Javier Milei, o el populismo cient¨ªfico
El Gobierno para ¨¦l no es la vulgar administraci¨®n de la realidad, sino la encarnaci¨®n de una verdad trascendente
El ascenso de Javier Milei a la presidencia ha posado los ojos del mundo sobre la Argentina m¨¢s de lo que lo hab¨ªa hecho la Copa del Mundo exactamente un a?o antes. Tanta es la excentricidad del hombre ¡ªtan estruendosos sus gritos, tan alocadas sus declaraciones, tan desordenado su cabello¡ª que acaso sea dif¨ªcil atravesar la superficie del personaje para desentra?ar el fen¨®meno pol¨ªtico que protagoniza. La prensa internacional, forzada a dar una explicaci¨®n, coloca a Milei en la larga hilera de populismos de derecha contempor¨¢neos. El propio Milei ha fomentado esta comparaci¨®n, incluso realiza...
El ascenso de Javier Milei a la presidencia ha posado los ojos del mundo sobre la Argentina m¨¢s de lo que lo hab¨ªa hecho la Copa del Mundo exactamente un a?o antes. Tanta es la excentricidad del hombre ¡ªtan estruendosos sus gritos, tan alocadas sus declaraciones, tan desordenado su cabello¡ª que acaso sea dif¨ªcil atravesar la superficie del personaje para desentra?ar el fen¨®meno pol¨ªtico que protagoniza. La prensa internacional, forzada a dar una explicaci¨®n, coloca a Milei en la larga hilera de populismos de derecha contempor¨¢neos. El propio Milei ha fomentado esta comparaci¨®n, incluso realizando invitaciones inusuales a su acto de asunci¨®n, como los europeos Viktor Orb¨¢n y Santiago Abascal y los ex presidentes Jair Bolsonaro y Donald Trump.
En efecto, el presidente argentino ha llegado al poder con la ret¨®rica que el polit¨®logo neerland¨¦s Cas Mudde identifica como t¨ªpicamente populista: opone a un pueblo impoluto e inocente contra ¨¦lites autointeresadas y corruptas para avasallar todo freno institucional que ¨¦stas han instaurado para su propio beneficio. Milei no ha esperado para manifestar su desprecio por las instituciones pol¨ªticas del pa¨ªs: a los pocos d¨ªas de asumir, dict¨® un decreto presidencial de car¨¢cter legislativo que reforma o deroga m¨¢s de 100 leyes con d¨¦cadas de vigencia y solicit¨® al Congreso la delegaci¨®n de innumerables facultades en pr¨¢cticamente todas las ¨¢reas de Gobierno.
Los legisladores que se opongan, ha sentenciado Milei, s¨®lo pueden ser s¨¢dicos o corruptos; aquellos que buscan debatirlo, lo hacen s¨®lo mientras esperan un soborno. El vocero presidencial ¡ªm¨¢s pol¨ªticamente correcto, pero igualmente preciso¡ª declar¨® que quienes se opongan estar¨¢n poniendo palos en la rueda de lo que los argentinos de bien han votado. Milei no fustiga ¨²nicamente al partido que acaba de dejar el Gobierno (por m¨¢s que haya prometido poner la tapa del ata¨²d del kirchnerismo), sino que en su discurso el modelo empobrecedor de la casta pol¨ªtica se ha extendido por los ¨²ltimos cien a?os (casualmente o no, desde la elecci¨®n de Hip¨®lito Yrigoyen, primer presidente electo por sufragio universal masculino). Los pol¨ªticos, as¨ª en general, son para Milei subhumanos.
La ret¨®rica y la est¨¦tica del l¨ªder de La Libertad Avanza lo afilian con el populismo de derecha en un sinf¨ªn de otras formas. En un modo t¨ªpicamente reaccionario de denunciar decadencia moral, Milei y sus laderos han agitado frecuentemente el fantasma de la pedofilia. La figura de Milei es frecuentemente hipermasculinizada a trav¨¦s de im¨¢genes modificadas por inteligencia artificial que estilizan su torso y angulizan su ment¨®n. Como Bolsonaro, Trump o incluso Benito Mussolini, la sobreexposici¨®n de la sexualidad de Milei tambi¨¦n parece dise?ada para cultivar la imagen de una masculinidad exaltada. El presidente ha llegado a alardear, sin broma alguna, sobre la superioridad moral y est¨¦tica de los liberales.
De todos modos, su rutilante victoria oscurece un rasgo disonante que puede pasar comprensiblemente inadvertido para quienes hayan descubierto al personaje reci¨¦n en su sprint final hacia la presidencia. Contra lo que podr¨ªa esperarse de un t¨ªpico populista, Milei ha declarado varias veces no creer en las mayor¨ªas como forma de elecci¨®n colectiva: como lo demostr¨® el Teorema de Imposibilidad de Arrow ¡ªexplica¡ª, la democracia son tres lobos y una oveja votando para decidir qu¨¦ cenar.
