en Jujuy sin armar un esc¨¢ndalo. Pero esas an¨¦cdotas esconden un llamado de alerta sobre las peligros que enfrentan las democracias contempor¨¢neas y que son retratadas por la estridencia y extravagancia argentina.
La democracia se construye sobre s¨ªmbolos y ritos que permiten hacer sentido a la vida en com¨²n. Y las elecciones son, precisamente, un pilar central de esa mitolog¨ªa. Ellas son un rito lit¨²rgico, a trav¨¦s del cual el principio del autogobierno de la mayor¨ªa les ofrece a los ciudadanos una esperanza de retener en sus manos el destino de su futuro. La pol¨ªtica como actividad humana es como el nudo borromeo que utiliz¨® Jacques Lacan para explicar el anudamiento de la persona entre lo real, simb¨®lico e imaginario.
Pero esta liturgia puede volverse una ordal¨ªa est¨¦ril en un contexto como el argentino. Jorge, un exmilitar, me explica que el domingo casi todos votaron en contra del otro candidato y se lamenta reconociendo que esta es la elecci¨®n m¨¢s triste en la que ha participado en sus 70 a?os, porque siempre cuando uno habla mal del otro tiene raz¨®n. Las discusiones pol¨ªticas no suponen desvirtuar la injuria ajena porque, seg¨²n ¨¦l, todos mienten.
Todo rito lit¨²rgico supone una representaci¨®n de la que sus part¨ªcipes esperan un acontecimiento. Como actos performativos, explica Giorgio Agamben, realizan la acci¨®n que buscan significar. Sin embargo, muchos votantes de Massa esperaban poco de su gobierno y el apoyo que le brindaron fue antes un ejercicio de pragmatismo. Lo votaron sin esperanza de que su voto tuviera consecuencias positivas. Andr¨¦s, un abogado que vot¨® por la derecha en noviembre, me confiesa que estuvo casi un minuto en la c¨¢mara secreta ante su incredulidad de estar apoyando a Massa. ?Puede construirse un proyecto democr¨¢tico en el que no se tienen mayores esperanzas? Una mayor¨ªa abrumadora parece haberse manifestado en sentido contrario.
A pesar de su talento, Massa siempre fue percibido como poco confiable. Sus votantes no sab¨ªan si como presidente ser¨ªa el que prometi¨® nunca m¨¢s volver a aliarse con el kirchnerismo o el que despu¨¦s entr¨® a un gobierno del que ¨¦ste formaba parte. No sab¨ªan si ser¨ªa el que hoy defiende al Papa como el argentino m¨¢s importante de la historia o el que antes complot¨® en su contra cuando era arzobispo de Buenos Aires. No sab¨ªan si ser¨ªa el que hoy defiende el Estado de Bienestar o el que ayer particip¨® del Gobierno menemista que procur¨® desarticularlo. Peor a¨²n, no sab¨ªan si ser¨ªa el que en campa?a denunciaba el peligro que supon¨ªa tener a Milei encabezando el Ejecutivo o el que ayer lo financi¨® para debilitar a la derecha.
Como candidato, Massa prefiri¨® adem¨¢s centrarse en su adversario antes que en ofrecer una visi¨®n de futuro. Les pidi¨® a los argentinos que le entregaran una oportunidad como presidente como si no la hubiese tenido como ministro plenipotenciario. Por eso su lema de campa?a, Viene la Argentina que est¨¢bamos esperando, siempre pareci¨® una broma de mal gusto. Ofrec¨ªa a los argentinos una propuesta que era m¨¢s de lo mismo, algo que ellos ya conoc¨ªan y han sufrido hace a?os. Sus promesas se sab¨ªan vac¨ªas, porque muchos quienes lo votaron ten¨ªan la sospecha que ellas se estrellar¨ªan contra una clase pol¨ªtica fragmentada, con escasa capacidad para producir nuevos liderazgos e ineptitud para ofrecer soluciones a problemas apremiantes. Cualquier liturgia democr¨¢tica parece improbable ante un escenario donde todo se presenta como sacr¨ªlego.