La respuesta es rica en implicancias, especialmente porque el Teorema de Arrow (que versa sobre ciertas propiedades formales de los sistemas de votaci¨®n) no dice nada de eso. Como quien fabrica motivos para desde?ar a una ex pareja (con esa l¨®gica peculiar que da el odio, dir¨ªa Jorge Luis Borges), el Teorema de Arrow aparece para dar una p¨¢tina de falsa cientificidad a una repulsi¨®n emocional preexistente. Y aqu¨ª aparece el rasgo clave de Milei que lo distingue de los populistas contempor¨¢neos: cuando es presionado, Milei no busca su legitimidad en las mayor¨ªas ni en el pueblo, sino en la ciencia. Como los comunistas que ve por todos lados, el Gobierno para ¨¦l no es la vulgar administraci¨®n de la realidad, sino la encarnaci¨®n de una verdad trascendente.
Si bien Milei no es un acad¨¦mico (carece de papers citados por colegas e incluso varios de sus libros y art¨ªculos de divulgaci¨®n han sido denunciados como plagiados) sus defensores a veces lo presentan as¨ª para disimular el car¨¢cter fantasioso de algunas de sus ideas. Lo que lo puede confundir con un acad¨¦mico (?acaso a ¨¦l mismo?) es que se ha embriagado con la idea te¨®rica del libre mercado para resolver cualquier asunto humano. En su mente, la soluci¨®n a cualquier problema no se busca consultando a los afectados o estudiando el campo, sino aplicando mec¨¢nicamente la ley de oferta y demanda. ?Inseguridad? Hay que aumentar el costo esperado de la delincuencia, permitiendo a la gente estar armada. ?Educaci¨®n? Se le da un voucher a cada alumno y se deja a las escuelas competir por ellos. ?Trasplante de ¨®rganos? Ni hace falta aclararlo.
A tal punto llega su desprecio por las mayor¨ªas que cada vez que le han preguntado c¨®mo har¨ªa para gobernar en minor¨ªa ha citado Macabeos I, 3:19: ¡°La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del Cielo¡±. Desde entonces y hasta hoy, el presidente ha invocado el auxilio de las fuerzas del Cielo en cada uno de sus mensajes a la poblaci¨®n. Si es la verdad cient¨ªfica la que da legitimidad al ejercicio del Gobierno, la democracia es ¡ªcomo dijo Stephen Hawking respecto de Dios¡ª un supuesto del que se puede prescindir. Sus ¨ªdolos te¨®ricos, que apoyaron activamente la dictadura de Augusto Pinochet por su pol¨ªtica econ¨®mica, estar¨ªan naturalmente de acuerdo.
Aun en su luna de miel electoral, Milei ya ha expresado su indiferencia por la opini¨®n p¨²blica. Al expresarse sobre las protestas relativamente numerosas que siguieron a sus primeras medidas, el presidente explic¨® que se trataba de v¨ªctimas del s¨ªndrome de Estocolmo. El principal arquitecto de su plan desregulatorio tambi¨¦n se burl¨® de quienes protestaban, diciendo que ni siquiera sab¨ªan por qu¨¦ lo hac¨ªan. La principal campa?a en las redes sociales del nuevo Gobierno, fogoneada por el propio presidente, busca instalar que quienes critican al Gobierno ¡°no la ven¡±, sin nunca aclarar qu¨¦ es lo que no ven ni ofrecerles mostr¨¢rselo. Contra lo que podr¨ªa esperarse de un populismo tradicional, la ret¨®rica del Gobierno de Milei se parece m¨¢s a la de una vanguardia iluminada.
Hasta ahora, Milei ha basado su legitimidad en dos fuentes contradictorias: la mayor¨ªa electoral y la verdad trascendental. Hoy, a un mes de iniciado el Gobierno, ambas fuentes pueden afirmarse sin contradicci¨®n: la mayor¨ªa del pueblo ha abrazado la Verdad. El de Milei ser¨ªa, parafraseando a Carlos Marx, un populismo cient¨ªfico. Sin embargo, el presidente debe saber que ha alcanzado un equilibrio altamente inestable: la propia idea de democracia es al¨¦rgica a la noci¨®n de verdad trascendental. A medida que la pretensi¨®n de Milei de representar a una mayor¨ªa real de los argentinos se vuelva menos plausible, tendr¨¢ que elegir: sacrificar la verdad en el altar de la democracia, o insistir en su misi¨®n de libertar a los argentinos ciegos que alg¨²n d¨ªa se lo agradecer¨¢n. El futuro de la democracia argentina depende de esta crucial decisi¨®n.