Algunos culpar¨¢n de ello a la larga agon¨ªa peronista y otros la defender¨¢n acusando las limitaciones explicativas del antiperonismo. Pero cualquiera sea la explicaci¨®n correcta, es ineludible que parte significativa del apoyo a Massa fue un reconocimiento al fracaso de la Argentina de las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero aceptando algo que han aprendido a golpes: el futuro siempre puede ser peor.
En este escenario de exasperaci¨®n emerge Milei ofreciendo una ventana de esperanza. Lo hace denunciando con excesos ret¨®ricos y violencia a la casta que por a?os ha gobernado el pa¨ªs. Lo hace tambi¨¦n prometiendo un quiebre radical con el presente, que busca simbolizar con una motosierra. Y, al hacerlo, no escatim¨® en excesos durante la campa?a, denunciando fraudes electorales inexistentes o amenazando con aplastar a sus contendores. Ariel, un taxista que lo vot¨® orgulloso, me sugiere que sus promesas deben tomarse con cautela: ¡°No te lo pod¨¦s tomar tan en serio, si el tipo habla con el perro¡±, dice.
Esta trayectoria supone una afrenta a las formas sobre las que se construye la liturgia democr¨¢tica. Pero aun as¨ª el electorado estuvo dispuesto a perdonar estos ultrajes ante la ilusi¨®n de expectativas futuras. Diego, un quiosquero, me dice que est¨¢ mal y que lleva a?os priv¨¢ndose de cosas, pero que le queda un ¡®rayito de esperanza¡¯ con Milei. Para lograr esta proeza, el presidente electo fue h¨¢bil al reivindicar como ejemplo de lo posible a la generaci¨®n de 1880, que en solo treinta a?os logr¨® transitar de guerras fratricidas a una potencia econ¨®mica. Y aunque los tiempos sean distintos y los ciclos pol¨ªticos cada vez m¨¢s breves, sus votantes parecen creerle. Una persona que estaba delante de m¨ª en la fila de migraciones del aeropuerto se queja por la excesiva demora, saca una fotograf¨ªa para retratar la situaci¨®n y la env¨ªa por mensaje agregando ¡®Milei esto lo arregla carajo¡¯.
Como buen populista, Milei ofrece pocas luces sobre c¨®mo pretende concretar sus promesas. Sin mayor¨ªas legislativas, en su discurso del domingo solo prometi¨® determinaci¨®n a sus adherentes y a cambio les pidi¨® fe. Tampoco ofreci¨® muestras de querer honrar lo que los argentinos llaman el Teorema de Baglini, seg¨²n el cual un l¨ªder se vuelve m¨¢s sensato y razonable cuanto m¨¢s cerca est¨¢ del poder. ¡°Hemos pasado tantas, qu¨¦ una m¨¢s no importa¡±, me reconoce Diego. Pero ello supone desconocer las lecciones proporcionadas por Bolsonaro, L¨®pez Obrador o Trump. Sus votantes los apoyaron convencidos que su desd¨¦n por los ritos era pol¨ªtica de campa?a, solo para luego comprobar que tampoco los honraron cuando debieron presidirlos. ¡°A esta edad uno ya est¨¢ jugado, no te asusta nada¡±, me se?ala Jorge cuando le planteo este reparo.
Est¨¢ por verse si Milei ser¨¢ uno m¨¢s de los populistas contempor¨¢neos cuyos proyectos pol¨ªticos fracasan con la misma rapidez que emergieron. Mientras tanto, debemos tomar nota de las lecciones que ofrece el fen¨®meno argentino. Pr¨¢cticamente todas las democracias contempor¨¢neas evidencian una incapacidad de procesar el malestar ciudadano, lo que las hace presa f¨¢cil de quienes, como Milei, quieren transformar la pol¨ªtica en una forma burda de entretenimiento de masas. Si en el pasado Latinoam¨¦rica le ense?¨® al mundo los peligros del populismo, este nuevo siglo parece devolverle la mano instruyendo a sus populistas sobre las posibilidades que les ofrece la cultura del espect¨¢culo.
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